3/9/09

Una guía humorística de Santiago, escrita en 1966








Mie 7 Mar 2007

Escrito por Luciano Ojeda en Libros de la ciudad
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En una feria de libros usados en Villarrica, durante el verano, encontré el libro que Tito Mundt publicó en 1966 con el título de “Guía humorística de Santiago”, editado por Zig-Zag en su Colección Viajes y Panoramas y que cuenta con entretenidos dibujos del notable Jorge Dahm, en un pequeño formato de 10 por 17 cm. y 86 páginas

El texto es una guía que, según su autor, pretende ir más allá de los planos, mapas, cuadros y estadísticas porque una ciudad está más allá de eso:

“Una ciudad tiene un alma y un rostro secreto que está escondido en sus esquinas y que hay que captar cuidadosamente para presentárselo a los extranjeros y turistas de paso.

Es mentira que Santiago sea fósil y sin vida. Que no tenga historia ni personalidad. Que sea frío y gris. Que nos aburramos en él. Que no haya nunca nada en sus calles y plazas. Que no se recuerde con nostalgia cuando estamos lejos. Y que, finalmente, no le deje un recuerdo imborrable a la gente nacida en otras partes y que ancló alguna vez al pie del pequeño Santa Lucía.”

Como está escrito hace ya más de 40 años es notable encontrar en él los tópicos de la ciudad, los mismos temas que discutimos hoy, los mismos problemas de toda ciudad, que se pretenden resolver ahora…



Sobre la locomoción colectiva en la ciudad, dice Mundt:

“Santiago tiene troles, buses y liebres. Además debería tener taxis, pero nadie sabe por qué, y a pesar de que existen cinco mil inscritos oficialmente, no hay forma humana ni divina de encontrar uno después de las siete de la tarde.

Hay horas geniales en esta ciudad: entre ocho y nueve de la mañana, entre una y dos de la tarde y entre siete y nueve de la noche. En esos tres lapsos no hay como subirse a un micro o a un trole. No hablemos de las liebres porque, aparte de que no se ha inventado nada más chico ni más incómodo en el mundo, el chofer que las maneja va generalmente tan de mal genio que no para en las esquinas y se limita a hacer un movimiento despectivo con los hombros. Cuando va de buen humor (dos días al año), está escuchando un partido de Colo Colo por la radio, por lo cual la atención al público es igualmente deficiente.”

Amén de revisar crítica y someramente los puentes del río, las estatuas, los cerros, algunos parques, los centenares de cines de la época, museos, teatros y la bohemia con sus actividades conexas, tiene unos párrafos más bien apocalípticos para un proyecto que llegaría a ser una de las joyas del transporte público actual, pero que en 1966 no era más que otro sueño modernizador: el Metro.

Al respecto señala:

“El gran sueño de los santiaguinos es tener un Metro al estilo de los de Londres, Paris, Madrid o Nueva York. Desde hace sesenta y seis años se está hablando del Metro y periódicamente se comenta a varias columnas en los diarios y en las radios. Claro que sería lindo que hubiera uno que corriera de este a oeste y de norte a sur con sus combinaciones respectivas, pero existe una pequeña falla, un minúsculo inconveniente que hay que tener en cuenta: el día que haya Metro y venga un terremoto, vamos a tener medio millón de victimas por parte baja”.



Sobre el autor

Tito Mundt era el seudónimo de Santiago Mundt Fierro que nació en Santiago el 4 de marzo de 1916. Estudió en el Colegio Alemán y en el Liceo de Aplicación y luego en la Universidad de Chile.

Hacia finales de los años 30 comenzó una larga y productiva carrera de periodista, que se extendió por 33 años, escribiendo para publicaciones como: “Zigzag”, “Ecrán”, “Vea”,”Ercilla”, “Margarita”, “Eva”, “Vea”, “La Tercera”, “Las Últimas Noticias”; “Siete Días”, “Pobre Diablo”, “La Nación”, “Topaze”, “Extra”, “La Tarde” y una infinidad de otras revistas y diarios nacionales y extranjeros. Siempre se destacó por su pluma ágil, liviana y dinámica. Mundt, como si eso fuera poco, incursionó en la radio como reportero y años más tarde también en la televisión, dedicándose también a la actuación.

Viajó por una treintena de países y entrevistó a notables personajes de su tiempo, “con su pipa y cámara fotográfica tan pronto estaba en Chile como en Japón, Francia, España, Nicaragua, Italia o Vietnam. Entrevistó a Churchill, Nixon y De Gaulle; también a Franco, Perón y Mao Tse Tung; así como a Edith Piaf, Frank Sinatra, y Rooselvelt”.

