5/9/09
César Valdebenito: el escritor en los extramuros del stablisment
Por Rosario Villaseñor
Siempre he admirado a César Valdebenito como escritor. En Chile es el descubrimiento creciente. Estoy de acuerdo con lo que sentenció Roberto Bolaño un año antes de morir: “Es el escritor más perfecto de las últimas generaciones. Escribe los mejores relatos palabra por palabra. Yo no cambiaria una frase de Mi primer coito con Michelle Bachelet” También recuerdo a un profesor de la Facultad de Humanidades y Arte de la Universidad de Concepción que afirmaba que leer a Fitzgerald es como comer filetes de peces, pero que leer a César Valdebenito es degustar caviar a la orilla del mar y beber agua pura de un manantial, añadía que leer a Mario Bellatín es como comer hamburguesas. Y leer a Zambra como tomar coca cola. O como me dijo un amigo si Donald Barthelme es un agente secreto desquiciado, con una horrible peluca roja, Valdebenito nos provoca, burlándose, excitando nuestra cólera.
LAS ANÉCDOTAS
Yo no sé exactamente qué pensar de Cesar Valdebenito como personaje público, pero cualquiera que iguala en ingenio a los mejores de sus contemporáneos es, sin duda, alguien a quien vale la pena conocer. En esta época su contribución a la vida literaria de Concepción ha sido de un valor inestimable y por supuesto a tenido resonancia a lo largo de Chile. Permítanme ilustrarlo con los acontecimientos ocurridos hace unos quince años en el espacio de unos ocho días. En primer lugar César Valdebenitoen 1991, duró exactamente diez minutos en el escenario del auditorio de la Universidad de Playa Ancha antes de que los auxiliares de la universidad se lo llevaran por insultar directamente al rector y otras autoridades presentes. Dijeron que estaba borracho y murmuraba obscenidades. Al día siguiente concedió una entrevista al diario El Sur en la que de manera contundente declaraba que él era el mayor escritor Latinoamericano desde García Márquez, y que autores ilustrados como Piglia, Bellatín, Monterroso y un tropel de farsantes del mismo jaez eran unos verdaderos ineptos. En marzo de 1996 apareció en un programa cultural de TVU afirmando que no le solicitaran (esto lo dijo directamente frente a las cámaras) leer un poema porque sólo los burros leían poemas en televisión. Eso lo repitió tres veces al entrevistador, el cual perdiendo el control de la entrevista dio paso a comerciales, al regreso el asiento de Valdebenito estaba vacío. Cuando a sus 22 años dirigió El amante de la china del norte (ese pasquín como el lo llama) tres semanas seguidas fue decomisado el tiraje de los locales de distribución por difamación y antisemitismo. En el 2006, en una radio de Valdivia, el locutor tubo que llamarlo reiteradamente a la calma y finalmente amenazarlo con sacarlo del aire, él estaba hablando de los fondos de cultura y se le ocurrió tildar a la ministra de muy neurótica, una loca desde luego. El 2007 se publicó en una página en Internet su cuento Mi primer coito con Michelle Bachelet, en él se relata el orgasmo de 41 minutos que le proporcionó a una frígida mandataria. La página duró tres días en el ciberespacio, luego de esto el cuento fue publicado en tantas páginas que a los saboteadores no les quedó más que hacer la vista gorda. Así, las anécdotas de este escritor son muchas.
