5/9/09

César Valdebenito: el escritor en los extramuros del stablisment




Por Rosario Villaseñor


Siempre he admirado a César Valdebenito como escritor. En Chile es el descubrimiento creciente. Estoy de acuerdo con lo que sentenció Roberto Bolaño un año antes de morir: “Es el escritor más perfecto de las últimas generaciones. Escribe los mejores relatos palabra por palabra. Yo no cambiaria una frase de Mi primer coito con Michelle Bachelet” También recuerdo a un profesor de la Facultad de Humanidades y Arte de la Universidad de Concepción que afirmaba que leer a Fitzgerald es como comer filetes de peces, pero que leer a César Valdebenito es degustar caviar a la orilla del mar y beber agua pura de un manantial, añadía que leer a Mario Bellatín es como comer hamburguesas. Y leer a Zambra como tomar coca cola. O como me dijo un amigo si Donald Barthelme es un agente secreto desquiciado, con una horrible peluca roja, Valdebenito nos provoca, burlándose, excitando nuestra cólera.

LAS ANÉCDOTAS
Yo no sé exactamente qué pensar de Cesar Valdebenito como personaje público, pero cualquiera que iguala en ingenio a los mejores de sus contemporáneos es, sin duda, alguien a quien vale la pena conocer. En esta época su contribución a la vida literaria de Concepción ha sido de un valor inestimable y por supuesto a tenido resonancia a lo largo de Chile. Permítanme ilustrarlo con los acontecimientos ocurridos hace unos quince años en el espacio de unos ocho días. En primer lugar César Valdebenitoen 1991, duró exactamente diez minutos en el escenario del auditorio de la Universidad de Playa Ancha antes de que los auxiliares de la universidad se lo llevaran por insultar directamente al rector y otras autoridades presentes. Dijeron que estaba borracho y murmuraba obscenidades. Al día siguiente concedió una entrevista al diario El Sur en la que de manera contundente declaraba que él era el mayor escritor Latinoamericano desde García Márquez, y que autores ilustrados como Piglia, Bellatín, Monterroso y un tropel de farsantes del mismo jaez eran unos verdaderos ineptos. En marzo de 1996 apareció en un programa cultural de TVU afirmando que no le solicitaran (esto lo dijo directamente frente a las cámaras) leer un poema porque sólo los burros leían poemas en televisión. Eso lo repitió tres veces al entrevistador, el cual perdiendo el control de la entrevista dio paso a comerciales, al regreso el asiento de Valdebenito estaba vacío. Cuando a sus 22 años dirigió El amante de la china del norte (ese pasquín como el lo llama) tres semanas seguidas fue decomisado el tiraje de los locales de distribución por difamación y antisemitismo. En el 2006, en una radio de Valdivia, el locutor tubo que llamarlo reiteradamente a la calma y finalmente amenazarlo con sacarlo del aire, él estaba hablando de los fondos de cultura y se le ocurrió tildar a la ministra de muy neurótica, una loca desde luego. El 2007 se publicó en una página en Internet su cuento Mi primer coito con Michelle Bachelet, en él se relata el orgasmo de 41 minutos que le proporcionó a una frígida mandataria. La página duró tres días en el ciberespacio, luego de esto el cuento fue publicado en tantas páginas que a los saboteadores no les quedó más que hacer la vista gorda. Así, las anécdotas de este escritor son muchas.