Fue Agregado Cultural en París entre 1952 y 1954. En 1957 recibió el Premio Nacional de Periodismo en la mención crónica. A fines de los años sesenta se trasladó a España, lugar donde finalmente se estableció

Estando de paso en Santiago, en 1971, y mientras preparaba un libro sobre el asesinato del Ministro Edmundo Pérez Zujovic, muere sorpresivamente en un trágico accidente: había terminado de almorzar en el restaurante Sportsman, situado en el duodécimo piso de la calle Estado 215, casi esquina de Agustinas. Como muchas veces antes, empezó a hacer ejercicios en los fierros del toldo de la terraza y en un accidente, imprudencia o mala maniobra, perdió el equilibrio y cayó al vacío. Un accidente terminó con su vida en la tarde del jueves 10 de junio de 1971.

Un gran cronista muerto en un accidente que debió haber estado en la Crónica Roja pero que ha pasado a formar parte de la mítica presencia de los bohemios en el antiguo oficio periodístico. El texto es casi una pieza de museo pero mantiene, a pesar de los 40 años transcurridos, la frescura de la crónica aguda y rápida. Es, además, una muy buena imagen del Santiago de mediados del siglo XX.


Mie 31 Ene 2007
Sobre la loca geografía de Chile
Escrito por Luciano Ojeda en Libros de la ciudad
1 Comentario
Hay un libro que si bien no tiene por objeto la ciudad de Santiago, ha caracterizado, ha inundado, la imagen que tenemos de Chile, y es de aquellos textos que más se cita que se lee. Se trata de “Chile o una loca geografía“, de Benjamín Subercaseaux Zañartu, a medio camino de un libro de aventuras a lo Julio Verne y una serie de artículos de la National Geographic Magazine.
El texto, escrito entre 1938 y 1943, con sus diferentes apéndices y prólogos explicativos, que tiene ya más de 20 ediciones, primero por la editorial Ercilla y luego por Universitaria, siempre ha estado precedido por un notable prólogo de la mismísima Gabriela Mistral en el que destaca el valor del libro y del autor, diciendo “Los contadores de patria cumplen de veras un acto de amor”. Incluso Gabriela Mistral se permite afirmar: “El destino de su libro me parece tan donoso que se lo envidio buenamente. Él servirá de guía al viajero, que hoy se llama legión, al que corre el país sin saber manejar otra cosa que sus barcos y pierde cien puntos técnicos de las comarcas y de la costumbre. Yo pensé alguna vez hacerme en un libro parecido al suyo el perro de Tobías que condujese a los cegatones propios y extraños por la bien hallada tierra chilena; quise volverme lazarillo “ganoso” que trotase al lado de los indigentes de fervor, cuando ellos caminan sin hazaña interna, es decir, sin hallazgo. Ahora yo sobro, amigo mío, porque su libro es sencillamente magistral.”
Benjamín Subercaseaux es un autor que fue conocido por su polémico temperamento y contradictorias actuaciones que causaron innumerables discusiones y ácidas críticas por sus juicios audaces y su franqueza inhabitual, no pasó inadvertido. Es comparado, en perspectiva, con otro de los “exigidores de la chilenidad”, el otro tábano de los chilenos autocomplacientes, Joaquín Edwards Bello.
El propio autor señala que para escribir su “Loca geografía” eligió la cuarta dimensión de la geografía para “lanzarme más allá del hombre mismo. Algunos llamarán psicológico al estudio que busca la realidad humana por encima de estas bases fundamentales…, no habría inconveniente para llamarlo también metafísico si nos viniera en gana… Lo que hemos realizado aquí es algo mucho más modesto e importante: hemos puesto a la Geografía - nuestra geografía - dentro de la vida, que es grande, y al alcance de la medida humana, que es pequeña.”
El libro, dividido en siete partes y un apéndice comienza “describiendo” la loca geografía chilena desde el momento del descubrimiento para seguir luego con una descripción de norte a sur. En la Cuarta Parte, llamada “El país de la montaña nevada”, se ocupa de Santiago. En su sección III titulada “Donde Santiago lo embrolla todo, haciendo hablar al turista” sostiene algunas de las frases más conocidas:
Hay un Santiago que sólo ve el turista. (Es muy importante)
Hay un Santiago del que vive en él.
Hay un Santiago de los que frecuentan sus campos y sus cerros.
Hay un Santiago de los que llegan por el sur; otro, de los que llegan por el norte.
Hay, por fin, un Santiago propio según el barrio en que vivimos.
No estaría de más recordar, también, el Santiago de los amigos de la Historia. Para ellos, la ciudad se limita a su decorado permanente, porque lo que existe en la actualidad - lo hemos dicho - no calza en absoluto dentro de su ensueño. Sólo la cordillera ha tenido la bondad de permanecer ahí, eterna e inmutable.