SUS FILIACIONES Y ESCRITORES FAVORITOS
De los escritores que lo han marcado él habla con entusiasmo y también habla con escepticismo. Ha tenido la oportunidad de beber de muchas fuentes. “Y todas ellas me han influido de alguna manera”. Se sabe que conversa con fascinación de Borges, Italo Calvino, Hesse, Balzac, Yukio Mishima, Faulkner, Chejov, Whitman. Así comienza a recordar nombres como si hilara las frases con una astucia impresionante, ha dicho que fue un largo aprendizaje “…Pessoa, Amos Oz, Kavafis, Ezra Paund, Eliot”. También ha dicho: “…Pero las influencias uno no las controla, siempre hay autores que a uno lo sobrepasan sin que uno lo quiera, y que sin saberlo están en tu obra.” Leo una entrevista en la que me sorprende con una afirmación rotunda sobre el Baldor, ese grueso libro de Matemáticas. “A los trece años me deleitaban sus páginas.” Al parecer le despertó el asombro. Cree que las cientos de horas que pasó frente a ese libro lo formaron de manera decisiva. “Allí había desconcierto y por supuesto me inculcó la disciplina. Era alucinante. En vez de leer el Quijote yo abría el Baldor.” En un encuentro de escritores en Concepción se le interroga sobre sus libros de cabecera: “Un libro inigualable es Ni por mar ni por Tierra de Miguel Serrano, Serrano indudablemente es la personalidad más controversial y eminente de la literatura chilena”. Una opinión que duele, consterna o nos vuelve felices. “En mi país han tratado de olvidarlo por ser nazi. Pero les será imposible. ¡Viva Miguel Serrano! ¡Viva el Furher!” Esta última frase generalmente escandaliza a los lectores. Ha escrito y hablado mucho de la literatura norteamericana, si uno le pregunta él ahonda en esos escritores… y así suma y sigue… sin que nadie lo pare, hasta llegar a nuestros días, a la tan promocionada Next Ganeration y a muchos otros nombres que ni siquiera sospechamos su existencia. Porque el creador de El café de los besos topless es, además un lector atento, entusiasta y muy bien informado en todo lo que se refiere a autores norteamericanos y Latinoamericanos. Recuerdo haber asistido a un evento de escritores en Las Termas de Chillan, él sin una pregunta de por medio se larga. “En Chile los narradores actuales son mediocres. He tenido el buen cuidado de no aprender nada de ellos. Es frustrante leer a Marcela Serrano, Lafourcade, Lemebel o Rivera Letelier. A lo sumo son capaces de narrar un hecho pintoresco y engañar a ingenuos lectores (tres de los aludidos —atónitos—están en la mesa junto a él). Y debo combatir una sospecha de conspiración contra mi cerebro cuando veo que críticos y novelistas aceptan dócilmente como gran literatura las insensibilidades y cópulas de Isabel Allende. Por otro lado La melodía infinita de Camilo Marks es un fracaso total, es un “autor” sin estilo, no tiene imaginación, su obra es totalmente aburrida, insignificante, grado cero. Uno debe preguntarse si la editorial leyó el bodrio. ¿Cómo puede equivocarse tanto un editor? Camilo Marks como crítico es el mayor farsante que tiene el diario El Mercurio. No sé como un diario que posee una basta tradición de seriedad en sus páginas de literatura le da tribuna a los errores y barbaridades que escribe ese hombre. ¡Cómo no les da vergüenza publicarlo! Todo el mundo se ríe de él.” Así despliega sus comentarios con inflexiones como si reflexionara de las ruinas de un pueblo o de caseríos en ruinas, lo hace queriendo abrirnos los ojos a una mitología propia que depara escandalosos resultados. Son cosas que ha escrito y las dice: “Me gustaría hablar de los cinco tiros fatídicos que le dio Mark David Chapman a John Lennon… para qué hablar de Gonzalo Contreras, hablemos de Elvis, de las estafas de Madame Blavasqui ya que las novelitas de Contreras son una nulidad, son totalmente insignificantes tanto como las de German Marín, no sé si Marín es peor que Contreras o viceversa, pero sea cual sea, los dos son lamentables, sus libros están llenos de páginas muertas. Marcelo Lillo es un escritor muy distinto, ahí hay algo. El primer libro de Zambra también está vivo. Algunos cuentos de Jaime Collyer, de su libro Gente al Asecho, son espléndidos, calan a fondo en el alma humana, aunque escribió una novelita insustancial y liviana que con todo gusto la quemaría. ¿En quién más podemos pensar?” Y a medida que avanza se expresa con extraordinaria soltura. “Carla Guelfenbain y Simonetti son escritores con los que te entra el insomnio, Carlos Frank no existe. Viendo lo que se publica en mi país no queda más que deducir que nuestros editores están todos coimeados, son unos farsantes con un gran sentido del negocio, son comerciantes ambulantes con oficina. Es la tónica de este país. Quizá lo más rescatable de los últimos años es Bolaño, me refiero a las primeras páginas de Los detectives Salvajes, el resto de sus libros son un desastre que a nadie le recomiendo leer.” Fulmina el vacío. Luego regala una sonrisa placida. Su fraseo parece un verdadero ritual, un rito de tal calado que uno tiene que preguntarse si algo así no es una ceremonia elaborada, incluso un exorcismo. Es difícil decirlo, Valdebenito parece demasiado complacido.
