23/12/08

La elocuencia de los gestos.



por Daniela Azanja *

El Gesto Elocuente

Gerardo De Oscar


Diciembre 2008.


Según su definición ,el cuento es una historia breve y concisa, la presentación de la unidad dramática y de acción se concentra en un único punto de interés. Este axioma resume las ideas más comunes que afectan a estos conceptos, pero sin dejarnos atrapar por este dogma diríamos que los cuentos de Gerardo De Oscar, escritor uruguayo radicado en Chile, cumplen perfectamente con la explicación de la enciclopedia.
La habilidad de escribir cuentos es un cúmulo de experiencia, buscar la precisión y la escrupulosidad, la contienda contra lo redundante y superfluo. Claro que cada autor instaura sus objetivos personales, constituye sus propios confines y encara sus propios pensamientos acerca de lo que escribe. Los cuentos de Gerardo de Oscar Y Araujo no se parecen a nada de lo que haya leído antes, ni por estilo, ni por género. Al decir de sus propias palabras El Gesto Elocuente es como una caja de bombones surtidos, hay de todo”. Efectivamente, las narraciones de este libro no se parecen uno al otro, como si cada uno de ellos fuese escrito por una mano diferente, lo cual es de admirarse. Sin duda el sello que distingue a De Oscar de todos los demás escritores es su carácter multifacético, irónico, critico, tomando clichés para despedazarlos, inspirado de una gran capacidad de perturbar a ciertos lectores, hacer reflexionar a otros y a todos ellos divertir con su multi-estilo. Cada cuento del Gesto Elocuente nos ofrece secretamente su propia definición, nutridos todos ellos de ironía, críticas, simbolismos, pero sin dejar de lado el objetivo primordial del libro: el de regocijar.

7/12/08

NN : LA PALABRA CINCELADA SOBRE EL AGUA




Por Dolan Mor*
Revista Eclipse nº 10. Universidad de Zaragoza, Facultad de Filosofía y Letras
Junio de 2008



Uno lee NN de Julio Espinosa Guerra (Chile, 1974) como si descifrara una fórmula lírica, escrita no sólo con las manos, sino, y sobre todo, con los dedos de la reflexión. Uno entra en las cuatro habitaciones de este poemario (“NN”, “Agua”, “Muestrario” y “Currículum vitae”) y se acuerda de las palabra que escribió el boliviano Víctor Montoya en El arte de escribir cuentos breves: “ escribir...es como grabar un verso...en un anillo de bodas”.

Y es que este libro, galardonado con el IX Premio Hispanoamericano de Poesía Sor Juana Inés de la Cruz, exige del lector no sólo la llave de Joan Brossa para abrir la puerta inicial y entrar, como un simple voyeurista en sus páginas, sino que nos ordena en la mente el conocimiento ya aceptado de que cada laberinto conduce a otro laberinto, de que cada piedra levantada para avanzar dentro de la casa nos lleva a otra piedra, a otro obstáculo mayor.

“Busco en el diccionario / la palabra hoja / y sangra / la hoja”, dice el poeta para unir como un orfebre la realidad con el signo y definir esa señal discursiva, semántica, de aire o sonido lingüístico sobre el papel; como aparece el enigma en algunos suelos de las catedrales góticas, para llevarnos en dirección al misterio de la creación del lenguaje poético.

Pero el poeta en el libro de Espinosa sabe antes de empezar a escribir, antes de cincelar la piedra, que todo oficio heredado o viaje como escriba conduce hacia una habitación vacía y hermética: “Crear palabras / puerta / ventana / ladrillos / paredes / candados / Pero me pasan una llave / que no abre / ninguna cerradura”.

¿Qué puede hacer el artista si ha nacido para levantar hacia el abismo de las letras su condición insalvable de Sísifo? ¿Por qué la realidad lo supera, inefable? “No alcanza / es que no alcanza / la palabra casa no alcanza / ni la palabra julio / ni la palabra violín me alcanza / Ni siquiera con la palabra arañazo alcanzo la realidad”.

Y sin embargo, el poeta lo intenta, una y otra vez, porque ese es su divine punishment. “Meto la mano al fondo del idioma / y no encuentro más que una pelusa / densa y asquerosa / que no se ha barrido / en siglos”.

