5/9/09

César Valdebenito: el escritor en los extramuros del stablisment




Por Rosario Villaseñor


Siempre he admirado a César Valdebenito como escritor. En Chile es el descubrimiento creciente. Estoy de acuerdo con lo que sentenció Roberto Bolaño un año antes de morir: “Es el escritor más perfecto de las últimas generaciones. Escribe los mejores relatos palabra por palabra. Yo no cambiaria una frase de Mi primer coito con Michelle Bachelet” También recuerdo a un profesor de la Facultad de Humanidades y Arte de la Universidad de Concepción que afirmaba que leer a Fitzgerald es como comer filetes de peces, pero que leer a César Valdebenito es degustar caviar a la orilla del mar y beber agua pura de un manantial, añadía que leer a Mario Bellatín es como comer hamburguesas. Y leer a Zambra como tomar coca cola. O como me dijo un amigo si Donald Barthelme es un agente secreto desquiciado, con una horrible peluca roja, Valdebenito nos provoca, burlándose, excitando nuestra cólera.

LAS ANÉCDOTAS
Yo no sé exactamente qué pensar de Cesar Valdebenito como personaje público, pero cualquiera que iguala en ingenio a los mejores de sus contemporáneos es, sin duda, alguien a quien vale la pena conocer. En esta época su contribución a la vida literaria de Concepción ha sido de un valor inestimable y por supuesto a tenido resonancia a lo largo de Chile. Permítanme ilustrarlo con los acontecimientos ocurridos hace unos quince años en el espacio de unos ocho días. En primer lugar César Valdebenitoen 1991, duró exactamente diez minutos en el escenario del auditorio de la Universidad de Playa Ancha antes de que los auxiliares de la universidad se lo llevaran por insultar directamente al rector y otras autoridades presentes. Dijeron que estaba borracho y murmuraba obscenidades. Al día siguiente concedió una entrevista al diario El Sur en la que de manera contundente declaraba que él era el mayor escritor Latinoamericano desde García Márquez, y que autores ilustrados como Piglia, Bellatín, Monterroso y un tropel de farsantes del mismo jaez eran unos verdaderos ineptos. En marzo de 1996 apareció en un programa cultural de TVU afirmando que no le solicitaran (esto lo dijo directamente frente a las cámaras) leer un poema porque sólo los burros leían poemas en televisión. Eso lo repitió tres veces al entrevistador, el cual perdiendo el control de la entrevista dio paso a comerciales, al regreso el asiento de Valdebenito estaba vacío. Cuando a sus 22 años dirigió El amante de la china del norte (ese pasquín como el lo llama) tres semanas seguidas fue decomisado el tiraje de los locales de distribución por difamación y antisemitismo. En el 2006, en una radio de Valdivia, el locutor tubo que llamarlo reiteradamente a la calma y finalmente amenazarlo con sacarlo del aire, él estaba hablando de los fondos de cultura y se le ocurrió tildar a la ministra de muy neurótica, una loca desde luego. El 2007 se publicó en una página en Internet su cuento Mi primer coito con Michelle Bachelet, en él se relata el orgasmo de 41 minutos que le proporcionó a una frígida mandataria. La página duró tres días en el ciberespacio, luego de esto el cuento fue publicado en tantas páginas que a los saboteadores no les quedó más que hacer la vista gorda. Así, las anécdotas de este escritor son muchas.

SUS FILIACIONES Y ESCRITORES FAVORITOS
De los escritores que lo han marcado él habla con entusiasmo y también habla con escepticismo. Ha tenido la oportunidad de beber de muchas fuentes. “Y todas ellas me han influido de alguna manera”. Se sabe que conversa con fascinación de Borges, Italo Calvino, Hesse, Balzac, Yukio Mishima, Faulkner, Chejov, Whitman. Así comienza a recordar nombres como si hilara las frases con una astucia impresionante, ha dicho que fue un largo aprendizaje “…Pessoa, Amos Oz, Kavafis, Ezra Paund, Eliot”. También ha dicho: “…Pero las influencias uno no las controla, siempre hay autores que a uno lo sobrepasan sin que uno lo quiera, y que sin saberlo están en tu obra.” Leo una entrevista en la que me sorprende con una afirmación rotunda sobre el Baldor, ese grueso libro de Matemáticas. “A los trece años me deleitaban sus páginas.” Al parecer le despertó el asombro. Cree que las cientos de horas que pasó frente a ese libro lo formaron de manera decisiva. “Allí había desconcierto y por supuesto me inculcó la disciplina. Era alucinante. En vez de leer el Quijote yo abría el Baldor.” En un encuentro de escritores en Concepción se le interroga sobre sus libros de cabecera: “Un libro inigualable es Ni por mar ni por Tierra de Miguel Serrano, Serrano indudablemente es la personalidad más controversial y eminente de la literatura chilena”. Una opinión que duele, consterna o nos vuelve felices. “En mi país han tratado de olvidarlo por ser nazi. Pero les será imposible. ¡Viva Miguel Serrano! ¡Viva el Furher!” Esta última frase generalmente escandaliza a los lectores. Ha escrito y hablado mucho de la literatura norteamericana, si uno le pregunta él ahonda en esos escritores… y así suma y sigue… sin que nadie lo pare, hasta llegar a nuestros días, a la tan promocionada Next Ganeration y a muchos otros nombres que ni siquiera sospechamos su existencia. Porque el creador de El café de los besos topless es, además un lector atento, entusiasta y muy bien informado en todo lo que se refiere a autores norteamericanos y Latinoamericanos. Recuerdo haber asistido a un evento de escritores en Las Termas de Chillan, él sin una pregunta de por medio se larga. “En Chile los narradores actuales son mediocres. He tenido el buen cuidado de no aprender nada de ellos. Es frustrante leer a Marcela Serrano, Lafourcade, Lemebel o Rivera Letelier. A lo sumo son capaces de narrar un hecho pintoresco y engañar a ingenuos lectores (tres de los aludidos —atónitos—están en la mesa junto a él). Y debo combatir una sospecha de conspiración contra mi cerebro cuando veo que críticos y novelistas aceptan dócilmente como gran literatura las insensibilidades y cópulas de Isabel Allende. Por otro lado La melodía infinita de Camilo Marks es un fracaso total, es un “autor” sin estilo, no tiene imaginación, su obra es totalmente aburrida, insignificante, grado cero. Uno debe preguntarse si la editorial leyó el bodrio. ¿Cómo puede equivocarse tanto un editor? Camilo Marks como crítico es el mayor farsante que tiene el diario El Mercurio. No sé como un diario que posee una basta tradición de seriedad en sus páginas de literatura le da tribuna a los errores y barbaridades que escribe ese hombre. ¡Cómo no les da vergüenza publicarlo! Todo el mundo se ríe de él.” Así despliega sus comentarios con inflexiones como si reflexionara de las ruinas de un pueblo o de caseríos en ruinas, lo hace queriendo abrirnos los ojos a una mitología propia que depara escandalosos resultados. Son cosas que ha escrito y las dice: “Me gustaría hablar de los cinco tiros fatídicos que le dio Mark David Chapman a John Lennon… para qué hablar de Gonzalo Contreras, hablemos de Elvis, de las estafas de Madame Blavasqui ya que las novelitas de Contreras son una nulidad, son totalmente insignificantes tanto como las de German Marín, no sé si Marín es peor que Contreras o viceversa, pero sea cual sea, los dos son lamentables, sus libros están llenos de páginas muertas. Marcelo Lillo es un escritor muy distinto, ahí hay algo. El primer libro de Zambra también está vivo. Algunos cuentos de Jaime Collyer, de su libro Gente al Asecho, son espléndidos, calan a fondo en el alma humana, aunque escribió una novelita insustancial y liviana que con todo gusto la quemaría. ¿En quién más podemos pensar?” Y a medida que avanza se expresa con extraordinaria soltura. “Carla Guelfenbain y Simonetti son escritores con los que te entra el insomnio, Carlos Frank no existe. Viendo lo que se publica en mi país no queda más que deducir que nuestros editores están todos coimeados, son unos farsantes con un gran sentido del negocio, son comerciantes ambulantes con oficina. Es la tónica de este país. Quizá lo más rescatable de los últimos años es Bolaño, me refiero a las primeras páginas de Los detectives Salvajes, el resto de sus libros son un desastre que a nadie le recomiendo leer.” Fulmina el vacío. Luego regala una sonrisa placida. Su fraseo parece un verdadero ritual, un rito de tal calado que uno tiene que preguntarse si algo así no es una ceremonia elaborada, incluso un exorcismo. Es difícil decirlo, Valdebenito parece demasiado complacido.

LAS CONVICCIONES
Le han preguntado si cree qué el escritor es un ser obsesivo. Valdebenito, sin pensarlo dos veces, ha respondido: “Absolutamente”. Le han pedido que diga cuál es el fin que desea lograr con su escritura. “Mi literatura es un pretexto para limpiar mis propios nidos nocivos. No me interesa lograr ningún fin. No soy un tipo altruista ni mesiánico. Escribo porque no tengo nada más que hacer, escribo para sacar afuera mis obsesiones, escribo para asesinar los fantasmas que me persiguen, escribo porque estoy ocioso.” Parece implacable, le gusta ser implacable. Cada palabra es una efervescente invitación a ingresar al mundo del escritor. También le han enrostrado que parece un autor sin ningún compromiso. A lo que él ha respondido: “Hay excelentes escritores comprometidos y hay excelentes escritores sin ningún compromiso. Dicho de otra manera, cuando escribes, es como hacerte el harakiri y luego de eso tratar de salir vivo. Eso, al final del día, es lo único que cuenta de verdad. Mi verdadero compromiso, si es que tengo alguno, es con la literatura. El escritor es un hombre que debe tener responsabilidad ante su literatura, ante si mismo y su propia conciencia.”

Me entero que este año Valdebenito escribió el prólogo para dos libros de unos jóvenes poetas inéditos y está terminando un guión para un corto metraje de una de las mayores promesas del cine chileno. También le da los toques finales a una novela corta que va a titular Todas las Rameras de Chile. Recuerdo haber leído en una parte sobre sus hábitos de escritura. Sus ritos han ido cambiando con el paso del tiempo. Hoy lo único que necesita para escribir es una madriguera y estar frente al teclado del computador o a una máquina de escribir. “Y luego no hay ningún secreto, uno simplemente prende un pucho de marihuana no muy bueno y unas décadas de artesanía chilena hacen el resto, incluso da lo mismo si no encuentras un pucho, es como si las palabras hubieran estado ahí desde hace mucho tiempo, pero ello no tiene importancia.”