LAS CONVICCIONES
Le han preguntado si cree qué el escritor es un ser obsesivo. Valdebenito, sin pensarlo dos veces, ha respondido: “Absolutamente”. Le han pedido que diga cuál es el fin que desea lograr con su escritura. “Mi literatura es un pretexto para limpiar mis propios nidos nocivos. No me interesa lograr ningún fin. No soy un tipo altruista ni mesiánico. Escribo porque no tengo nada más que hacer, escribo para sacar afuera mis obsesiones, escribo para asesinar los fantasmas que me persiguen, escribo porque estoy ocioso.” Parece implacable, le gusta ser implacable. Cada palabra es una efervescente invitación a ingresar al mundo del escritor. También le han enrostrado que parece un autor sin ningún compromiso. A lo que él ha respondido: “Hay excelentes escritores comprometidos y hay excelentes escritores sin ningún compromiso. Dicho de otra manera, cuando escribes, es como hacerte el harakiri y luego de eso tratar de salir vivo. Eso, al final del día, es lo único que cuenta de verdad. Mi verdadero compromiso, si es que tengo alguno, es con la literatura. El escritor es un hombre que debe tener responsabilidad ante su literatura, ante si mismo y su propia conciencia.”
Me entero que este año Valdebenito escribió el prólogo para dos libros de unos jóvenes poetas inéditos y está terminando un guión para un corto metraje de una de las mayores promesas del cine chileno. También le da los toques finales a una novela corta que va a titular Todas las Rameras de Chile. Recuerdo haber leído en una parte sobre sus hábitos de escritura. Sus ritos han ido cambiando con el paso del tiempo. Hoy lo único que necesita para escribir es una madriguera y estar frente al teclado del computador o a una máquina de escribir. “Y luego no hay ningún secreto, uno simplemente prende un pucho de marihuana no muy bueno y unas décadas de artesanía chilena hacen el resto, incluso da lo mismo si no encuentras un pucho, es como si las palabras hubieran estado ahí desde hace mucho tiempo, pero ello no tiene importancia.”
