1/8/07


¿Escritores olvidados?

por Susana Boéchat*



Cuando leí la convocatoria de un conocido Congreso de Escritores, no era mi intención hablar sobre este tema y las connotaciones que implican los términos escritores olvidados, sino referirme a la obra de una escritora de la Generación del 70, no conocida ,ni difundida suficientemente. Pero “el diablo metió la cola” como dice el dicho popular y esta amiga se consideró ofendida al ofrecerme para hablar sobre su obra, ya que consideraba que ella era suficientemente conocida y reconocida en su ciudad natal. Frente a la autoestima de mi amiga sobre la valoración de su propia obra y las limitaciones del concepto escritor olvidado, decidí escribir algunas reflexiones al respecto; hacerme preguntas, tal vez sin respuestas ciertas, repleta de interrogantes que quiero compartir con Uds.

Primeramente registro el significado de olvido en el Diccionario de la Lengua Española. Cito textualmente: del latín oblitus: falta de memoria o cesación del recuerdo que se tenía de una cosa o persona//cesación del cariño que se tenía//descuido de algo que debía tenerse presente.

O sea se presume que alguien o algo ha existido pero que está en una zona gris, guardada en el inconsciente pero que no aflora en el tiempo presente a nuestra memoria. Me llamó la atención la expresión “cesación de cariño, descuido”.Quiero detenerme en esta acepción. ¿Acaso no es un descuido, un cese de amor de nuestra parte no rememorar a grandes escritores desaparecidos? Estos cuestionamientos me hicieron pensar sobre los límites semánticos del “olvido “y “lo olvidado”.Por otra parte “el olvido “conlleva otros vocablos bordeando sus límites: los de “memoria” y “recuerdo”.

En la antigüedad, tal como opina el estudioso español José Luis Catalán Bitrián, existieron mitos acerca de la memoria, como por ejemplo las series dedicadas a MNEMOSINE entre los griegos. Platón, en su República, nos habla de una versión, de tradición pitagórica, en la que las almas de los muertos beben en el agua del Leteo y así ocurre que olvidan sus vidas anteriores antes de renacer. Este mito apunta a la experiencia de renacimiento que implica recordar. Efectivamente, eran una práctica común en los círculos pitagóricos los ejercicios de memoria para recordar los sucesos diarios y así llegar a tener presente la vida transcurrida, incluso vidas anteriores, como una forma, atenuada si se quiere, de inmortalidad.

Paralelamente a las distintas construcciones mitológicas se desarrollaba en Grecia una tecné del recuerdo, de la que representa un hito Simónides, con su arte de ordenar el material a memorizar de los discursos en el ágora. Se hacía cada vez más decisivo el desarrollo de la nemotecnia en la medida que se complicaba la cultura. Estas técnicas fueron retomadas por la tradición latina y más tarde por la escolástica.

En cada momento histórico, por supuesto, la función de la memoria se ha visto según las coordenadas socio-intelectuales del momento.

Es imprescindible tener en cuenta que todo lo que se olvida o se recuerda tiene que ver con lo que nos está interesando hacer en el presente. No existe túnel del tiempo. La memoria no es un video literal sino una especie de habilidad cinematográfica de resumir lo sucedido de una manera verosímil. El pasado se recrea cada vez que recordamos. Recordar es una forma de representarnos algo que sabemos. Las imágenes del pasado son representaciones. La memoria no refiere sólo a lo que una persona aislada pretende archivar, sino que también puede ser colectiva.

Me referiré en forma concreta a escritores argentinos que pueden ser considerados olvidados o no, de acuerdo a las representaciones que tengamos como lectores. El término “olvido “incluye a integrantes de generaciones tan importantes como la de Boedo (1920), de la cual se rescatan del historial bibliográfico sólo algunos nombres que siguen mencionándose tan sólo en medios radiales, sobre todo en el género poético. Hemos rescatado sin embargo a ARLT, que por suerte sigue vigente en representaciones teatrales y producciones cinematográficas. Existen actualmente dos producciones inspiradas en él, que figuran en la cartelera de espectáculos en la ciudad de Bs As:”OREJITAS PERFUMADAS”, en el teatro Presidente Alvear y “TEATRO A CIEGAS”, con “La isla desierta”, en la ciudad cultural Konex. El mismo Mallea, en el “Grupo Florida”, coetáneo de Borges, es poco conocido para el gran público y su nombre sigue apareciendo tímidamente en diarios de primera línea, alejado del conocimiento del gran público, en suplementos culturales como “La Nación” del que fue colaborador asiduo.

De los que cultivaron poesía se hace más notorio el olvido. ¿Quién recuerda a Banchs y Conrado Nalé Roxlo, a pesar de que los de mi generación los recitábamos, memorizando sus versos en la escuela primaria o secundaria? Hasta figuras no tan alejadas en el tiempo, como la gran santafecina Amelia Biagioni no escapan a la no memoria.¿Quién conoce su poesía que no sea del ambiente literario o de su suelo santafecino?

Se recuerda a Alfonsina Storni cuyo suicidio atrajo más la mirada sobre su obra, incluso de neófitos, inmortalizada en la piedra y en la canción. En el ámbito americano, ¿quién compra poesía del gran ensayista Octavio Paz, con versos espléndidos por su lenguaje y filosofía?