SUS INICIOS
Valdebenito empezó a escribir a los siete años. “Desde que tengo memoria mi padre tenía una hermosa biblioteca”. Su padre era abogado y un ávido lector y también escribía, pero sin mayor pretensión. Por ahí comenzó su interés por la lectura y la escritura. Estudió en el Instituto de Humanidades A.S.S., “Ahí me encontré con esos compañeros que eran unos monstruos, eso fue para mí una gran motivación, al igual que ese colegio de curas, era de un despotismo apoteósico. Era realmente fabuloso lo que hacían con nosotros, lo que indudablemente fue como si pusieran una grúa empujándome a escribir.” De joven leía mucho a los rusos, le fascinaban: Tolstoi, Dostoievski, Gogol, Lermontov y otros. “Luego descubrí a Hesse, a Poe, Faulkner”. En aquella época tenía 16 o 17 años. “Las tardes de ocio eran placenteras, y fue entonces que di un salto a la poesía, lo leía todo, la plata que llegaba a mis manos se me iba en libros, mientras algunos iban a fiestas yo me encerraba en mi casa a leer, en las tardes de otoño recorría librerías y bibliotecas.” Entonces entró a estudiar Licenciatura en Matemáticas a la Universidad de Concepción. Allí organizó un, dos y tres encuentros de poetas en los cuales conoció a Parra, Gonzalo Rojas y otros. También a María Nieves Alonso directora de extensión de la casa de estudios y una persona decisiva en su formación como escritor. En 1997 fundó la revista Difusión. En 1998 publicó el libro de poemas El Jardín (Premio fondos concursables Municipalidad de Concepción). El 2000 fue publicado, su controvertido libro objeto, La Muerte de Bukowski. Es un homenaje al gran escritor norteamericano, pero también un cóctel explosivo que disfrutó mucho escribiéndolo. Los trescientos ejemplares de su primera edición se agotaron en una semana en las librerías de Concepción. En el 2001 sale a luz su Antología de Poetas Chilenos Jóvenes (Premio a la reedición de las mejores obras publicadas en el año por el Fondo del Libro y la Lectura del Gobierno de Chile). “Por ese tiempo comencé a ser llamado para dictar talleres literarios para los alumnos de la Universidad de Concepción, Universidad del Bío Bío y Universidad Católica de la Santísima Concepción, recuerdo que siempre les decía bastante enojado —y cada vez que dicto un taller lo sigo diciendo—: si desean ser escritores ¿por qué no están en la casa escribiendo en vez de estar apiñados en esta sala?” Sin embargo parece que ese es uno de sus muchos gratos recuerdos. En el 2002 apareció su segundo libro de poemas Urnas o Réquiem a la palabra (Ediciones Lar). Ha sido editor de la revista, Quiltro (Premiada con los fondos concursables Universidad de Concepción). Cuando sacó esa revista mucha gente anhelaba encontrarse con él para insultarlo o felicitarlo. “Claro que eran muchos más lo que intentaban crucificarme, deseaban ponerme una almohada en la cara hasta asfixiarme”. En esa revista le hizo una entrevista a Armando Uribe el que quedó con los pelos de punta ante una escandalosa sucesión de preguntas. El 2004 es premiado por la autoría del CD interactivo Literatura de las Nuevas Fronteras. Un trabajo financiado por una fundación. Ha sido jurado de distintos certámenes literarios a nivel nacional. El 2008 es publicada su novela Correcciones Elementales, un libro que en la portada luce la fotografía de una escultura del afamado artista cubano Actúan Rodríguez, en su contratapa vienen elogiosos comentarios de Antonio Skármeta y Marco Antonio de la Parra.

Estoy segura que un escritor de la línea de Valdebenito debe ser indiscreto, un francotirador, debe capturar el material deleznable, la vida gris, las triviales cosas terribles que todo hombre conoce, es como si amara a los cancerosos y a los leprosos y él cumple maravillosamente bien esa regla.

3/9/09

Premio municipal de Literatura





Un jurado presidido por el escritor Poli Délano eligió como ganador en la categoría Mejor Cuento del Premio Municipal de Literatura 2009 a "Crimen y Perdón", una compilación de relatos en los que se refleja la vida urbana actual.

La obra pertenece a Carlos Iturra, que ya había sido distinguido en la misma categoría en 2005 por su obra "Pretérito presente", también publicada por editorial Catalonia.

El libro reúne cuentos de fantasía, reales y cotidianos, entre los que se encuentra "Caída en desgracia", relato en el que el autor se atreve a revelar las tertulias literarias del taller de Mariana Callejas en Lo Curro, aquellas que celebraba mientras su esposo Michael Townley operaba en el sótano de la casa como agente secreto de la DINA.

El jurado aludió al texto como "una colección de narraciones breves de formidable factura, caracterizada por la tesura y lucidez de su prosa y la capacidad de generar microcosmos de una gran vitalidad y persuasión".

Carlos Iturra ha sido reconocido por la crítica como uno de los mejores exponentes del género cuento en la actualidad. "Paisaje masculino", "Pretérito presente" y "Para leer antes de tocar fondo", forman parte de su celebrado catálogo de relatos breves.

Otros de los ganadores de este año son Alfredo Jocelyn-Holt en la categoría Ensayo y Roberto Brodsky en Novela.

Creado desde en 1934, el Premio Municipal de Literatura surgió como un reconocimiento a la obra de autores chilenos en sus distintos géneros, que hayan sido editados el año anterior a la premiación.

José Donoso, Roberto Bolaño, María Luisa Bombal, Nicanor Parra, Jaime Collyer, Volodia Teitelboim, entre otros, han sido distinguidos en el pasado. La ceremonia de entrega del Premio Municipal de Literatura 2009 se realizará en noviembre próximo.

Libro: Diccionario Biobibliográfico de Escritores Chilenos Jóvenes y Autoeditado







Autor: José-Christian Páez





PINCHA LA IMAGEN PARA OBTENERLO



Editado por: Departamento de Humanidades Universidad Tecnológica Metropolitana, Santiago de Chile, 1999

ISBN: 956-7359-18-0


Este Diccionario Biobibliográfico de escritores chilenos jóvenes y autoeditados reúne a los autores que respondieron a la convocatoria que hizo la Universidad Tecnológica Metropolitana (UTEM), a través del departamento de Humanidades dependiente de la Facultad de Humanidades y tecnologías de la Comunicación Social.

Este llamamiento se realizó en el mes de septiembre de 1999 a través de los medios de comunicación (escritos, radiales, cablegráficos, televisivos e Internet).
Ciento noventa autores y doscientos quince títulos estarán disponibles para la consulta del público y de los profesionales asistentes a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara FIL'99, en el stand de la UTEM -Autoeditados- Emergentes.

El trasgresor silenciado


Juan Emar (1893-1964)


El trasgresor silenciado
http://www.memoriachilena.cl



Juan Emar, seudónimo de Álvaro Yáñez Bianchi, irrumpió en la escena artística nacional asociado al grupo Montparnasse, formado por Henriette Petit, José Perotti, Luis Vargas Rosas, Manuel Ortiz de Zárate y Julio Ortiz de Zárate. Esta fusión de intelectuales se constituyó en el principal promotor de los cambios que experimentaría la plástica nacional en la década del veinte.

Al regresar de París, cuna de los vanguardistas latinoamericanos, comenzó a emplazar la -a veces atenuada- revuelta contra la institucionalidad artística chilena desde el diario La Nación, propiedad de Eliodoro Yáñez, su padre. Así, la masiva tribuna del periódico liberal acogió las Notas de Arte (1923-1925) para permitirle a Emar proclamar la necesidad de ruptura con el criollismo, que dominaba tanto la literatura como las artes plásticas en el anquilosado medio nacional. A través de sucesivas notas firmadas por él y/o sus representantes, fueron explicados los fundamentos de la protesta vanguardista que encabezaba. Luego de esta actividad, el autor desapareció del ámbito público por casi diez años.

Aunque la obra literaria de Juan Emar respondió a una evolución propia que empezó con el inédito "Torcuato" (1917), no fue sino hasta 1935 cuando comenzó a disputar territorio dentro del medio local. Durante ese año aparecieron Miltín 1934, Un Año y Ayer. Estas tres novelas desafíaron los códigos de representación del realismo dominante, al soportarse en estructuras fragmentarias y alegóricas. Éstas incluyeron, además, principios propios del cubismo y del futurismo europeo que las acercaron decididamente tanto a los planteamientos constructivistas, como también al creacionismo de Vicente Huidobro. Asimismo, los temas se desplegaron en amplios espectros, colmados de humor negro, ocultismo, inconsciente y erotismo. Más tarde, en 1937, apareció Diez, libro que vino a confirmar la radicalidad de su propuesta artística.

Incomprendido por la crítica de ese entonces, no fue sino hasta las décadas de los setenta y ochenta cuando tímidamente comenzó su rescate. Su obra reapareció bajo el rótulo de surrealista, kafkiana o incluso proustiana. Sin embargo, la vaguedad que exhibieron estos adjetivos recién fue resuelta a partir de los años noventa, cuando la abundancia de estudios críticos y referencias a su obra hicieron que su figura ocupara un puesto destacado dentro del canon alternativo que se ha ido estableciendo en la historia de la literatura chilena. Finalmente, la publicación de Umbral por parte de la Dibam en 1996, abrió amplias posibilidades a las futuras generaciones para hacerse cargo de su extenso legado.

Una guía humorística de Santiago, escrita en 1966








Mie 7 Mar 2007

Escrito por Luciano Ojeda en Libros de la ciudad
[3] Comentarios
En una feria de libros usados en Villarrica, durante el verano, encontré el libro que Tito Mundt publicó en 1966 con el título de “Guía humorística de Santiago”, editado por Zig-Zag en su Colección Viajes y Panoramas y que cuenta con entretenidos dibujos del notable Jorge Dahm, en un pequeño formato de 10 por 17 cm. y 86 páginas

El texto es una guía que, según su autor, pretende ir más allá de los planos, mapas, cuadros y estadísticas porque una ciudad está más allá de eso:

“Una ciudad tiene un alma y un rostro secreto que está escondido en sus esquinas y que hay que captar cuidadosamente para presentárselo a los extranjeros y turistas de paso.

Es mentira que Santiago sea fósil y sin vida. Que no tenga historia ni personalidad. Que sea frío y gris. Que nos aburramos en él. Que no haya nunca nada en sus calles y plazas. Que no se recuerde con nostalgia cuando estamos lejos. Y que, finalmente, no le deje un recuerdo imborrable a la gente nacida en otras partes y que ancló alguna vez al pie del pequeño Santa Lucía.”

Como está escrito hace ya más de 40 años es notable encontrar en él los tópicos de la ciudad, los mismos temas que discutimos hoy, los mismos problemas de toda ciudad, que se pretenden resolver ahora…



Sobre la locomoción colectiva en la ciudad, dice Mundt:

“Santiago tiene troles, buses y liebres. Además debería tener taxis, pero nadie sabe por qué, y a pesar de que existen cinco mil inscritos oficialmente, no hay forma humana ni divina de encontrar uno después de las siete de la tarde.

Hay horas geniales en esta ciudad: entre ocho y nueve de la mañana, entre una y dos de la tarde y entre siete y nueve de la noche. En esos tres lapsos no hay como subirse a un micro o a un trole. No hablemos de las liebres porque, aparte de que no se ha inventado nada más chico ni más incómodo en el mundo, el chofer que las maneja va generalmente tan de mal genio que no para en las esquinas y se limita a hacer un movimiento despectivo con los hombros. Cuando va de buen humor (dos días al año), está escuchando un partido de Colo Colo por la radio, por lo cual la atención al público es igualmente deficiente.”

Amén de revisar crítica y someramente los puentes del río, las estatuas, los cerros, algunos parques, los centenares de cines de la época, museos, teatros y la bohemia con sus actividades conexas, tiene unos párrafos más bien apocalípticos para un proyecto que llegaría a ser una de las joyas del transporte público actual, pero que en 1966 no era más que otro sueño modernizador: el Metro.