SUS FILIACIONES Y ESCRITORES FAVORITOS
De los escritores que lo han marcado él habla con entusiasmo y también habla con escepticismo. Ha tenido la oportunidad de beber de muchas fuentes. “Y todas ellas me han influido de alguna manera”. Se sabe que conversa con fascinación de Borges, Italo Calvino, Hesse, Balzac, Yukio Mishima, Faulkner, Chejov, Whitman. Así comienza a recordar nombres como si hilara las frases con una astucia impresionante, ha dicho que fue un largo aprendizaje “…Pessoa, Amos Oz, Kavafis, Ezra Paund, Eliot”. También ha dicho: “…Pero las influencias uno no las controla, siempre hay autores que a uno lo sobrepasan sin que uno lo quiera, y que sin saberlo están en tu obra.” Leo una entrevista en la que me sorprende con una afirmación rotunda sobre el Baldor, ese grueso libro de Matemáticas. “A los trece años me deleitaban sus páginas.” Al parecer le despertó el asombro. Cree que las cientos de horas que pasó frente a ese libro lo formaron de manera decisiva. “Allí había desconcierto y por supuesto me inculcó la disciplina. Era alucinante. En vez de leer el Quijote yo abría el Baldor.” En un encuentro de escritores en Concepción se le interroga sobre sus libros de cabecera: “Un libro inigualable es Ni por mar ni por Tierra de Miguel Serrano, Serrano indudablemente es la personalidad más controversial y eminente de la literatura chilena”. Una opinión que duele, consterna o nos vuelve felices. “En mi país han tratado de olvidarlo por ser nazi. Pero les será imposible. ¡Viva Miguel Serrano! ¡Viva el Furher!” Esta última frase generalmente escandaliza a los lectores. Ha escrito y hablado mucho de la literatura norteamericana, si uno le pregunta él ahonda en esos escritores… y así suma y sigue… sin que nadie lo pare, hasta llegar a nuestros días, a la tan promocionada Next Ganeration y a muchos otros nombres que ni siquiera sospechamos su existencia. Porque el creador de El café de los besos topless es, además un lector atento, entusiasta y muy bien informado en todo lo que se refiere a autores norteamericanos y Latinoamericanos. Recuerdo haber asistido a un evento de escritores en Las Termas de Chillan, él sin una pregunta de por medio se larga. “En Chile los narradores actuales son mediocres. He tenido el buen cuidado de no aprender nada de ellos. Es frustrante leer a Marcela Serrano, Lafourcade, Lemebel o Rivera Letelier. A lo sumo son capaces de narrar un hecho pintoresco y engañar a ingenuos lectores (tres de los aludidos —atónitos—están en la mesa junto a él). Y debo combatir una sospecha de conspiración contra mi cerebro cuando veo que críticos y novelistas aceptan dócilmente como gran literatura las insensibilidades y cópulas de Isabel Allende. Por otro lado La melodía infinita de Camilo Marks es un fracaso total, es un “autor” sin estilo, no tiene imaginación, su obra es totalmente aburrida, insignificante, grado cero. Uno debe preguntarse si la editorial leyó el bodrio. ¿Cómo puede equivocarse tanto un editor? Camilo Marks como crítico es el mayor farsante que tiene el diario El Mercurio. No sé como un diario que posee una basta tradición de seriedad en sus páginas de literatura le da tribuna a los errores y barbaridades que escribe ese hombre. ¡Cómo no les da vergüenza publicarlo! Todo el mundo se ríe de él.” Así despliega sus comentarios con inflexiones como si reflexionara de las ruinas de un pueblo o de caseríos en ruinas, lo hace queriendo abrirnos los ojos a una mitología propia que depara escandalosos resultados. Son cosas que ha escrito y las dice: “Me gustaría hablar de los cinco tiros fatídicos que le dio Mark David Chapman a John Lennon… para qué hablar de Gonzalo Contreras, hablemos de Elvis, de las estafas de Madame Blavasqui ya que las novelitas de Contreras son una nulidad, son totalmente insignificantes tanto como las de German Marín, no sé si Marín es peor que Contreras o viceversa, pero sea cual sea, los dos son lamentables, sus libros están llenos de páginas muertas. Marcelo Lillo es un escritor muy distinto, ahí hay algo. El primer libro de Zambra también está vivo. Algunos cuentos de Jaime Collyer, de su libro Gente al Asecho, son espléndidos, calan a fondo en el alma humana, aunque escribió una novelita insustancial y liviana que con todo gusto la quemaría. ¿En quién más podemos pensar?” Y a medida que avanza se expresa con extraordinaria soltura. “Carla Guelfenbain y Simonetti son escritores con los que te entra el insomnio, Carlos Frank no existe. Viendo lo que se publica en mi país no queda más que deducir que nuestros editores están todos coimeados, son unos farsantes con un gran sentido del negocio, son comerciantes ambulantes con oficina. Es la tónica de este país. Quizá lo más rescatable de los últimos años es Bolaño, me refiero a las primeras páginas de Los detectives Salvajes, el resto de sus libros son un desastre que a nadie le recomiendo leer.” Fulmina el vacío. Luego regala una sonrisa placida. Su fraseo parece un verdadero ritual, un rito de tal calado que uno tiene que preguntarse si algo así no es una ceremonia elaborada, incluso un exorcismo. Es difícil decirlo, Valdebenito parece demasiado complacido.

LAS CONVICCIONES
Le han preguntado si cree qué el escritor es un ser obsesivo. Valdebenito, sin pensarlo dos veces, ha respondido: “Absolutamente”. Le han pedido que diga cuál es el fin que desea lograr con su escritura. “Mi literatura es un pretexto para limpiar mis propios nidos nocivos. No me interesa lograr ningún fin. No soy un tipo altruista ni mesiánico. Escribo porque no tengo nada más que hacer, escribo para sacar afuera mis obsesiones, escribo para asesinar los fantasmas que me persiguen, escribo porque estoy ocioso.” Parece implacable, le gusta ser implacable. Cada palabra es una efervescente invitación a ingresar al mundo del escritor. También le han enrostrado que parece un autor sin ningún compromiso. A lo que él ha respondido: “Hay excelentes escritores comprometidos y hay excelentes escritores sin ningún compromiso. Dicho de otra manera, cuando escribes, es como hacerte el harakiri y luego de eso tratar de salir vivo. Eso, al final del día, es lo único que cuenta de verdad. Mi verdadero compromiso, si es que tengo alguno, es con la literatura. El escritor es un hombre que debe tener responsabilidad ante su literatura, ante si mismo y su propia conciencia.”