Entonces el vate deja de ser telúrico, lo idealiza al menos, busca el camino del agua, como Caronte quiere ser intermediario, viajar con su discurso de un sitio conocido a otro desconocido, pero el idioma de la realidad se desvanece o se multiplica en errores y dificultades junto a su oficio vano: “Tanto soñar con la otra orilla / tanta cosa absurda / tanta palabra / para al final descubrir / que debajo del río hay otro río. Este / imposible de cruzar”.

Y es que NN lleva escrito en sus aguas desde el inicio que no hay otro discurso que el silencio escrito: “Ser como el grillo / y su canto / Permanecer oculto / en las esquinas / de la casa / y decir tanto / con tan poco”. Porque a eso es, para Julio Espinosa, a lo que debemos aspirar: a recorrer como muertos, callados, las habitaciones líquidas del idioma, aunque nos extraviemos desde el anonimato, desde la parquedad.

Para Julio, debemos conformarnos con tejer el hilo de Ariadna, no la salida hipotética hacia la realidad porque ella, la realidad, es para el artista de la pluma como el viento: etérea, imposible: “Poder tejer / no la araña / sino la red invisible / de los movimientos de su tela”.

Pero, ¿no le queda acaso al poeta el camino de la metamorfosis? ¿”Cambiar de lenguaje / como la serpiente / cambia de piel?” El poeta Espinosa lo intenta, incluso quiere ser otro sujeto desde su yo biográfico, pero sabe que la metamorfosis que le aguarda es sólo el acto de imaginar que sueña un sueño y que ese estado imaginario es una vigilia sin sentido, “soñar que nunca digo nada”, o tal vez es el eco (pienso ahora mientras escribo esta reseña) de aquella otra frase que dijera Víctor Montoya en su arte de escribir : “Me volví otra vez y salí de prisa, sin dejar más palabras que el silencio a mis espaldas” y sin grabar, por supuesto, ni un solo verso en el anillo.




* Dolan Mor (Cuba, 1968) ha publicado los libros de poemas El plagio de Bosternag (2004), Las historias de Jonathan Cover (2005), Seda para tu cuello (2006), Nabokov's Butterflies (2007) y Los poemas colonados de Anny Bould (2008). Además ha obtenido los premios Miguel Labordeta de Poesía (2007) y Delegación del Gobierno de Aragón (2006). Su obra ha sido antologada en Los chicos están bien: poesía última (2007) y Las cuatro puntas del pañuelo: poetas de la diáspora. Desde 1999 vive exiliado en España.

28/11/08

El tigre de la memoria




Juan Mihovilovich
-escritor-

“…el partir nunca es un acto solitario/cuando la sombra del viajero se mece/
En la luna de otros lares /va con él la dispersa memoria…” (Lejos de Natales I)


Ese mamífero animal feroz y sanguinario, físicamente similar a un gato domestico cualquiera, nos sirve de antecedente visual para incursionar en estas páginas desencantadas y melancólicas del poeta natalino, amparado quizás, en esa suerte de desgarro visceral que sólo el poderoso animal interior que lleva (mos) a cuestas puede ocasionar.

La memoria de Hugo Vera es un estilete dolido y punzante de las circunstancias, del vuelo a ras de suelo, de quien carga sobre sí el peso de la poesía como arma de defensa o de ataque, que suele postergar la agonía de vivir, lúcido y consciente, de soñar siempre y de morir a cada instante, con una soledad congénita e inmisericorde, que arrastra tras de sí la causa y el efecto de rasguñar la felicidad en un reiterado intento de descubrir la belleza hasta en el triste repaso de su propia definición personal: …/soy el ejemplar más triste del universo/todo es enorme y vasto desierto/la vida anulada y el león acechando a su presa…/ (Primeras impresiones). O bien, la reiteración de la negación individual, la descripción de la absoluta desesperanza de alguien que pasa por la existencia sumando los fracasos y traumas en una sucesión de imágenes castradoras, que terminan por retornar a una infancia estigmatizante implícita, en una especie de sueño postrero, un sueño que pareciera el advenimiento de la salvación y que, no obstante, es apenas la consolidación del fracaso: …”pero ayer sucedió lo increíble…/de repente el cielo se abre y una nave espacial se posa sobre una mata de calafate/ bajan de allí mis profesores de escuela cantándome la canción del fracasado./ (Serás un fracasado o no serás nada).