Al respecto señala:

“El gran sueño de los santiaguinos es tener un Metro al estilo de los de Londres, Paris, Madrid o Nueva York. Desde hace sesenta y seis años se está hablando del Metro y periódicamente se comenta a varias columnas en los diarios y en las radios. Claro que sería lindo que hubiera uno que corriera de este a oeste y de norte a sur con sus combinaciones respectivas, pero existe una pequeña falla, un minúsculo inconveniente que hay que tener en cuenta: el día que haya Metro y venga un terremoto, vamos a tener medio millón de victimas por parte baja”.



Sobre el autor

Tito Mundt era el seudónimo de Santiago Mundt Fierro que nació en Santiago el 4 de marzo de 1916. Estudió en el Colegio Alemán y en el Liceo de Aplicación y luego en la Universidad de Chile.

Hacia finales de los años 30 comenzó una larga y productiva carrera de periodista, que se extendió por 33 años, escribiendo para publicaciones como: “Zigzag”, “Ecrán”, “Vea”,”Ercilla”, “Margarita”, “Eva”, “Vea”, “La Tercera”, “Las Últimas Noticias”; “Siete Días”, “Pobre Diablo”, “La Nación”, “Topaze”, “Extra”, “La Tarde” y una infinidad de otras revistas y diarios nacionales y extranjeros. Siempre se destacó por su pluma ágil, liviana y dinámica. Mundt, como si eso fuera poco, incursionó en la radio como reportero y años más tarde también en la televisión, dedicándose también a la actuación.

Viajó por una treintena de países y entrevistó a notables personajes de su tiempo, “con su pipa y cámara fotográfica tan pronto estaba en Chile como en Japón, Francia, España, Nicaragua, Italia o Vietnam. Entrevistó a Churchill, Nixon y De Gaulle; también a Franco, Perón y Mao Tse Tung; así como a Edith Piaf, Frank Sinatra, y Rooselvelt”.

Fue Agregado Cultural en París entre 1952 y 1954. En 1957 recibió el Premio Nacional de Periodismo en la mención crónica. A fines de los años sesenta se trasladó a España, lugar donde finalmente se estableció

Estando de paso en Santiago, en 1971, y mientras preparaba un libro sobre el asesinato del Ministro Edmundo Pérez Zujovic, muere sorpresivamente en un trágico accidente: había terminado de almorzar en el restaurante Sportsman, situado en el duodécimo piso de la calle Estado 215, casi esquina de Agustinas. Como muchas veces antes, empezó a hacer ejercicios en los fierros del toldo de la terraza y en un accidente, imprudencia o mala maniobra, perdió el equilibrio y cayó al vacío. Un accidente terminó con su vida en la tarde del jueves 10 de junio de 1971.

Un gran cronista muerto en un accidente que debió haber estado en la Crónica Roja pero que ha pasado a formar parte de la mítica presencia de los bohemios en el antiguo oficio periodístico. El texto es casi una pieza de museo pero mantiene, a pesar de los 40 años transcurridos, la frescura de la crónica aguda y rápida. Es, además, una muy buena imagen del Santiago de mediados del siglo XX.


Mie 31 Ene 2007
Sobre la loca geografía de Chile
Escrito por Luciano Ojeda en Libros de la ciudad
1 Comentario
Hay un libro que si bien no tiene por objeto la ciudad de Santiago, ha caracterizado, ha inundado, la imagen que tenemos de Chile, y es de aquellos textos que más se cita que se lee. Se trata de “Chile o una loca geografía“, de Benjamín Subercaseaux Zañartu, a medio camino de un libro de aventuras a lo Julio Verne y una serie de artículos de la National Geographic Magazine.
El texto, escrito entre 1938 y 1943, con sus diferentes apéndices y prólogos explicativos, que tiene ya más de 20 ediciones, primero por la editorial Ercilla y luego por Universitaria, siempre ha estado precedido por un notable prólogo de la mismísima Gabriela Mistral en el que destaca el valor del libro y del autor, diciendo “Los contadores de patria cumplen de veras un acto de amor”. Incluso Gabriela Mistral se permite afirmar: “El destino de su libro me parece tan donoso que se lo envidio buenamente. Él servirá de guía al viajero, que hoy se llama legión, al que corre el país sin saber manejar otra cosa que sus barcos y pierde cien puntos técnicos de las comarcas y de la costumbre. Yo pensé alguna vez hacerme en un libro parecido al suyo el perro de Tobías que condujese a los cegatones propios y extraños por la bien hallada tierra chilena; quise volverme lazarillo “ganoso” que trotase al lado de los indigentes de fervor, cuando ellos caminan sin hazaña interna, es decir, sin hallazgo. Ahora yo sobro, amigo mío, porque su libro es sencillamente magistral.”
Benjamín Subercaseaux es un autor que fue conocido por su polémico temperamento y contradictorias actuaciones que causaron innumerables discusiones y ácidas críticas por sus juicios audaces y su franqueza inhabitual, no pasó inadvertido. Es comparado, en perspectiva, con otro de los “exigidores de la chilenidad”, el otro tábano de los chilenos autocomplacientes, Joaquín Edwards Bello.
El propio autor señala que para escribir su “Loca geografía” eligió la cuarta dimensión de la geografía para “lanzarme más allá del hombre mismo. Algunos llamarán psicológico al estudio que busca la realidad humana por encima de estas bases fundamentales…, no habría inconveniente para llamarlo también metafísico si nos viniera en gana… Lo que hemos realizado aquí es algo mucho más modesto e importante: hemos puesto a la Geografía - nuestra geografía - dentro de la vida, que es grande, y al alcance de la medida humana, que es pequeña.”
El libro, dividido en siete partes y un apéndice comienza “describiendo” la loca geografía chilena desde el momento del descubrimiento para seguir luego con una descripción de norte a sur. En la Cuarta Parte, llamada “El país de la montaña nevada”, se ocupa de Santiago. En su sección III titulada “Donde Santiago lo embrolla todo, haciendo hablar al turista” sostiene algunas de las frases más conocidas:
Hay un Santiago que sólo ve el turista. (Es muy importante)
Hay un Santiago del que vive en él.
Hay un Santiago de los que frecuentan sus campos y sus cerros.
Hay un Santiago de los que llegan por el sur; otro, de los que llegan por el norte.
Hay, por fin, un Santiago propio según el barrio en que vivimos.
No estaría de más recordar, también, el Santiago de los amigos de la Historia. Para ellos, la ciudad se limita a su decorado permanente, porque lo que existe en la actualidad - lo hemos dicho - no calza en absoluto dentro de su ensueño. Sólo la cordillera ha tenido la bondad de permanecer ahí, eterna e inmutable.






OFICIO DE VIVIR
Eugenia Brito
Editorial Cuarto Propio
2009



Por Raúl Hernández


Al adentrarme en este oficio de vivir, me encuentro con gestos que buscan un lugar, báquicas, convulsas, que contradictorias se ocultan y ruegan. Hay un demonio que mira con sorna y sin piedad. Hay locura y oraciones lóbregas como un cuarto sin ventanas ni puertas. La mujer cortesana y barroca, teme de su divinidad, cuando el perfume ya no es sabio ni calla lo que el cuerpo excede. La confirmación de su irrealidad la sepulta.

Esta convicta con los labios extremadamente finos, transitando las heridas y la sangre, pasea por la historia oscura. El habla es una cicatriz. Estar destronada como estar destrozada en la ciega noche. Delirando ante toda ceniza, cuando las calles son una fractura que hace de todo esto una declaración agonizante. Un lodazal cubriendo el mutismo secreto, ansiadas palabras que carcomen y tallan un cuerpo sin fe. La culpa, no la pena, la irremediable culpa.

Y cincelando los embates del dolor, se escoge de pronto, al unísono, el poema que nos arrastra hacia una muralla, como la amenaza de una estocada siempre profunda y fugaz, que logra una lágrima negra atrapada en el rostro del elegido. Los labios han sido profundamente dañados, como si este acto nos traspasara al fino evento del silencio. La carne de la boca es breve, pero los labios no forman silaba alguna. La ruta del deseo es un viaje letal, ambos signos han sido clavados en una piedra. La soga y el cadalso. La joven y el cautivo, son parte de todo este sacrificio.

Un cuchillo es parte del destino final de nuestro padecer. Así esparce las muecas elegidas por tantos caminos que son valles alucinados al despertar. De este modo, se inicia una acuarela funesta y certera, ante toda esta ceremonia del estremecimiento. Todo un poema que acaricia el césped doliente y bebe del agua de las lluvias. Hay un cuerpo que florece y refleja la sombra del recuerdo. Hay dos convulsas que retiran sus pañuelos. Es nuestro el desborde, dicen, y se disculpan. El habla cesa y hay una oración para la joven, una oración que dice: busca la deriva y decórate, el olvido no te excusará.

Todo un libro como una rosa negra que aparece tras los tibios soplos del pasado. Un libro trashumante que avizora el recuerdo de todo nuestro inicio y nos invita a la conmoción de un nacimiento. Un suceso que traspasa fronteras artificiales y que vorazmente, como una jaula, nos envuelve hacia el oficio de vivir. Es hermoso hundir el brazo en el acero, hasta encontrar el hueso violáceo. Observar nuestro rostro en el espejo, calcando la mirada, como una máscara sobre la piel.




MEMORIAS DEL NUEVO SIGLO: JÓVENES, TRABAJADORES Y ARTISTAS EN LA NOVELA CHILENA RECIENTE


Rubí Carreño Bolívar
Editorial Cuarto Propio
2009
172 páginas



Por Nicole Saffie
Un puente entre el rescate de la memoria y la globalización, es lo que construye el libro "Memorias del nuevo siglo: Jóvenes, trabajadores y artistas en la novela chilena reciente", de la profesora de la Facultad de Letras UC Rubí Carreño Bolívar. El texto es una invitación a leer nuestra historia literaria reciente, a partir de las novelas nacionales publicadas en la primera década del siglo XXI.

La autora analiza una buena cantidad de publicaciones, en las que surgen los personajes que durante el siglo pasado encarnaron los ideales de cambio social y revolución: los jóvenes, artistas y trabajadores. A partir de cada una de estas figuras, las que aportan sus evocaciones noveladas en la construcción literaria de las memorias del nuevo siglo, se ahonda en diferentes narrativas que responden a estas subjetividades.



De esta manera, Carreño revisa una diversidad de autores y textos, estructurados en tres series. La primera, que busca analizar a los jóvenes como personajes literarios, agrupa "Las películas de mi vida" (2003) de Alberto Fuguet, "La burla del tiempo" (2004) de Mauricio Electorat, "Diez de Julio Huamachuco" (2007) de Nona Fernández y "La vida privada de los árboles" (2007) de Alejandro Zambra, entre otros. Los trabajadores, por su parte, aparecen a través de títulos como "Santa María de las flores negras" (2002) de Hernán Riviera Letelier, "Sewell, luces y sombras" (2003) de María Eugenia Lorenzini y "Mano de obra" (2002) de Diamela Eltit. Los artistas, por su parte, están presentes en obras como "Tengo miedo Torero" (2001) de Pedro Lemebel, "Bonsái" (2007) de Alejandro Zambra" y "El inútil de la familia" (2004) de Jorge Edwards.