SUS INICIOS
Valdebenito empezó a escribir a los siete años. “Desde que tengo memoria mi padre tenía una hermosa biblioteca”. Su padre era abogado y un ávido lector y también escribía, pero sin mayor pretensión. Por ahí comenzó su interés por la lectura y la escritura. Estudió en el Instituto de Humanidades A.S.S., “Ahí me encontré con esos compañeros que eran unos monstruos, eso fue para mí una gran motivación, al igual que ese colegio de curas, era de un despotismo apoteósico. Era realmente fabuloso lo que hacían con nosotros, lo que indudablemente fue como si pusieran una grúa empujándome a escribir.” De joven leía mucho a los rusos, le fascinaban: Tolstoi, Dostoievski, Gogol, Lermontov y otros. “Luego descubrí a Hesse, a Poe, Faulkner”. En aquella época tenía 16 o 17 años. “Las tardes de ocio eran placenteras, y fue entonces que di un salto a la poesía, lo leía todo, la plata que llegaba a mis manos se me iba en libros, mientras algunos iban a fiestas yo me encerraba en mi casa a leer, en las tardes de otoño recorría librerías y bibliotecas.” Entonces entró a estudiar Licenciatura en Matemáticas a la Universidad de Concepción. Allí organizó un, dos y tres encuentros de poetas en los cuales conoció a Parra, Gonzalo Rojas y otros. También a María Nieves Alonso directora de extensión de la casa de estudios y una persona decisiva en su formación como escritor. En 1997 fundó la revista Difusión. En 1998 publicó el libro de poemas El Jardín (Premio fondos concursables Municipalidad de Concepción). El 2000 fue publicado, su controvertido libro objeto, La Muerte de Bukowski. Es un homenaje al gran escritor norteamericano, pero también un cóctel explosivo que disfrutó mucho escribiéndolo. Los trescientos ejemplares de su primera edición se agotaron en una semana en las librerías de Concepción. En el 2001 sale a luz su Antología de Poetas Chilenos Jóvenes (Premio a la reedición de las mejores obras publicadas en el año por el Fondo del Libro y la Lectura del Gobierno de Chile). “Por ese tiempo comencé a ser llamado para dictar talleres literarios para los alumnos de la Universidad de Concepción, Universidad del Bío Bío y Universidad Católica de la Santísima Concepción, recuerdo que siempre les decía bastante enojado —y cada vez que dicto un taller lo sigo diciendo—: si desean ser escritores ¿por qué no están en la casa escribiendo en vez de estar apiñados en esta sala?” Sin embargo parece que ese es uno de sus muchos gratos recuerdos. En el 2002 apareció su segundo libro de poemas Urnas o Réquiem a la palabra (Ediciones Lar). Ha sido editor de la revista, Quiltro (Premiada con los fondos concursables Universidad de Concepción). Cuando sacó esa revista mucha gente anhelaba encontrarse con él para insultarlo o felicitarlo. “Claro que eran muchos más lo que intentaban crucificarme, deseaban ponerme una almohada en la cara hasta asfixiarme”. En esa revista le hizo una entrevista a Armando Uribe el que quedó con los pelos de punta ante una escandalosa sucesión de preguntas. El 2004 es premiado por la autoría del CD interactivo Literatura de las Nuevas Fronteras. Un trabajo financiado por una fundación. Ha sido jurado de distintos certámenes literarios a nivel nacional. El 2008 es publicada su novela Correcciones Elementales, un libro que en la portada luce la fotografía de una escultura del afamado artista cubano Actúan Rodríguez, en su contratapa vienen elogiosos comentarios de Antonio Skármeta y Marco Antonio de la Parra.
Estoy segura que un escritor de la línea de Valdebenito debe ser indiscreto, un francotirador, debe capturar el material deleznable, la vida gris, las triviales cosas terribles que todo hombre conoce, es como si amara a los cancerosos y a los leprosos y él cumple maravillosamente bien esa regla.
3/9/09
Premio municipal de Literatura
Un jurado presidido por el escritor Poli Délano eligió como ganador en la categoría Mejor Cuento del Premio Municipal de Literatura 2009 a "Crimen y Perdón", una compilación de relatos en los que se refleja la vida urbana actual.
La obra pertenece a Carlos Iturra, que ya había sido distinguido en la misma categoría en 2005 por su obra "Pretérito presente", también publicada por editorial Catalonia.
El libro reúne cuentos de fantasía, reales y cotidianos, entre los que se encuentra "Caída en desgracia", relato en el que el autor se atreve a revelar las tertulias literarias del taller de Mariana Callejas en Lo Curro, aquellas que celebraba mientras su esposo Michael Townley operaba en el sótano de la casa como agente secreto de la DINA.