La pesadez de existir recrudece con el obligado transito de un ser vivo, humanamente vivo y condenado a ser el mejor testigo de su inevitable descenso hacia la muerte, mientras surge un deseo imperioso y voraz: … ¡ah que ganas de vaciar mi cabeza!/ tantos rostros, calles, inviernos…/ Esa necesidad de olvidar y de olvidarse, de subsumirse en la negación de ser o de sustraerse al inevitable acopio de una memoria que se alza inclaudicable frente al vano intento de no ser su esclavo: …el tigre de la memoria incansable trabaja/ de sol a luna de luna a mar./ Y a su pesar, el desenlace está ahí, próximo, al interior de la propia conciencia, obnubilándola, socavando los sentidos como una expedición fúnebre: … continúo esta marcha inexorable/ con la muerte en mis bolsillos/. (El tigre de la memoria)

Por todo el libro se vierte la idea de una paradoja: el poeta Hugo Vera es presa del tigre misterioso disfrazado de presencia retentiva, de imágenes que lo asaltan sin aviso, de ideas preconcebidas en un plano de subjetividad acuciante: …/puerto natales no debiera llamarse puerto natales…/ (La vaca de mi tía Manuela). Es cierto, no debiera ser lo que parece ser. La presencia física que envuelve el entorno no es sino la idea del paraíso extraviado, y en su recuerdo feliz (la felicidad se parece a la salud, mencionó alguien: se sabe que existe cuando algo comienza a fallar en el organismo) el pueblo natal debiera llamarse… carreta, trompo, pelota número cinco, trencito a bories…Pero, he ahí la paradoja insinuada: la tragedia de la memoria está en sucumbir a los embates que la propia memoria genera, sólo que en la idea de vida transitada lo rescatable subyace en la evocación inocente, en la actitud primigenia, en aquello que lo salva –a veces- de no sucumbir al paso de las horas, los días y los años con su mochila de agobiante soledad. Tal vez por eso la imagen del tigre feroz esté asociada a la mansedumbre del gato doméstico, que algún día inició el viejo cuento de vivir intuyendo que en la casa abandonada sobrevivirá su memoria virginal como una perenne invitación al retorno.

Una poesía releída que nos invita a defendernos de los solapados inviernos que anidan las moradas oscuras del deseo…

Una poesía de verdad, auténtica, escrita con el desgarro visceral del poderoso animal interior que Hugo Vera Miranda saca a pasear de vez en cuando…o a la inversa…y que por lo mismo, se agradece.

28/10/08

Profeta en otras tierras


La escritora Carla Guelfenbein, que acaba de lanzar su novela "El resto es silencio", reconoció que le molestan los cuestionamientos a su pluma que a menudo debe enfrentar en Chile, por el sólo hecho de ser literata de carácter internacional.

"Es difícil, porque existe todavía ese prejuicio de que si tú eres superventas no escribes literatura y yo creo que ese es el gran problema. Ser superventas es maravilloso primero porque te traducen, viajan, pero por otro lado hay personas que ponen en cuestión la calidad de tu literatura por el hecho de ser leída (de manera masiva)", dijo a Una Nueva Mañana.

"Me parece increíble que todavía tenga que dar explicaciones al respecto cuando yo creo que estoy publicada en las mejores editoriales de Europa, que sólo publican literatura entonces porque aquí en Chile, en mi país, que yo quiero tanto, tengo que decir dando estas explicaciones", indicó.

De todas formas agradeció estar en un sitial de privilegio en cuanto a las preferencias de los lectores, lugar en el que dijo solamente hay colegas suyos como Hernán Rivera Letelier, Pablo Simonetti, Marcela Serrano, Isabel Allende y Roberto Ampuero, entre otros.