24/8/09


Fallece Matilde Ladrón de Guevara
Ago 23rd, 2009 | By Libros de Mentira | Category: Portada
Un nuevo deceso sacude al mundo de las letras, esta ocasión la poeta y novelista autora de “Y va a caer” (1986), falleció el sábado 22 de agosto a las 20hrs. Noticia vía: Milenio.com


La escritora chilena Matilde Ladrón de Guevara murió la noche de ayer en el Hospital Militar en Santiago, donde permaneció internada cerca de tres semanas, lapso en el que, a raíz de una fractura de cadera, se le detectó el cáncer que le costó la vida.

Los restos de la poeta, que cumplió 99 años el pasado 18 de agosto, serán velados este lunes en la sede de la Sociedad de Escritores de Chile (SECh), donde se le rendirá tributo a quien fuera una figura de la vida cultural del país desde mediados del siglo pasado.

Candidata al Premio Nacional de Literatura en 2006, Matilde fue cercana a Pablo Neruda, que le prologó uno de sus poemarios, fue amiga de Gabriela Mistral (madrina de su hija Sybila) y pariente de la madre de Ernesto “Che” Guevara, a quien conoció en Argentina.

Nacida el 18 de agosto de 1910, Matilde Ladrón de Guevara fue madre de Sybila Arredondo, antropóloga chilena, que estuvo detenida en Perú, por 14 años, en cárceles de alta seguridad por una supuesta relación con Sendero Luminoso.

En diciembre de 2002, cuando su hija salió en libertad en entrevista con La Nación declaró: “Estos catorce años de espera me han destrozado el alma. Yo ahora me quiero morir en cualquier momento”.

Además de poeta y novelista fue cronista, periodista, como corresponsal de la desaparecida revista chilena Ecrán en Hollywood y política, como una de las fundadoras del Partido Femenino a mediados de los años 40.

Luego de publicar en 1948 el poemario “Amarras de Luz”, su primer libro, se concentró en la literatura, rubro en el que destacan “Mi patria fue su música” (1953), novela inspirada en un romance que sostuvo con el pianista Walter Gieseking.

También “Adiós al cañaveral” (1962), crónica donde contrapone las figuras del “Che” Guevara y del líder cubano Fidel Castro, y “Madre soltera” (1966), donde aborda la maternidad fuera del matrimonio, un tema tabú para la época.

8/5/09

La cesantìa hecha Poesìa.


Poemas Cesantes

Cuatro años antes, Raúl publicó Poemas Cesantes, contando las historias de su búsqueda del empleo. En una itinerancia de entrevistas de trabajo y ocio, aparece esta obra, que también es publicada por la editorial La Calabaza del Diablo.

- ¿Por qué se te ocurrió plasmar esta etapa de la búsqueda de empleo?
- Era una época de cesantía, pero me había ganado la beca de la Fundación Neruda y tenía 60 mil pesos mensuales. A mí me interesaba mucho la imagen del cesante digno, de ese que no alega mucho y no es por tímido, sino porque no considera que ese estado vaya a afectar mucho su vida. Entonces ahí está ese cesante, que puedo ser yo y puede ser cualquiera. Y circula por la ciudad. En Poemas Cesantes traduzco una fotografía que transita al igual que en Paraderos Iniciales, en donde la poesía es un camino, una carretera.

- ¿Pareciera que el espacio de desplazamiento, de cambio de estado, de movimiento, es sello de tu poesía?
- Puede ser. Pero no es algo que esté pensado. Con estos dos libros me siento conforme, porque no tuve el apuro de escribir bajo esa ansiedad juvenil que todos tenemos en algún momento. Estos dos libros fueron trabajados, hubo talleres, experiencias de vida, altos y bajos. Les di muchas vueltas. No porque el poema sea un gran poema que vaya a cambiar algo, sino por que me interesa que el libro tenga una dignidad propia, que el poema pueda hablar. Fueron dos trabajos intensos y logrados para mí. Ahora viene otro libro, Huérfanos. Ese libro es un conjunto de poemas que vengo escribiendo desde 1999 hasta ahora y algunos poemas han aparecido en antologías. En este caso no hay un concepto central como en los otros dos libros. Son poemas huérfanos que se han escrito en la calle, quizás ese es el punto en común.

- ¿Te interesan los barrios?
- Si, en ese sentido los libros que he escrito han sido geográficos. De recorridos. Está la clara intención de apropiarse, de apoderarse del sentido del lugar. Por ejemplo, Poemas Cesantes es un libro sanmiguelino, escrito en la comuna de San Miguel. En cambio, Paraderos Iniciales es un libro de San José de Maipo. Ahora estoy escribiendo desde el Barrio Yungay y la calle Huérfanos ha sido un eje central de mi escritura en la ciudad.


Decir mucho en pocas palabras

- ¿Tu poesía es breve, por que?
- Siempre me ha interesado el poema breve, más bien como un trabajo interno, como un arte después del evento cotidiano, como una fractura momentánea que puede incluso dislocar un momento, una sensación. A veces escribo de manera más extensa y otras veces no. Y este poema breve va ligado con la imagen y la experiencia. De ahí sale todo. Aunque la experiencia pueda ser fatal y demoledora.

- ¿Finalmente quisiera saber cuáles son las inspiraciones y esperanzas que te mueven en la poesía?
- En esos términos me gustaría que la poesía la pueda leer cualquier persona común y corriente, en cualquier lugar, no sólo en ambientes académicos o en encuentros de poesía. Estoy consciente que la escritura poética no está supeditada a ser comprendida necesariamente, pero hay un problema de círculo cerrado que hay que despercudir. Ahí está la tradición oral de los taitas, por ejemplo, de la cual se puede aprender por generaciones. Habrá que esperar.

Esperando el autobùs


Paraderos Iniciales, paraderos de retorno, de las idas y las vueltas. Y las esperas. Y esperar que el tiempo quede, que las imágenes no se tuerzan. Raúl Hernández, un poeta de las calles y avenidas que se apropió de la realidad, de los finales y los comienzos, en viajes de microbús. Buscando las miradas para generar una arquitectura literaria hecha a mano. Esencialmente a mano, por la sencillez de su versos, por las imágenes de un presente sin tiempo.

En abril lanzó su último libro Paraderos Iniciales, editado por La Calabaza del Diablo, y escrito con una beca del Consejo Nacional del Libro, que le permitió recorrer en pasos y versos a San José de Maipo. Se detuvo en las imágenes de decenas de viajes que dieron vida a esta obra de sabores simples, pero duraderos.

Aquí comienza una conversación difícil de plasmar. Para mí, la más difícil.

- ¿Cuándo comienza esto de crear Paraderos Iniciales?
- El libro parte como una búsqueda de ser un forastero que recorre los rincones de un paisaje, con la clara idea de encontrar una sanación. Comencé a sentir este espíritu, esta necesidad de encontrar un lugar como escapatoria, luego de pasar instancias oscuras en la cual todo se había vuelto sucio y desprolijo en el demonio citadino. En San José de Maipo descubrí que podía escapar y, de pronto, comienzo a conocer gente y a descubrir que ese lugar había sido visitado por otros escritores, como Eduardo Barrios o Juan Emar. Y ahí parto con el viaje. Un viaje interior para estar bien, después de estar mal. Mirar desde el paradero, recibir esa sensación que sucede mientras esperas el bus. Y vivir esa espera.

- ¿Y llegaste a los Paraderos Iniciales?
- No sé si llegué, pero quería buscar en mi escritura esos paraderos, que fuera asumiendo esa búsqueda. Y también ver esa otra esfera. Yo sentía que lo lograba en ese lugar, que estaba lleno de mitos que me llevó a todo ese estado inicial.

-He escuchado a otros escritores que dicen, que cuando toman determinadas temáticas o se inspiran en ciertos espacios, tiene mucho que ver con su identidad, personalidad, con sus experiencias. Y tú mencionaste el tema de los mitos. ¿Cuál es la relación entre esos mitos y tu propia vida?
- Yo creo que ahí me entero del proceso del mito. Está ese rol del poeta, como decía Jorge Tellier, de “guardián del mito”, que es esta situación única que se hace necesaria de contarla y traspasarla a través del tiempo. El libro no habla sólo de esa naturaleza, habla de mi experiencia como autor, que quizás puede ser mi voz poética y también un asunto interno, de hacer lo mínimo con el confín.

- Tu obra no sólo abarca la dimensión literal, sino también gráfica. ¿Cómo es la lectura que le das al orden de tus versos? ¿Por qué dibujas con ellos?
- Con este libro ocupo particularmente distintos comienzos y cada partida la está haciendo otra voz. Son voces que están allí y lo plasmo. Paraderos Iniciales es una obra que se escribe en el camino, como libro de experiencias, y ahí parte la visualidad del paisaje y los espacios que ocupa el poema, desde esta experiencia de viaje, de forastero.

- Tu obra provoca nostalgia. De repente, el poema queda corto y el lector querría seguir interpretándolo. ¿Es lo que querías provocar, un paradero inicial para un viaje individual de lectores?
- Me interesa que el lector pueda continuar el poema. Porque de repente hay poemas que son muy breves y el lector claramente puede seguir interpretándolo. Me interesa las anotaciones al pasar, que es memoria y lente. Fotografía y experiencia. Olor y sonido. Paraderos Iniciales es un libro de tránsito y yo creo que esa es la temática del libro. Es un reencuentro conmigo mismo. Es un libro nostálgico, que no va dirigido a un amor romántico directamente o a una desilusión, sino que es un reencuentro como persona y como escritor. Y me interesa, sin duda, esa conexión con los lectores. Y si se quiebra un vaso, me gusta que se escuche, que se vea esa imagen, esa simpleza de la conmoción.

- ¿Cuándo supiste que se terminaron los Paraderos Iniciales? ¿Cuándo decidiste que ese poema sería el último del libro?
- Yo había comenzado tomando mate y jugando solitario en el paradero. El libro tiene varias partes y todo fue viajar. Cuando escribo el último poema del libro, lo escribo en ese mismo paradero. Y pasa que no quedó ningún poema fuera del libro y sucedieron justamente en orden cronológico. Lo más gratificante, sin duda, fue la escritura. Estar ahí, disfrutar esta soledad, que no mata, una soledad buscada. Estar más sano, más curado de todo este demonio, todo este padecer, toda esta rabia que veo en una botillería, cuando alguien se entromete y pide cigarros y te arrebatan un momento y se genera una pelea. La etapa de escribir el libro fue una etapa señera. Y una experiencia extraña al percatarme que después un sentimiento funesto pude escribir de forma más clara.