En la narrativa sucede algo semejante. Un caso cercano es Isidoro Blainstein, Soriano, Dal Masseto, que sólo son buscados en las librerías por conocedores. Con respecto a Di Benedetto, se ha anunciado este mes la reedición de sus cuentos, una película recién estrenada, se inspiró en su obra “Los suicidas”, pero ¿qué pasa con su obra cumbre, la novela ZAMA?

Al gran público le entusiasma el best-seller, el libro de Autoayuda o de Psicología en recetas, aunque sin embargo son de gloria efímera en esta postmodernidad vertiginosa del cambio constante, los éxitos y fracasos súbitos y delirantes. Borges y Sábato son reconocidos allende las fronteras argentinas. Bioy Casares, se halla, en difusión, un paso atrás.

En poesía, quedan algunos reductos combatientes contra el Olvido y a favor de la Memoria: alguna audición radial, cafés literarios donde generalmente los asistentes se conocen entre sí y “cambian figuritas”: “hoy te toca leer a vos, la otra semana a mí, la otra a Fulanito, donde se lee poesía contemporánea actual en un esfuerzo denodado de publicidad y permanencia. A veces, contadas veces, y de vez en cuando, y no en todos, se leen versos de algún gran poeta. Pero no nos equivoquemos, son sueños utópicos que se estrellan frente a una realidad apabullante: la gente en su mayoría no lee como en décadas pasadas. La lectura ha sido avasallada por la imagen. Si alguien compra del gran público, elige un bestseller o ensayo político escandaloso. No nos engañemos tampoco con las cifras fabulosas de recaudación de la Feria del Libro de Bs As. Se trata de la venta de un gran número de textos escolares, best-sellers y ejemplares de literatura infanto-juvenil; sin embargo debemos recalcar que la Poesía y las Revistas Literarias, en el 2006 tuvieron un lugar, un pabellón aparte y bien ubicado.

Señalamos que tampoco son moneda segura para la Memoria los cargos políticos o gremiales a los que acceda en vida un escritor. Además debemos delimitar el concepto de escritor “reconocido” en oposición al “olvidado”. ¿Cuál es en realidad? ¿El conocido por todo el pueblo? ¿El identificado con una nacionalidad? ¿El recordado en críticas y – o artículos especializados en las revistas literarias y en los suplementos culturales de los principales diarios del país? ¿El que es estudiado en escuelas y universidades? ¿Aquel cuyos libros se venden mucho en nuestras librerías? Si se trata de esto último, no sé si se pueden contar con los dedos de las dos manos los escritores que venden suficientemente para mantenerse económicamente con la escritura. A mi entender son importantes los libros y antologías publicadas de cualquier género. La oralidad, según mi criterio, no es una forma permanente de transmisión a no ser lo ocurrido con obras excepcionales entroncadas con la historia como fueron en España los cantares de gesta y romances, y en nuestro país el género gauchesco, trasmitido primero oralmente antes de su plasmación cumbre en el “Martín Fierro”.

Creo también útil para la Memoria la obra difusora de las revistas literarias, los suplementos culturales de todos los diarios, capitalinos y del interior del país, los boletines informativos de asociaciones literarias. La lengua escrita, desde el principio de su aparición, asegura la permanencia. También creo en la tecnología que permite una mayor comunicación y permite la presencia de páginas web personales, diarios y revistas cibernéticas que se suman a las impresas. La tecnología, en suma, ayuda, y no es competitiva con lo impreso; sirve para complementar, para aunar esfuerzos contra el olvido.

En otros países han tratado de fortalecer la Memoria del pueblo hacia sus escritores con acciones originales, dignas de destacar. En España existe una institución llamada Centro de Estudios de la Reforma, cuya sigla es CER, que se ocupa de los escritores olvidados en cada región de España y hacen exposiciones de sus obras (esto sucede en Cataluña, Galicia, Valencia, Extremadura, Castilla, León y Andalucía).

En Brasil, en Río Grande do Sul, en Porto Alegre y zonas aledañas, cercanas a las colinas, se escriben en las paredes, en fechas especiales, poemas de sus escritores, para ser leídos por todo el pueblo. En Chile se recuerda a los grandes poetas Pablo Neruda y Gabriela Mistral en billetes impresos de moneda nacional, de circulación corriente y permanente. He visto en México (Distrito Federal), comprar libros de autores latinoamericanos, por parte de gente del pueblo, en las secciones de librerías muy completas, adjuntas a los kioscos en las principales avenidas de la ciudad.

En Internet, figura una obra literaria que se ocupa del tema, titulada “El común olvido “de Silvia Mohillo, donde se esboza una esperanza, ya que su comentarista, Tamara Kamezián nos habla de la esperanza de un encuentro entre el que espera y el otro:”se puede decir que aún cuando no se acordó ninguna cita o justamente por eso, existe la sensación permanente de que alguien, irremediablemente va a acudir. El gran poeta español Luis Cernuda se refirió al tema que tratamos en el siguiente poema, escrito en 1931:

DONDE HABITE EL OLVIDO
Donde habite el olvido
en los vastos jardines sin aurora;
donde yo sólo sea
memoria de una piedra sepultada entre ortigas
sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.