"El resto es silencio" es la historia de una familia moderna que vive día tras día marcada por la incomunicación. Su tercera novela tiene como discurso del desamor de la pareja madura, el reencuentro de la pasión erótica y el dolor de la pérdida familiar con el lenguaje lúdico y desprejuiciado de los niños.

31/3/08

Las editoriales no están privilegiando la calidad







Es más editado y conocido en México, y aunque él dice que por una parte se debe a su gran mercado –sólo en la capital azteca hay 22 millones de habitantes- también reconoce –y se queja-, de lo complicado que resulta publicar en Chile. “Las editoras grandes –que son tres o cuatro- tienen poca iniciativa frente a la literatura nacional, como que son agencias para la edición en Chile de los grandes best-sellers mundiales que publican en España o México. Esto atenta contra el escritor nacional, que quiere abrirse camino. Las editoriales chicas también están muy atrapadas.”

Agrega que existe una escasa o nula posibilidad de distribución internacional, a lo que se une al “gran pragmatismo” que exhiben las casas editoras y que las lleva a privilegiar las posibilidades de venta por sobre la calidad. En este panorama poco alentador destaca el carácter de Lom Ediciones, “por el importante cátalogo que ha logrado tener en estos pocos años.”

Señala que hay mucha literatura que es rechazada, que no logra traspasar las puertas de las editoriales y que es muy buena. Para mayor abundamiento le cuenta a la conductora de Vuelan las Plumas, Vivian Lavín, que hace tiempo que le da vueltas a la idea de publicar una antología con los mejores cuentos de grandes escritores chilenos olvidados, libro que dice sería un verdadero aporte al conocimiento y difusión de estos valores literarios. Sin embargo, dice, no hay ninguna editorial que hasta el momento se interese por un libro de este tipo. Queda lanzada la idea...

Poli Délano ha vivido muchos años en México, de niño y de adulto. De niño tuvo la suerte de conocer muy de cerca al poeta Pablo Neruda, cuando vivió con él en la quinta “Rosa María”. Su padre –el escritor Luis Enrique Délano- y Neruda, eran cónsules de Chile en la capital azteca y compartieron esta gran casona donde Poli convivió con el poeta, al que recuerda como “muy divertido y bromista”. Cuenta que una vez que salieron a tirar flechas cerca de las pirámides de Teotihuacán, con un arco que Neruda le había comprado en la ciudad de Nueva York, se llevó una sorpresa mayúscula cuando comprobó que una de estas flechas había atravesado, medio a medio, a una culebra. Atónito, Poli-niño le preguntó a Neruda qué significaba eso. Y el poeta le respondió tranquilamente : “Es el azar”. “Era la primera vez que escuchaba esa palabra y me quedó dando vueltas y el azar ha seguido siendo una preocupación para mí”, dice.

Policarpo y Neruda

Esta gran riqueza que representó su relación de niño con el poeta, la volcó en su libro “Policarpo y el tío Pablo”, publicado bajo el sello de Random House-Mondadori y que presentó hace pocos días también en México. “Son siete historias que saqué de mis recuerdos, entre las que está también aquella del Tejón traicionero”. Este cuento relata la historia de un tejón que llevó el poeta a la Quinta Rosa María y que mordió a medio mundo, entre ellos a Poli, quien debió pasar una Navidad en una clínica, herido por este insaciable carnívoro.

Dice que este libro es su aporte a este año de homenajes al poeta. Es la mirada de un niño “y yo tuve la suerte, o la ocasión, de ser ese niño”, añade. Y agrega que Neruda ya se ha convertido en un personaje de ficción. La obra de Skármeta –Ardiente paciencia, que se convirtió en la exitosa película El cartero de Neruda- y la del joven escritor Cristián Barrios –El tango el viudo- son ejemplos de esta nueva dimensión del vate.

Délano también se refirió n a su relación con dos grandes escritores mexicanos que están teniendo mucho que ver con Neruda, por las actividades relacionadas con el centenario del natalicio del poeta. Carlos Fuentes, quien acaba de participar como jurado del Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda, y el primer ganador del galardón, otorgado recién este martes, el escritor José Emilio Pacheco.