3/5/09

Amanecer después de la tormenta




Sobre Flamenco es un sueño, de Carlos Almonte

Por Lucía Cánobra


Este libro es una escena, tal vez diez, tal vez cientos, todas adheridas, inseparables, todas hechas trizas, mojadas por el agua de tormenta y los sudores fríos y opacos. Este libro es pesadumbre en vuelo. Tal como arrecia el ángulo perdido de un faro a la distancia. Entre olas furiosas, llenas de espuma -hecha de rabia- o sangre –a caudal-; llenas de ira, tristeza y resignación. La tormenta arrecia a ratos. El temblor es incesante, a través de inquietantes melodías, vuela el ave hacia su final, hacia su miseria. El ave (también lugar, pintura, baile y lenguaje) sabe dónde encontrar su más cruel destino, lo disfruta, lo rechaza, pero a pesar de todo, lo busca sin dudar. El espectador, vacío ya, no sabe si esconderse, huir o regresar; solidaridad, acaso, con la confusión vital del ser perplejo, ebrio de desierto, agotado de amar, enfermo y desahuciado. La ropa hecha jirones, emergiendo de entre remolinos gigantescos; camina en círculos, recrimina, grita al cielo, muestra el puño, cae, tropieza, vuelve a caer, se ensimisma, se ensaña en el discurso, también a través de acciones increíbles, pesadumbres, delirio entre las rocas, delirio sobre la arena, delirio al absorber el sabor cactáceo de tamices en llanuras gigantescas; acciones torpes, según el código incivil, acciones nimias o triviales, hasta detestables, pero nunca innobles.

Este libro es otra escena, una conocida, acaso demasiado, y sin embargo pocas veces enfrentada de manera tan feroz, tan espaciosa, oscura de nocturnidades, oscura de ignominias, el desencanto, la inacción, meditación terrible hacia el final de toda ciénaga. Cuesta el día, alguna tarde, una visita a aquel lugar enorme, deshabitado hasta el extremo, cargando un peso insoportable, aunque bello, claro, diáfano como un dolor que vive, o sobrevive, bajo la tormenta.

Este libro es la escena última, el necesario abismo y posterior reconstrucción, aunque, en realidad, no se trate más que de un atisbo, una visión lejana; a pesar de esto suena a sanación. No podemos terminar en medio de la nada -o sí- parece ser la conclusión. Un final entero, rígido y veraz como el desierto mismo. Una escena de gaviotas, de humedad limpia, de probar la arena y otear el horizonte mientras amanece un nuevo día, en que tal vez, sólo tal vez, comience una extraña vida nueva, inadvertido en el dolor, desengañado hasta del propio desengaño, asumido, atento; como si supiera que otro paso no resiste, como un recurso de defensa en el momento justo.

Nace un nuevo día; el horizonte se amanece entre gaviotas y una débil esperanza.

3/4/09


Reseña al último libro de Bertoni

El propósito o antipropósito que tiene Claudio Bertoni de publicar cada año al menos un libro, más que una pretensión editorial, a sus lectores atentos y desocupados, se nos presenta como una expectativa de lectura, de provocación y vouyerismo; condición que sólo sorteamos cada vez que nos hacemos de un nuevo ejemplar suyo, como algo casi natural dentro de las lecturas pendientes. Acaso reconociendo las mismas coordenadas que tiene diseñada la forma de su producción, en todas las variantes genéricas (poemas, crónicas, prosa, diario de vida, cartas, fotografías) con las que Bertoni ha desplegado/desintegrado su obra, por más de treinta años de un oficio ininterrumpido.

El ojo de Bertoni que no ha pestañado ante una realidad, que se decide a abarcar desde los más vastos campos de la visión, hasta la microscopía más cotidiana y vulgar. Ampliación y reducción. Entregado, uno, al principio redentor de toda poesía, lograr crear con las palabras; y, dos, también conseguir la anulación total de su objetivo, al traslucir y desnudar radicalmente el recurso de la intimidad. Bertoni sabe que la poesía no es personal, y con eso logra zanjar su exposición, dejando en claro que su poesía es (re)producida como una consecuencia natural de (todo) lo humano. El hombre es un animal que escribe, convengamos, es una bestia salvaje e indomable que desbordado en emociones, carnalidad y espiritualidad, no pone límites a ese flujo, impedido de abarcar dentro suyo aquello que urge por vaciarse. Como si los placeres culpables pudieran borrarse del mundo, al menos, mientras son descritos, Bertoni queda o sale redimido en su apuesta.

Y es que Bertoni no transita por los planos de lo etéreo, sino que resuelve encontrar en el aquí y en el ahora, bajo el temple contemplativo del zen, el valor –incluso– de las miserias posmodernas. Así, se impone transcribir el lenguaje cotidiano, los residuos del habla, como si en ese mismo registro muriera cualquier otra intención comunicativa. Decir es escribir, y poetizar cada minuto es una actividad posible, un ejercicio de estilo que define su proyecto, ya no sólo literario, sino que artístico-creativo.

En esta última entrega, Piden sangre por las puras, retoma el mismo pulso que ha venido desarrollando. Y hace de la razón una motivación más digna para detallar-desentrañar, sin temor ni mezquindad, el suspendido diario de vida que ha venido editando y publicando, impugnando la cita de Beckett: “Rápido, antes de llorar”, donde recogiera sus vivencias-escritas de mediados de los ’70. Este poemario actual, dividido parcialmente en segmentos, se hace más certero separarlo en cuatro momentos: los poemas de París en su época de viajero vagabundo; la continuación del diario de vida; algunos recocidos del bellísimo Harakiri y los libros posteriores; hasta una elegía a lo mundano, fisuras del tempus fugit, bañado por un monólogo interior que no se explicaría de otro modo que no fuera la representación de la vida misma, esta mise en scène bertoniana, con que cierra el libro, bajo el nombre críptico “Bach”, y que pareciera querer arrastrarnos con ella.

Es un hecho que Bertoni no para, y que cada libro es una ventana abierta por donde se cuela lo mejor de ese recorte del mundo que muchas veces no vemos. Un poeta que roba besos y torsos y rostros y piernas y senos con su cámara a la altura de la pelvis. Un lente que es extensión de su oído, de sus mejillas pecosas, su pelo encanecido por el descuido de vivir suspendido en el tiempo, por sobre la derrota, la ruina y la perdición.

Bertoni no lee en público, no asiste a lecturas poéticas, no presenta a nadie, ni mucho menos lanza sus propios libros. Es la consecuencia absoluta de la obra por sobre el autor, pese a lo contradictorio que pueda parecernos, la misma materialidad de su escritura.

Claudio Bertoni es, con sobradas razones, uno de los poetas vivos más interesantes y propositivos en Chile, ya que no sólo es capaz de satisfacer a sus seguidores, sino que también de convertir en fans a las generaciones más jóvenes que llegan a entender, de qué modo vivir más que un acto de fe, es una provocación a la muerte desde y por la poesía. La mejor forma de mirar tranquilos la catástrofe y aún seguir sonriendo.

23/12/08

La elocuencia de los gestos.



por Daniela Azanja *

El Gesto Elocuente

Gerardo De Oscar


Diciembre 2008.


Según su definición ,el cuento es una historia breve y concisa, la presentación de la unidad dramática y de acción se concentra en un único punto de interés. Este axioma resume las ideas más comunes que afectan a estos conceptos, pero sin dejarnos atrapar por este dogma diríamos que los cuentos de Gerardo De Oscar, escritor uruguayo radicado en Chile, cumplen perfectamente con la explicación de la enciclopedia.
La habilidad de escribir cuentos es un cúmulo de experiencia, buscar la precisión y la escrupulosidad, la contienda contra lo redundante y superfluo. Claro que cada autor instaura sus objetivos personales, constituye sus propios confines y encara sus propios pensamientos acerca de lo que escribe. Los cuentos de Gerardo de Oscar Y Araujo no se parecen a nada de lo que haya leído antes, ni por estilo, ni por género. Al decir de sus propias palabras El Gesto Elocuente es como una caja de bombones surtidos, hay de todo”. Efectivamente, las narraciones de este libro no se parecen uno al otro, como si cada uno de ellos fuese escrito por una mano diferente, lo cual es de admirarse. Sin duda el sello que distingue a De Oscar de todos los demás escritores es su carácter multifacético, irónico, critico, tomando clichés para despedazarlos, inspirado de una gran capacidad de perturbar a ciertos lectores, hacer reflexionar a otros y a todos ellos divertir con su multi-estilo. Cada cuento del Gesto Elocuente nos ofrece secretamente su propia definición, nutridos todos ellos de ironía, críticas, simbolismos, pero sin dejar de lado el objetivo primordial del libro: el de regocijar.

7/12/08

NN : LA PALABRA CINCELADA SOBRE EL AGUA




Por Dolan Mor*
Revista Eclipse nº 10. Universidad de Zaragoza, Facultad de Filosofía y Letras
Junio de 2008



Uno lee NN de Julio Espinosa Guerra (Chile, 1974) como si descifrara una fórmula lírica, escrita no sólo con las manos, sino, y sobre todo, con los dedos de la reflexión. Uno entra en las cuatro habitaciones de este poemario (“NN”, “Agua”, “Muestrario” y “Currículum vitae”) y se acuerda de las palabra que escribió el boliviano Víctor Montoya en El arte de escribir cuentos breves: “ escribir...es como grabar un verso...en un anillo de bodas”.

Y es que este libro, galardonado con el IX Premio Hispanoamericano de Poesía Sor Juana Inés de la Cruz, exige del lector no sólo la llave de Joan Brossa para abrir la puerta inicial y entrar, como un simple voyeurista en sus páginas, sino que nos ordena en la mente el conocimiento ya aceptado de que cada laberinto conduce a otro laberinto, de que cada piedra levantada para avanzar dentro de la casa nos lleva a otra piedra, a otro obstáculo mayor.

“Busco en el diccionario / la palabra hoja / y sangra / la hoja”, dice el poeta para unir como un orfebre la realidad con el signo y definir esa señal discursiva, semántica, de aire o sonido lingüístico sobre el papel; como aparece el enigma en algunos suelos de las catedrales góticas, para llevarnos en dirección al misterio de la creación del lenguaje poético.

Pero el poeta en el libro de Espinosa sabe antes de empezar a escribir, antes de cincelar la piedra, que todo oficio heredado o viaje como escriba conduce hacia una habitación vacía y hermética: “Crear palabras / puerta / ventana / ladrillos / paredes / candados / Pero me pasan una llave / que no abre / ninguna cerradura”.

¿Qué puede hacer el artista si ha nacido para levantar hacia el abismo de las letras su condición insalvable de Sísifo? ¿Por qué la realidad lo supera, inefable? “No alcanza / es que no alcanza / la palabra casa no alcanza / ni la palabra julio / ni la palabra violín me alcanza / Ni siquiera con la palabra arañazo alcanzo la realidad”.

Y sin embargo, el poeta lo intenta, una y otra vez, porque ese es su divine punishment. “Meto la mano al fondo del idioma / y no encuentro más que una pelusa / densa y asquerosa / que no se ha barrido / en siglos”.

Entonces el vate deja de ser telúrico, lo idealiza al menos, busca el camino del agua, como Caronte quiere ser intermediario, viajar con su discurso de un sitio conocido a otro desconocido, pero el idioma de la realidad se desvanece o se multiplica en errores y dificultades junto a su oficio vano: “Tanto soñar con la otra orilla / tanta cosa absurda / tanta palabra / para al final descubrir / que debajo del río hay otro río. Este / imposible de cruzar”.

Y es que NN lleva escrito en sus aguas desde el inicio que no hay otro discurso que el silencio escrito: “Ser como el grillo / y su canto / Permanecer oculto / en las esquinas / de la casa / y decir tanto / con tan poco”. Porque a eso es, para Julio Espinosa, a lo que debemos aspirar: a recorrer como muertos, callados, las habitaciones líquidas del idioma, aunque nos extraviemos desde el anonimato, desde la parquedad.