Me entero que este año Valdebenito escribió el prólogo para dos libros de unos jóvenes poetas inéditos y está terminando un guión para un corto metraje de una de las mayores promesas del cine chileno. También le da los toques finales a una novela corta que va a titular Todas las Rameras de Chile. Recuerdo haber leído en una parte sobre sus hábitos de escritura. Sus ritos han ido cambiando con el paso del tiempo. Hoy lo único que necesita para escribir es una madriguera y estar frente al teclado del computador o a una máquina de escribir. “Y luego no hay ningún secreto, uno simplemente prende un pucho de marihuana no muy bueno y unas décadas de artesanía chilena hacen el resto, incluso da lo mismo si no encuentras un pucho, es como si las palabras hubieran estado ahí desde hace mucho tiempo, pero ello no tiene importancia.”

SUS INICIOS
Valdebenito empezó a escribir a los siete años. “Desde que tengo memoria mi padre tenía una hermosa biblioteca”. Su padre era abogado y un ávido lector y también escribía, pero sin mayor pretensión. Por ahí comenzó su interés por la lectura y la escritura. Estudió en el Instituto de Humanidades A.S.S., “Ahí me encontré con esos compañeros que eran unos monstruos, eso fue para mí una gran motivación, al igual que ese colegio de curas, era de un despotismo apoteósico. Era realmente fabuloso lo que hacían con nosotros, lo que indudablemente fue como si pusieran una grúa empujándome a escribir.” De joven leía mucho a los rusos, le fascinaban: Tolstoi, Dostoievski, Gogol, Lermontov y otros. “Luego descubrí a Hesse, a Poe, Faulkner”. En aquella época tenía 16 o 17 años. “Las tardes de ocio eran placenteras, y fue entonces que di un salto a la poesía, lo leía todo, la plata que llegaba a mis manos se me iba en libros, mientras algunos iban a fiestas yo me encerraba en mi casa a leer, en las tardes de otoño recorría librerías y bibliotecas.” Entonces entró a estudiar Licenciatura en Matemáticas a la Universidad de Concepción. Allí organizó un, dos y tres encuentros de poetas en los cuales conoció a Parra, Gonzalo Rojas y otros. También a María Nieves Alonso directora de extensión de la casa de estudios y una persona decisiva en su formación como escritor. En 1997 fundó la revista Difusión. En 1998 publicó el libro de poemas El Jardín (Premio fondos concursables Municipalidad de Concepción). El 2000 fue publicado, su controvertido libro objeto, La Muerte de Bukowski. Es un homenaje al gran escritor norteamericano, pero también un cóctel explosivo que disfrutó mucho escribiéndolo. Los trescientos ejemplares de su primera edición se agotaron en una semana en las librerías de Concepción. En el 2001 sale a luz su Antología de Poetas Chilenos Jóvenes (Premio a la reedición de las mejores obras publicadas en el año por el Fondo del Libro y la Lectura del Gobierno de Chile). “Por ese tiempo comencé a ser llamado para dictar talleres literarios para los alumnos de la Universidad de Concepción, Universidad del Bío Bío y Universidad Católica de la Santísima Concepción, recuerdo que siempre les decía bastante enojado —y cada vez que dicto un taller lo sigo diciendo—: si desean ser escritores ¿por qué no están en la casa escribiendo en vez de estar apiñados en esta sala?” Sin embargo parece que ese es uno de sus muchos gratos recuerdos. En el 2002 apareció su segundo libro de poemas Urnas o Réquiem a la palabra (Ediciones Lar). Ha sido editor de la revista, Quiltro (Premiada con los fondos concursables Universidad de Concepción). Cuando sacó esa revista mucha gente anhelaba encontrarse con él para insultarlo o felicitarlo. “Claro que eran muchos más lo que intentaban crucificarme, deseaban ponerme una almohada en la cara hasta asfixiarme”. En esa revista le hizo una entrevista a Armando Uribe el que quedó con los pelos de punta ante una escandalosa sucesión de preguntas. El 2004 es premiado por la autoría del CD interactivo Literatura de las Nuevas Fronteras. Un trabajo financiado por una fundación. Ha sido jurado de distintos certámenes literarios a nivel nacional. El 2008 es publicada su novela Correcciones Elementales, un libro que en la portada luce la fotografía de una escultura del afamado artista cubano Actúan Rodríguez, en su contratapa vienen elogiosos comentarios de Antonio Skármeta y Marco Antonio de la Parra.

Estoy segura que un escritor de la línea de Valdebenito debe ser indiscreto, un francotirador, debe capturar el material deleznable, la vida gris, las triviales cosas terribles que todo hombre conoce, es como si amara a los cancerosos y a los leprosos y él cumple maravillosamente bien esa regla.