8/5/09
Esperando el autobùs
Paraderos Iniciales, paraderos de retorno, de las idas y las vueltas. Y las esperas. Y esperar que el tiempo quede, que las imágenes no se tuerzan. Raúl Hernández, un poeta de las calles y avenidas que se apropió de la realidad, de los finales y los comienzos, en viajes de microbús. Buscando las miradas para generar una arquitectura literaria hecha a mano. Esencialmente a mano, por la sencillez de su versos, por las imágenes de un presente sin tiempo.
En abril lanzó su último libro Paraderos Iniciales, editado por La Calabaza del Diablo, y escrito con una beca del Consejo Nacional del Libro, que le permitió recorrer en pasos y versos a San José de Maipo. Se detuvo en las imágenes de decenas de viajes que dieron vida a esta obra de sabores simples, pero duraderos.
Aquí comienza una conversación difícil de plasmar. Para mí, la más difícil.
- ¿Cuándo comienza esto de crear Paraderos Iniciales?
- El libro parte como una búsqueda de ser un forastero que recorre los rincones de un paisaje, con la clara idea de encontrar una sanación. Comencé a sentir este espíritu, esta necesidad de encontrar un lugar como escapatoria, luego de pasar instancias oscuras en la cual todo se había vuelto sucio y desprolijo en el demonio citadino. En San José de Maipo descubrí que podía escapar y, de pronto, comienzo a conocer gente y a descubrir que ese lugar había sido visitado por otros escritores, como Eduardo Barrios o Juan Emar. Y ahí parto con el viaje. Un viaje interior para estar bien, después de estar mal. Mirar desde el paradero, recibir esa sensación que sucede mientras esperas el bus. Y vivir esa espera.
- ¿Y llegaste a los Paraderos Iniciales?
- No sé si llegué, pero quería buscar en mi escritura esos paraderos, que fuera asumiendo esa búsqueda. Y también ver esa otra esfera. Yo sentía que lo lograba en ese lugar, que estaba lleno de mitos que me llevó a todo ese estado inicial.
-He escuchado a otros escritores que dicen, que cuando toman determinadas temáticas o se inspiran en ciertos espacios, tiene mucho que ver con su identidad, personalidad, con sus experiencias. Y tú mencionaste el tema de los mitos. ¿Cuál es la relación entre esos mitos y tu propia vida?
- Yo creo que ahí me entero del proceso del mito. Está ese rol del poeta, como decía Jorge Tellier, de “guardián del mito”, que es esta situación única que se hace necesaria de contarla y traspasarla a través del tiempo. El libro no habla sólo de esa naturaleza, habla de mi experiencia como autor, que quizás puede ser mi voz poética y también un asunto interno, de hacer lo mínimo con el confín.
- Tu obra no sólo abarca la dimensión literal, sino también gráfica. ¿Cómo es la lectura que le das al orden de tus versos? ¿Por qué dibujas con ellos?
- Con este libro ocupo particularmente distintos comienzos y cada partida la está haciendo otra voz. Son voces que están allí y lo plasmo. Paraderos Iniciales es una obra que se escribe en el camino, como libro de experiencias, y ahí parte la visualidad del paisaje y los espacios que ocupa el poema, desde esta experiencia de viaje, de forastero.
- Tu obra provoca nostalgia. De repente, el poema queda corto y el lector querría seguir interpretándolo. ¿Es lo que querías provocar, un paradero inicial para un viaje individual de lectores?
- Me interesa que el lector pueda continuar el poema. Porque de repente hay poemas que son muy breves y el lector claramente puede seguir interpretándolo. Me interesa las anotaciones al pasar, que es memoria y lente. Fotografía y experiencia. Olor y sonido. Paraderos Iniciales es un libro de tránsito y yo creo que esa es la temática del libro. Es un reencuentro conmigo mismo. Es un libro nostálgico, que no va dirigido a un amor romántico directamente o a una desilusión, sino que es un reencuentro como persona y como escritor. Y me interesa, sin duda, esa conexión con los lectores. Y si se quiebra un vaso, me gusta que se escuche, que se vea esa imagen, esa simpleza de la conmoción.
- ¿Cuándo supiste que se terminaron los Paraderos Iniciales? ¿Cuándo decidiste que ese poema sería el último del libro?
- Yo había comenzado tomando mate y jugando solitario en el paradero. El libro tiene varias partes y todo fue viajar. Cuando escribo el último poema del libro, lo escribo en ese mismo paradero. Y pasa que no quedó ningún poema fuera del libro y sucedieron justamente en orden cronológico. Lo más gratificante, sin duda, fue la escritura. Estar ahí, disfrutar esta soledad, que no mata, una soledad buscada. Estar más sano, más curado de todo este demonio, todo este padecer, toda esta rabia que veo en una botillería, cuando alguien se entromete y pide cigarros y te arrebatan un momento y se genera una pelea. La etapa de escribir el libro fue una etapa señera. Y una experiencia extraña al percatarme que después un sentimiento funesto pude escribir de forma más clara.