Para Julio, debemos conformarnos con tejer el hilo de Ariadna, no la salida hipotética hacia la realidad porque ella, la realidad, es para el artista de la pluma como el viento: etérea, imposible: “Poder tejer / no la araña / sino la red invisible / de los movimientos de su tela”.

Pero, ¿no le queda acaso al poeta el camino de la metamorfosis? ¿”Cambiar de lenguaje / como la serpiente / cambia de piel?” El poeta Espinosa lo intenta, incluso quiere ser otro sujeto desde su yo biográfico, pero sabe que la metamorfosis que le aguarda es sólo el acto de imaginar que sueña un sueño y que ese estado imaginario es una vigilia sin sentido, “soñar que nunca digo nada”, o tal vez es el eco (pienso ahora mientras escribo esta reseña) de aquella otra frase que dijera Víctor Montoya en su arte de escribir : “Me volví otra vez y salí de prisa, sin dejar más palabras que el silencio a mis espaldas” y sin grabar, por supuesto, ni un solo verso en el anillo.




* Dolan Mor (Cuba, 1968) ha publicado los libros de poemas El plagio de Bosternag (2004), Las historias de Jonathan Cover (2005), Seda para tu cuello (2006), Nabokov's Butterflies (2007) y Los poemas colonados de Anny Bould (2008). Además ha obtenido los premios Miguel Labordeta de Poesía (2007) y Delegación del Gobierno de Aragón (2006). Su obra ha sido antologada en Los chicos están bien: poesía última (2007) y Las cuatro puntas del pañuelo: poetas de la diáspora. Desde 1999 vive exiliado en España.

28/11/08

El tigre de la memoria




Juan Mihovilovich
-escritor-

“…el partir nunca es un acto solitario/cuando la sombra del viajero se mece/
En la luna de otros lares /va con él la dispersa memoria…” (Lejos de Natales I)


Ese mamífero animal feroz y sanguinario, físicamente similar a un gato domestico cualquiera, nos sirve de antecedente visual para incursionar en estas páginas desencantadas y melancólicas del poeta natalino, amparado quizás, en esa suerte de desgarro visceral que sólo el poderoso animal interior que lleva (mos) a cuestas puede ocasionar.

La memoria de Hugo Vera es un estilete dolido y punzante de las circunstancias, del vuelo a ras de suelo, de quien carga sobre sí el peso de la poesía como arma de defensa o de ataque, que suele postergar la agonía de vivir, lúcido y consciente, de soñar siempre y de morir a cada instante, con una soledad congénita e inmisericorde, que arrastra tras de sí la causa y el efecto de rasguñar la felicidad en un reiterado intento de descubrir la belleza hasta en el triste repaso de su propia definición personal: …/soy el ejemplar más triste del universo/todo es enorme y vasto desierto/la vida anulada y el león acechando a su presa…/ (Primeras impresiones). O bien, la reiteración de la negación individual, la descripción de la absoluta desesperanza de alguien que pasa por la existencia sumando los fracasos y traumas en una sucesión de imágenes castradoras, que terminan por retornar a una infancia estigmatizante implícita, en una especie de sueño postrero, un sueño que pareciera el advenimiento de la salvación y que, no obstante, es apenas la consolidación del fracaso: …”pero ayer sucedió lo increíble…/de repente el cielo se abre y una nave espacial se posa sobre una mata de calafate/ bajan de allí mis profesores de escuela cantándome la canción del fracasado./ (Serás un fracasado o no serás nada).

La pesadez de existir recrudece con el obligado transito de un ser vivo, humanamente vivo y condenado a ser el mejor testigo de su inevitable descenso hacia la muerte, mientras surge un deseo imperioso y voraz: … ¡ah que ganas de vaciar mi cabeza!/ tantos rostros, calles, inviernos…/ Esa necesidad de olvidar y de olvidarse, de subsumirse en la negación de ser o de sustraerse al inevitable acopio de una memoria que se alza inclaudicable frente al vano intento de no ser su esclavo: …el tigre de la memoria incansable trabaja/ de sol a luna de luna a mar./ Y a su pesar, el desenlace está ahí, próximo, al interior de la propia conciencia, obnubilándola, socavando los sentidos como una expedición fúnebre: … continúo esta marcha inexorable/ con la muerte en mis bolsillos/. (El tigre de la memoria)

Por todo el libro se vierte la idea de una paradoja: el poeta Hugo Vera es presa del tigre misterioso disfrazado de presencia retentiva, de imágenes que lo asaltan sin aviso, de ideas preconcebidas en un plano de subjetividad acuciante: …/puerto natales no debiera llamarse puerto natales…/ (La vaca de mi tía Manuela). Es cierto, no debiera ser lo que parece ser. La presencia física que envuelve el entorno no es sino la idea del paraíso extraviado, y en su recuerdo feliz (la felicidad se parece a la salud, mencionó alguien: se sabe que existe cuando algo comienza a fallar en el organismo) el pueblo natal debiera llamarse… carreta, trompo, pelota número cinco, trencito a bories…Pero, he ahí la paradoja insinuada: la tragedia de la memoria está en sucumbir a los embates que la propia memoria genera, sólo que en la idea de vida transitada lo rescatable subyace en la evocación inocente, en la actitud primigenia, en aquello que lo salva –a veces- de no sucumbir al paso de las horas, los días y los años con su mochila de agobiante soledad. Tal vez por eso la imagen del tigre feroz esté asociada a la mansedumbre del gato doméstico, que algún día inició el viejo cuento de vivir intuyendo que en la casa abandonada sobrevivirá su memoria virginal como una perenne invitación al retorno.

Una poesía releída que nos invita a defendernos de los solapados inviernos que anidan las moradas oscuras del deseo…

Una poesía de verdad, auténtica, escrita con el desgarro visceral del poderoso animal interior que Hugo Vera Miranda saca a pasear de vez en cuando…o a la inversa…y que por lo mismo, se agradece.

28/10/08

Profeta en otras tierras


La escritora Carla Guelfenbein, que acaba de lanzar su novela "El resto es silencio", reconoció que le molestan los cuestionamientos a su pluma que a menudo debe enfrentar en Chile, por el sólo hecho de ser literata de carácter internacional.

"Es difícil, porque existe todavía ese prejuicio de que si tú eres superventas no escribes literatura y yo creo que ese es el gran problema. Ser superventas es maravilloso primero porque te traducen, viajan, pero por otro lado hay personas que ponen en cuestión la calidad de tu literatura por el hecho de ser leída (de manera masiva)", dijo a Una Nueva Mañana.

"Me parece increíble que todavía tenga que dar explicaciones al respecto cuando yo creo que estoy publicada en las mejores editoriales de Europa, que sólo publican literatura entonces porque aquí en Chile, en mi país, que yo quiero tanto, tengo que decir dando estas explicaciones", indicó.

De todas formas agradeció estar en un sitial de privilegio en cuanto a las preferencias de los lectores, lugar en el que dijo solamente hay colegas suyos como Hernán Rivera Letelier, Pablo Simonetti, Marcela Serrano, Isabel Allende y Roberto Ampuero, entre otros.

"El resto es silencio" es la historia de una familia moderna que vive día tras día marcada por la incomunicación. Su tercera novela tiene como discurso del desamor de la pareja madura, el reencuentro de la pasión erótica y el dolor de la pérdida familiar con el lenguaje lúdico y desprejuiciado de los niños.

31/3/08

Las editoriales no están privilegiando la calidad







Es más editado y conocido en México, y aunque él dice que por una parte se debe a su gran mercado –sólo en la capital azteca hay 22 millones de habitantes- también reconoce –y se queja-, de lo complicado que resulta publicar en Chile. “Las editoras grandes –que son tres o cuatro- tienen poca iniciativa frente a la literatura nacional, como que son agencias para la edición en Chile de los grandes best-sellers mundiales que publican en España o México. Esto atenta contra el escritor nacional, que quiere abrirse camino. Las editoriales chicas también están muy atrapadas.”

Agrega que existe una escasa o nula posibilidad de distribución internacional, a lo que se une al “gran pragmatismo” que exhiben las casas editoras y que las lleva a privilegiar las posibilidades de venta por sobre la calidad. En este panorama poco alentador destaca el carácter de Lom Ediciones, “por el importante cátalogo que ha logrado tener en estos pocos años.”

Señala que hay mucha literatura que es rechazada, que no logra traspasar las puertas de las editoriales y que es muy buena. Para mayor abundamiento le cuenta a la conductora de Vuelan las Plumas, Vivian Lavín, que hace tiempo que le da vueltas a la idea de publicar una antología con los mejores cuentos de grandes escritores chilenos olvidados, libro que dice sería un verdadero aporte al conocimiento y difusión de estos valores literarios. Sin embargo, dice, no hay ninguna editorial que hasta el momento se interese por un libro de este tipo. Queda lanzada la idea...

Poli Délano ha vivido muchos años en México, de niño y de adulto. De niño tuvo la suerte de conocer muy de cerca al poeta Pablo Neruda, cuando vivió con él en la quinta “Rosa María”. Su padre –el escritor Luis Enrique Délano- y Neruda, eran cónsules de Chile en la capital azteca y compartieron esta gran casona donde Poli convivió con el poeta, al que recuerda como “muy divertido y bromista”. Cuenta que una vez que salieron a tirar flechas cerca de las pirámides de Teotihuacán, con un arco que Neruda le había comprado en la ciudad de Nueva York, se llevó una sorpresa mayúscula cuando comprobó que una de estas flechas había atravesado, medio a medio, a una culebra. Atónito, Poli-niño le preguntó a Neruda qué significaba eso. Y el poeta le respondió tranquilamente : “Es el azar”. “Era la primera vez que escuchaba esa palabra y me quedó dando vueltas y el azar ha seguido siendo una preocupación para mí”, dice.

Policarpo y Neruda

Esta gran riqueza que representó su relación de niño con el poeta, la volcó en su libro “Policarpo y el tío Pablo”, publicado bajo el sello de Random House-Mondadori y que presentó hace pocos días también en México. “Son siete historias que saqué de mis recuerdos, entre las que está también aquella del Tejón traicionero”. Este cuento relata la historia de un tejón que llevó el poeta a la Quinta Rosa María y que mordió a medio mundo, entre ellos a Poli, quien debió pasar una Navidad en una clínica, herido por este insaciable carnívoro.

Dice que este libro es su aporte a este año de homenajes al poeta. Es la mirada de un niño “y yo tuve la suerte, o la ocasión, de ser ese niño”, añade. Y agrega que Neruda ya se ha convertido en un personaje de ficción. La obra de Skármeta –Ardiente paciencia, que se convirtió en la exitosa película El cartero de Neruda- y la del joven escritor Cristián Barrios –El tango el viudo- son ejemplos de esta nueva dimensión del vate.

Délano también se refirió n a su relación con dos grandes escritores mexicanos que están teniendo mucho que ver con Neruda, por las actividades relacionadas con el centenario del natalicio del poeta. Carlos Fuentes, quien acaba de participar como jurado del Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda, y el primer ganador del galardón, otorgado recién este martes, el escritor José Emilio Pacheco.

