3/9/09


OFICIO DE VIVIR
Eugenia Brito
Editorial Cuarto Propio
2009



Por Raúl Hernández


Al adentrarme en este oficio de vivir, me encuentro con gestos que buscan un lugar, báquicas, convulsas, que contradictorias se ocultan y ruegan. Hay un demonio que mira con sorna y sin piedad. Hay locura y oraciones lóbregas como un cuarto sin ventanas ni puertas. La mujer cortesana y barroca, teme de su divinidad, cuando el perfume ya no es sabio ni calla lo que el cuerpo excede. La confirmación de su irrealidad la sepulta.

Esta convicta con los labios extremadamente finos, transitando las heridas y la sangre, pasea por la historia oscura. El habla es una cicatriz. Estar destronada como estar destrozada en la ciega noche. Delirando ante toda ceniza, cuando las calles son una fractura que hace de todo esto una declaración agonizante. Un lodazal cubriendo el mutismo secreto, ansiadas palabras que carcomen y tallan un cuerpo sin fe. La culpa, no la pena, la irremediable culpa.

Y cincelando los embates del dolor, se escoge de pronto, al unísono, el poema que nos arrastra hacia una muralla, como la amenaza de una estocada siempre profunda y fugaz, que logra una lágrima negra atrapada en el rostro del elegido. Los labios han sido profundamente dañados, como si este acto nos traspasara al fino evento del silencio. La carne de la boca es breve, pero los labios no forman silaba alguna. La ruta del deseo es un viaje letal, ambos signos han sido clavados en una piedra. La soga y el cadalso. La joven y el cautivo, son parte de todo este sacrificio.

Un cuchillo es parte del destino final de nuestro padecer. Así esparce las muecas elegidas por tantos caminos que son valles alucinados al despertar. De este modo, se inicia una acuarela funesta y certera, ante toda esta ceremonia del estremecimiento. Todo un poema que acaricia el césped doliente y bebe del agua de las lluvias. Hay un cuerpo que florece y refleja la sombra del recuerdo. Hay dos convulsas que retiran sus pañuelos. Es nuestro el desborde, dicen, y se disculpan. El habla cesa y hay una oración para la joven, una oración que dice: busca la deriva y decórate, el olvido no te excusará.

Todo un libro como una rosa negra que aparece tras los tibios soplos del pasado. Un libro trashumante que avizora el recuerdo de todo nuestro inicio y nos invita a la conmoción de un nacimiento. Un suceso que traspasa fronteras artificiales y que vorazmente, como una jaula, nos envuelve hacia el oficio de vivir. Es hermoso hundir el brazo en el acero, hasta encontrar el hueso violáceo. Observar nuestro rostro en el espejo, calcando la mirada, como una máscara sobre la piel.