De este último dice: “Somos amigos casi desde que yo llegué a México, es una persona prácticamente de mi generación y muchas veces estuvimos juntos en actividades literarias y antes de que se lo dieran me hice una terna de los posibles ganadores, en la que incluí al nicaragüense Ernesto Cardenal, al argentino Juan Gelmann y al mexicano José Emilio Pacheco. Me alegro mucho y lo felicito muy cordialmente. Me encanta su poesía”, dice.
De Carlos Fuentes señala que “es uno de los grandes narradores de nuestro continente. Lo conocí en 1962 y desde entonces hemos sido amigos. He sido admirador y seguidor de su obra y tengo dentro de ella mis preferencias. Me gustan mucho sus primeras novelas, entre ellas Las buenas conciencias, y La región más transparente, una novela de mucho nervio, rápida, compleja, novela que empieza a cambiar la dirección de la narrativa latinoamericana y en la que reconozco influencias de Willliam Faulkner.

Y sobre la influencia de la narrativa norteamericana en su propia escritura, Délano no duda en adjudicarle un papel fundamental. “Mis maestros y los de una buena parte de mi generación fueron los narradores norteamericanos de los años ’30 y ’40 . Ellos nos mostraron cómo escribir sin tiesuras, sin almidón, sin gomina, sin solemnida.”

Luis Enrique Délano y Lola Falcón.

Délano también se refirió a sus padres, el escritor Luis Enrique Délano y la fotógrafa Lola Falcón. Dice que los libros de su padre se reeditan periódicamente y este año saldrán nuevas reediciones, entre ellas, algunos tomos de su autobiografía. De su madre, la gran fotógrafa Lola Falcón, recuerda que “fue una persona que agarró la cámara y no la soltó más”. Tuvo el azar, dice, de vivir durante el siglo XX en zonas que revistieron mucha importancia, como el París de los años 20, el París de Picasso, de Hemingway, de Fitzgerald; vivió en el México post Cárdenas, cuando ya se había fraguado la Revolución mexicana; vivió en la China de Mao. “Tuvo una gran geografía que captar con su lente y ella andaba siempre con su máquina”. Dice que el año pasado se hizo una exposición y este año también se realizará una nueva muestra de su arte, la que anunciará oportunamente para los auditores de Vuelan las Plumas

Délano se refirió también a su posición -como prolífico escritor- entre el cuento y la novela. Sobre el primero dice que no le apasiona tanto como la novela –aunque le gusta mucho- ya que esta última no la puede terminar de una vez, como hace con el cuento, y así, señala, tiene la grata posibilidad de vivir y estar más tiempo con ese mundo y esos personajes en particular.

Dice que no relee sus obras y que a veces le ha tocado hablar sobre sí mismo y ahí relee para saber cuál personaje está en cuál de sus obras y así no equivocarse. Cuenta que su última novela la escribió en un mes y medio, con seis horas de trabajo diarias , y gastó más tiempo en trabajarla y pulirla. Añade que no escribe para un público especial ni tiene en su mente al lector. “Sólo escribo”, dice.

La prolífica pluma de Délano ha dado vida a libros como Gente solitaria (1960) Amaneció nublado(Chile, 1963),Vivario (Chile, 1971), Cambio de máscara (Cuba, 1973), Como buen chileno (Argentina, 1973), Sin morir del todo (México, 1975), Dos lagartos en una botella (México, 1975), Veinticinco años y algo más (Chile, 1985), Como una terraza en la quebrada (Chile, 1987), Un leopardo en la cumbre de un volcán (Cuba, 1989), Cuentos escogidos (México, 1994), Cuentos (Chile, 1996), Solo de Saxo(México,1998); las novelas Cero a la izquierda (Chile, 1966), En este lugar sagrado (México, 1977 - primera edición), Piano-bar de solitarios (México, 1983-primera edición), El hombre de la máscara de cuero (Chile, 1984- primera edición), Como si no muriera nadie (Chile, 1987), Casi los ingleses de América (Chile, 1990), Muerte de una ninfómana (Chile, 1996, Lom), Humo de trenes (Chile, 1997), La cola (México, 1999) y Este banco del parque, su última novela hasta la fecha y publicada por Mondadori en el 2002.