De este último dice: “Somos amigos casi desde que yo llegué a México, es una persona prácticamente de mi generación y muchas veces estuvimos juntos en actividades literarias y antes de que se lo dieran me hice una terna de los posibles ganadores, en la que incluí al nicaragüense Ernesto Cardenal, al argentino Juan Gelmann y al mexicano José Emilio Pacheco. Me alegro mucho y lo felicito muy cordialmente. Me encanta su poesía”, dice.
De Carlos Fuentes señala que “es uno de los grandes narradores de nuestro continente. Lo conocí en 1962 y desde entonces hemos sido amigos. He sido admirador y seguidor de su obra y tengo dentro de ella mis preferencias. Me gustan mucho sus primeras novelas, entre ellas Las buenas conciencias, y La región más transparente, una novela de mucho nervio, rápida, compleja, novela que empieza a cambiar la dirección de la narrativa latinoamericana y en la que reconozco influencias de Willliam Faulkner.

Y sobre la influencia de la narrativa norteamericana en su propia escritura, Délano no duda en adjudicarle un papel fundamental. “Mis maestros y los de una buena parte de mi generación fueron los narradores norteamericanos de los años ’30 y ’40 . Ellos nos mostraron cómo escribir sin tiesuras, sin almidón, sin gomina, sin solemnida.”

Luis Enrique Délano y Lola Falcón.

Délano también se refirió a sus padres, el escritor Luis Enrique Délano y la fotógrafa Lola Falcón. Dice que los libros de su padre se reeditan periódicamente y este año saldrán nuevas reediciones, entre ellas, algunos tomos de su autobiografía. De su madre, la gran fotógrafa Lola Falcón, recuerda que “fue una persona que agarró la cámara y no la soltó más”. Tuvo el azar, dice, de vivir durante el siglo XX en zonas que revistieron mucha importancia, como el París de los años 20, el París de Picasso, de Hemingway, de Fitzgerald; vivió en el México post Cárdenas, cuando ya se había fraguado la Revolución mexicana; vivió en la China de Mao. “Tuvo una gran geografía que captar con su lente y ella andaba siempre con su máquina”. Dice que el año pasado se hizo una exposición y este año también se realizará una nueva muestra de su arte, la que anunciará oportunamente para los auditores de Vuelan las Plumas

Délano se refirió también a su posición -como prolífico escritor- entre el cuento y la novela. Sobre el primero dice que no le apasiona tanto como la novela –aunque le gusta mucho- ya que esta última no la puede terminar de una vez, como hace con el cuento, y así, señala, tiene la grata posibilidad de vivir y estar más tiempo con ese mundo y esos personajes en particular.

Dice que no relee sus obras y que a veces le ha tocado hablar sobre sí mismo y ahí relee para saber cuál personaje está en cuál de sus obras y así no equivocarse. Cuenta que su última novela la escribió en un mes y medio, con seis horas de trabajo diarias , y gastó más tiempo en trabajarla y pulirla. Añade que no escribe para un público especial ni tiene en su mente al lector. “Sólo escribo”, dice.

La prolífica pluma de Délano ha dado vida a libros como Gente solitaria (1960) Amaneció nublado(Chile, 1963),Vivario (Chile, 1971), Cambio de máscara (Cuba, 1973), Como buen chileno (Argentina, 1973), Sin morir del todo (México, 1975), Dos lagartos en una botella (México, 1975), Veinticinco años y algo más (Chile, 1985), Como una terraza en la quebrada (Chile, 1987), Un leopardo en la cumbre de un volcán (Cuba, 1989), Cuentos escogidos (México, 1994), Cuentos (Chile, 1996), Solo de Saxo(México,1998); las novelas Cero a la izquierda (Chile, 1966), En este lugar sagrado (México, 1977 - primera edición), Piano-bar de solitarios (México, 1983-primera edición), El hombre de la máscara de cuero (Chile, 1984- primera edición), Como si no muriera nadie (Chile, 1987), Casi los ingleses de América (Chile, 1990), Muerte de una ninfómana (Chile, 1996, Lom), Humo de trenes (Chile, 1997), La cola (México, 1999) y Este banco del parque, su última novela hasta la fecha y publicada por Mondadori en el 2002.

3/8/07

El Mejor de su generaciòn ,y el Dolor de no tenerlo màs


ROBERTO BOLAÑO (1953-2003)




BIOGRAFÍA

En el Cementerio de Les Corts, en Barcelona, serán incinerados hoy (16:07:03) los restos del escritor chileno Roberto Bolaño, quien murió anteanoche en esa ciudad, a los 50 años, debido a una grave enfermedad hepática que desde hace dos semanas lo tenía hospitalizado y a la espera de un transplante de hígado.

Siguiendo la voluntad del multipremiado autor, quien imaginaba su funeral como “una ceremonia vikinga”, sus cenizas serán llevadas a Blanes (localidad costera en la que vivió durante más de veinte años) para ser arrojadas al Mediterráneo por su hijo Lautaro.

Escritor nacido en Santiago de Chile, Bolaño ha llevado una existencia trashumante. A los 15 años estaba viviendo en México, donde comenzó a trabajar como periodista. En el 73 regresó a su país y pudo presenciar el golpe militar. Se alistó en la resistencia y terminó preso. Unos amigos detectives de la adolescencia lo reconocieron y lograron que a los ocho días abandonase la cárcel. Se fue a El Salvador: conoció al poeta Roque Dalton y a sus asesinos. En el 77 se instaló en España, donde ejerció (también en Francia y otros países) una diversidad de oficios: lavaplatos, camarero, vigilante nocturno, basurero, descargador de barcos, vendimiador. Hasta que, en los 80, pudo sustentarse ganando concursos literarios.

A Roberto Bolaño el reconocimiento le llegó tarde, pero seguro. Apenas hace ocho años que ppodía vivir de la literatura, ya que antes se dedicó a ejercer todo tipo de profesiones para sobrevivir, pero ahora parece haberse instalado definitivamente en el a menudo poco lucrativo oficio de escribir. Aunque su pasaporte lo califique de chileno, lo cierto es que Bolaño ha vivido en cualquier parte menos en Chile: Estados Unidos, México y finalmente España han sido sus residencias. A Barcelona llegó también a causa del azar, ya que se disponía a ir a trabajar a Suecia, pero la enfermedad de su madre, residente en España, hizo que fuera al país a visitarla y cuidarla. Barcelona le sedujo entonces, con su atmósfera de liberación política y sexual, y se enamoró de ella. Y en ella aprendió muchas cosas, como a no vivir rodeado exclusivamente de gente relacionada con la literatura. Actualmente vivía en Blanes, en la Costa Brava.

En 1993 publicó la novela La pista de hielo, y en 1996 La literatura nazi en América, una serie de bibliografías de escritores afines a las ideas de Hitler escritas con todo detalle y totalmente inventadas tomando la idea de las Vidas imaginarias de Marcel Schwob. Con ella logró a sus 43 años ser aclamado por la crítica. Después publicó Estrella distante, una novela con la que consolidó la reputación recién adquirida, y el libro de cuentos Llamadas telefónicas, que le consagró como uno de los mejores escritores contemporáneos de Hispanoamérica. Los premios le llegarían poco después, con su siguiente novela Los detectives salvajes, publicada en 1998, que le valió el Premio Herralde, el Premio del Consejo de Chile en 1999 y el Premio Rómulo Gallegos en el mismo año. Este último fue sin duda el de mayor importancia, ya que lo han logrado escritores ilustres como García Márquez o Vargas Llosa y está considerado como el Nobel latinoamericano. Los detectives salvajes, que el editor Jorge Herralde calificó de "thriller wellesiano", está protagonizada por dos hombres embarcados en la búsqueda durante 20 años de una escritora mexicana desaparecida durante la revolución, y contiene rasgos autobiográficos. La novela se desarrolla en multitud de países: Liberia, Israel, Angola, Francia, Estados Unidos, España... y representa a una generación nacida en los años cincuenta a la que une un cierto nomadismo, la entrega a ideales revolucionarios, el deseo de cambiarlo todo y la utopía de la revolución. Posteriormente Bolaño publicaría las novelas Amuleto, en 1999, y Monsieur Pain, en el mismo año, y el poemario Los perros románticos en el 2000. Amuleto es otra aclamada novela; está constituida por el monólogo visionario de Auxilio Lacoture, la madre de todos los poetas de México, y es un homenaje a los estudiantes víctimas de la matanza de la plaza de las Tres Culturas.. Su última obra hasta la fecha es el libro de relatos Putas asesinas, publicado en el 2001.

Con los premios que se le han otorgado se ha reconocido finalmente la gran capacidad de fabular de Bolaño, su agudo y negro sentido del humor y su gran cultura idiomática, fruto de las estancias en varios países de América Latina. Su estilo ha sido descrito como seguro, elegante y desenvuelto, con una estética de lo singular y lo excéntrico y una exploración de vidas y mundos excepcionales. El autor resulta mucho más lacónico al describir sus obras, y por ejemplo habla de Los detectives salvajes como "una novela de aventuras con sexo, drogas y rock & roll". Y es que Bolaño es admirador de los beatniks y fanático de Lou Reed, pero también devoto de Borges y Cortázar, con quienes algunos críticos gustan de compararle. Y su imaginación y sentido del humor quedan reflejados en las frecuentes trampas o bromas literarias que suele hacer en sus libros, como por ejemplo el hecho de hacer aparecer al personaje final de Literatura nazi en América, Ramírez Hoffman, en el libro Estrella distante, pero en esa ocasión con el nombre de Wieder, que en alemán quiere decir "otra vez". Estas triquiñuelas ayudan a Bolaño a sobrellevar las horas de escritura que cualificaba en una entrevista de "solitarias y a menudo aburridas", a la vez que demuestran que él concibe, aunque insiste en que es de manera humilde, el conjunto de su obra en prosa e incluso una parte de su poesía como un todo. Un todo estilístico y argumental, donde los personajes aparecen y desaparecen para dialogar entre sí. Y para enriquecer igualmente las vidas de los lectores.


BIBLIOGRAFIA

Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce, en colaboración con Antoni
García Porta, 1984
La pista de hielo, Planeta, 1993
La literatura nazi en América, Seix Barral, 1996
Estrella Distante, Anagrama, 1996
Llamadas telefónicas, Anagrama, 1997
Los detectives salvajes, Anagrama, 1998
Amuleto, Anagrama, 1999
Tres, El Acantilado, 2000
Los Perros Románticos, Lumen, 2000
Monsieur Pain, Anagrama, 2000
Nocturno de Chile, Anagrama, 2000
Putas asesinas, Anagrama, 2001


ESTUDIOS SOBRE ROBERTO BOLAÑO



Los poetas chilenos luchan contra el fascismo. Prólogo y selección: Sergio Macías, Berlín RDA, Comité Chile Antifascista, 1977.
Lara y Epple, Chile: poesía de la resistencia y el exilio, Editorial Ámbito Literario, Barcelona,1978.
Chile: poesía de las cárceles y el destierro. Madrid, Ediciones Conosur, 1978. (Serie cultura 1).
Paula Edwards, Antonio Gil, Armando Rubio, Ricardo Willson y otros: Poesía para el camino. Antología. Unión de Escritores Jóvenes. Santiago, Nueva Universidad, 1977.
Poetas chilenos de hoy. Selección de Daisy Benett y Ariel Fernández. Santiago, Ediciones Tamarugal, 1977. Tomo 1.
Teresa Calderón, Mili Fischer, Álvaro Inostroza, Natasha Valdés y otros: Uno por uno. Algunos poetas jóvenes. Santiago, Editorial Nascimento, 1979.
José Luis Rosasco: "La generación del setenta" en Atenea 436 (Concepción, segundo semestre, 1977).
Alfonso Calderón: Antología de la poesía chilena contemporánea. Santiago, Editorial Universitaria,
1970.
Poesía joven de Chile. Selección y Prólogo de Jaime Quezada. México, Siglo XXI, 1973. (Colección Mínima Nº 63).
Nueva poesía joven en Chile. Selección, ordenamiento y notas de Martín Micharvegas. Buenos Aires, Ediciones Noé, 1972.


PREMIOS:

Herralde (1998),
Rómulo Gallegos (1999)
Premio Literario internacional Ciudad de San Sebastián (1997)


1/8/07


¿Escritores olvidados?

por Susana Boéchat*



Cuando leí la convocatoria de un conocido Congreso de Escritores, no era mi intención hablar sobre este tema y las connotaciones que implican los términos escritores olvidados, sino referirme a la obra de una escritora de la Generación del 70, no conocida ,ni difundida suficientemente. Pero “el diablo metió la cola” como dice el dicho popular y esta amiga se consideró ofendida al ofrecerme para hablar sobre su obra, ya que consideraba que ella era suficientemente conocida y reconocida en su ciudad natal. Frente a la autoestima de mi amiga sobre la valoración de su propia obra y las limitaciones del concepto escritor olvidado, decidí escribir algunas reflexiones al respecto; hacerme preguntas, tal vez sin respuestas ciertas, repleta de interrogantes que quiero compartir con Uds.

Primeramente registro el significado de olvido en el Diccionario de la Lengua Española. Cito textualmente: del latín oblitus: falta de memoria o cesación del recuerdo que se tenía de una cosa o persona//cesación del cariño que se tenía//descuido de algo que debía tenerse presente.

O sea se presume que alguien o algo ha existido pero que está en una zona gris, guardada en el inconsciente pero que no aflora en el tiempo presente a nuestra memoria. Me llamó la atención la expresión “cesación de cariño, descuido”.Quiero detenerme en esta acepción. ¿Acaso no es un descuido, un cese de amor de nuestra parte no rememorar a grandes escritores desaparecidos? Estos cuestionamientos me hicieron pensar sobre los límites semánticos del “olvido “y “lo olvidado”.Por otra parte “el olvido “conlleva otros vocablos bordeando sus límites: los de “memoria” y “recuerdo”.

En la antigüedad, tal como opina el estudioso español José Luis Catalán Bitrián, existieron mitos acerca de la memoria, como por ejemplo las series dedicadas a MNEMOSINE entre los griegos. Platón, en su República, nos habla de una versión, de tradición pitagórica, en la que las almas de los muertos beben en el agua del Leteo y así ocurre que olvidan sus vidas anteriores antes de renacer. Este mito apunta a la experiencia de renacimiento que implica recordar. Efectivamente, eran una práctica común en los círculos pitagóricos los ejercicios de memoria para recordar los sucesos diarios y así llegar a tener presente la vida transcurrida, incluso vidas anteriores, como una forma, atenuada si se quiere, de inmortalidad.

Paralelamente a las distintas construcciones mitológicas se desarrollaba en Grecia una tecné del recuerdo, de la que representa un hito Simónides, con su arte de ordenar el material a memorizar de los discursos en el ágora. Se hacía cada vez más decisivo el desarrollo de la nemotecnia en la medida que se complicaba la cultura. Estas técnicas fueron retomadas por la tradición latina y más tarde por la escolástica.

En cada momento histórico, por supuesto, la función de la memoria se ha visto según las coordenadas socio-intelectuales del momento.

Es imprescindible tener en cuenta que todo lo que se olvida o se recuerda tiene que ver con lo que nos está interesando hacer en el presente. No existe túnel del tiempo. La memoria no es un video literal sino una especie de habilidad cinematográfica de resumir lo sucedido de una manera verosímil. El pasado se recrea cada vez que recordamos. Recordar es una forma de representarnos algo que sabemos. Las imágenes del pasado son representaciones. La memoria no refiere sólo a lo que una persona aislada pretende archivar, sino que también puede ser colectiva.

Me referiré en forma concreta a escritores argentinos que pueden ser considerados olvidados o no, de acuerdo a las representaciones que tengamos como lectores. El término “olvido “incluye a integrantes de generaciones tan importantes como la de Boedo (1920), de la cual se rescatan del historial bibliográfico sólo algunos nombres que siguen mencionándose tan sólo en medios radiales, sobre todo en el género poético. Hemos rescatado sin embargo a ARLT, que por suerte sigue vigente en representaciones teatrales y producciones cinematográficas. Existen actualmente dos producciones inspiradas en él, que figuran en la cartelera de espectáculos en la ciudad de Bs As:”OREJITAS PERFUMADAS”, en el teatro Presidente Alvear y “TEATRO A CIEGAS”, con “La isla desierta”, en la ciudad cultural Konex. El mismo Mallea, en el “Grupo Florida”, coetáneo de Borges, es poco conocido para el gran público y su nombre sigue apareciendo tímidamente en diarios de primera línea, alejado del conocimiento del gran público, en suplementos culturales como “La Nación” del que fue colaborador asiduo.

De los que cultivaron poesía se hace más notorio el olvido. ¿Quién recuerda a Banchs y Conrado Nalé Roxlo, a pesar de que los de mi generación los recitábamos, memorizando sus versos en la escuela primaria o secundaria? Hasta figuras no tan alejadas en el tiempo, como la gran santafecina Amelia Biagioni no escapan a la no memoria.¿Quién conoce su poesía que no sea del ambiente literario o de su suelo santafecino?

Se recuerda a Alfonsina Storni cuyo suicidio atrajo más la mirada sobre su obra, incluso de neófitos, inmortalizada en la piedra y en la canción. En el ámbito americano, ¿quién compra poesía del gran ensayista Octavio Paz, con versos espléndidos por su lenguaje y filosofía?

En la narrativa sucede algo semejante. Un caso cercano es Isidoro Blainstein, Soriano, Dal Masseto, que sólo son buscados en las librerías por conocedores. Con respecto a Di Benedetto, se ha anunciado este mes la reedición de sus cuentos, una película recién estrenada, se inspiró en su obra “Los suicidas”, pero ¿qué pasa con su obra cumbre, la novela ZAMA?

Al gran público le entusiasma el best-seller, el libro de Autoayuda o de Psicología en recetas, aunque sin embargo son de gloria efímera en esta postmodernidad vertiginosa del cambio constante, los éxitos y fracasos súbitos y delirantes. Borges y Sábato son reconocidos allende las fronteras argentinas. Bioy Casares, se halla, en difusión, un paso atrás.

En poesía, quedan algunos reductos combatientes contra el Olvido y a favor de la Memoria: alguna audición radial, cafés literarios donde generalmente los asistentes se conocen entre sí y “cambian figuritas”: “hoy te toca leer a vos, la otra semana a mí, la otra a Fulanito, donde se lee poesía contemporánea actual en un esfuerzo denodado de publicidad y permanencia. A veces, contadas veces, y de vez en cuando, y no en todos, se leen versos de algún gran poeta. Pero no nos equivoquemos, son sueños utópicos que se estrellan frente a una realidad apabullante: la gente en su mayoría no lee como en décadas pasadas. La lectura ha sido avasallada por la imagen. Si alguien compra del gran público, elige un bestseller o ensayo político escandaloso. No nos engañemos tampoco con las cifras fabulosas de recaudación de la Feria del Libro de Bs As. Se trata de la venta de un gran número de textos escolares, best-sellers y ejemplares de literatura infanto-juvenil; sin embargo debemos recalcar que la Poesía y las Revistas Literarias, en el 2006 tuvieron un lugar, un pabellón aparte y bien ubicado.

Señalamos que tampoco son moneda segura para la Memoria los cargos políticos o gremiales a los que acceda en vida un escritor. Además debemos delimitar el concepto de escritor “reconocido” en oposición al “olvidado”. ¿Cuál es en realidad? ¿El conocido por todo el pueblo? ¿El identificado con una nacionalidad? ¿El recordado en críticas y – o artículos especializados en las revistas literarias y en los suplementos culturales de los principales diarios del país? ¿El que es estudiado en escuelas y universidades? ¿Aquel cuyos libros se venden mucho en nuestras librerías? Si se trata de esto último, no sé si se pueden contar con los dedos de las dos manos los escritores que venden suficientemente para mantenerse económicamente con la escritura. A mi entender son importantes los libros y antologías publicadas de cualquier género. La oralidad, según mi criterio, no es una forma permanente de transmisión a no ser lo ocurrido con obras excepcionales entroncadas con la historia como fueron en España los cantares de gesta y romances, y en nuestro país el género gauchesco, trasmitido primero oralmente antes de su plasmación cumbre en el “Martín Fierro”.

Creo también útil para la Memoria la obra difusora de las revistas literarias, los suplementos culturales de todos los diarios, capitalinos y del interior del país, los boletines informativos de asociaciones literarias. La lengua escrita, desde el principio de su aparición, asegura la permanencia. También creo en la tecnología que permite una mayor comunicación y permite la presencia de páginas web personales, diarios y revistas cibernéticas que se suman a las impresas. La tecnología, en suma, ayuda, y no es competitiva con lo impreso; sirve para complementar, para aunar esfuerzos contra el olvido.

En otros países han tratado de fortalecer la Memoria del pueblo hacia sus escritores con acciones originales, dignas de destacar. En España existe una institución llamada Centro de Estudios de la Reforma, cuya sigla es CER, que se ocupa de los escritores olvidados en cada región de España y hacen exposiciones de sus obras (esto sucede en Cataluña, Galicia, Valencia, Extremadura, Castilla, León y Andalucía).

En Brasil, en Río Grande do Sul, en Porto Alegre y zonas aledañas, cercanas a las colinas, se escriben en las paredes, en fechas especiales, poemas de sus escritores, para ser leídos por todo el pueblo. En Chile se recuerda a los grandes poetas Pablo Neruda y Gabriela Mistral en billetes impresos de moneda nacional, de circulación corriente y permanente. He visto en México (Distrito Federal), comprar libros de autores latinoamericanos, por parte de gente del pueblo, en las secciones de librerías muy completas, adjuntas a los kioscos en las principales avenidas de la ciudad.

En Internet, figura una obra literaria que se ocupa del tema, titulada “El común olvido “de Silvia Mohillo, donde se esboza una esperanza, ya que su comentarista, Tamara Kamezián nos habla de la esperanza de un encuentro entre el que espera y el otro:”se puede decir que aún cuando no se acordó ninguna cita o justamente por eso, existe la sensación permanente de que alguien, irremediablemente va a acudir. El gran poeta español Luis Cernuda se refirió al tema que tratamos en el siguiente poema, escrito en 1931:

DONDE HABITE EL OLVIDO
Donde habite el olvido
en los vastos jardines sin aurora;
donde yo sólo sea
memoria de una piedra sepultada entre ortigas
sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.