El jurado aludió al texto como "una colección de narraciones breves de formidable factura, caracterizada por la tesura y lucidez de su prosa y la capacidad de generar microcosmos de una gran vitalidad y persuasión".
Carlos Iturra ha sido reconocido por la crítica como uno de los mejores exponentes del género cuento en la actualidad. "Paisaje masculino", "Pretérito presente" y "Para leer antes de tocar fondo", forman parte de su celebrado catálogo de relatos breves.
Otros de los ganadores de este año son Alfredo Jocelyn-Holt en la categoría Ensayo y Roberto Brodsky en Novela.
Creado desde en 1934, el Premio Municipal de Literatura surgió como un reconocimiento a la obra de autores chilenos en sus distintos géneros, que hayan sido editados el año anterior a la premiación.
José Donoso, Roberto Bolaño, María Luisa Bombal, Nicanor Parra, Jaime Collyer, Volodia Teitelboim, entre otros, han sido distinguidos en el pasado. La ceremonia de entrega del Premio Municipal de Literatura 2009 se realizará en noviembre próximo.
Libro: Diccionario Biobibliográfico de Escritores Chilenos Jóvenes y Autoeditado
PINCHA LA IMAGEN PARA OBTENERLO
Editado por: Departamento de Humanidades Universidad Tecnológica Metropolitana, Santiago de Chile, 1999
ISBN: 956-7359-18-0
Este Diccionario Biobibliográfico de escritores chilenos jóvenes y autoeditados reúne a los autores que respondieron a la convocatoria que hizo la Universidad Tecnológica Metropolitana (UTEM), a través del departamento de Humanidades dependiente de la Facultad de Humanidades y tecnologías de la Comunicación Social.
Este llamamiento se realizó en el mes de septiembre de 1999 a través de los medios de comunicación (escritos, radiales, cablegráficos, televisivos e Internet).
Ciento noventa autores y doscientos quince títulos estarán disponibles para la consulta del público y de los profesionales asistentes a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara FIL'99, en el stand de la UTEM -Autoeditados- Emergentes.
Este llamamiento se realizó en el mes de septiembre de 1999 a través de los medios de comunicación (escritos, radiales, cablegráficos, televisivos e Internet).
Ciento noventa autores y doscientos quince títulos estarán disponibles para la consulta del público y de los profesionales asistentes a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara FIL'99, en el stand de la UTEM -Autoeditados- Emergentes.
El trasgresor silenciado
Juan Emar (1893-1964)
El trasgresor silenciado
http://www.memoriachilena.cl
Juan Emar, seudónimo de Álvaro Yáñez Bianchi, irrumpió en la escena artística nacional asociado al grupo Montparnasse, formado por Henriette Petit, José Perotti, Luis Vargas Rosas, Manuel Ortiz de Zárate y Julio Ortiz de Zárate. Esta fusión de intelectuales se constituyó en el principal promotor de los cambios que experimentaría la plástica nacional en la década del veinte.
Al regresar de París, cuna de los vanguardistas latinoamericanos, comenzó a emplazar la -a veces atenuada- revuelta contra la institucionalidad artística chilena desde el diario La Nación, propiedad de Eliodoro Yáñez, su padre. Así, la masiva tribuna del periódico liberal acogió las Notas de Arte (1923-1925) para permitirle a Emar proclamar la necesidad de ruptura con el criollismo, que dominaba tanto la literatura como las artes plásticas en el anquilosado medio nacional. A través de sucesivas notas firmadas por él y/o sus representantes, fueron explicados los fundamentos de la protesta vanguardista que encabezaba. Luego de esta actividad, el autor desapareció del ámbito público por casi diez años.
Aunque la obra literaria de Juan Emar respondió a una evolución propia que empezó con el inédito "Torcuato" (1917), no fue sino hasta 1935 cuando comenzó a disputar territorio dentro del medio local. Durante ese año aparecieron Miltín 1934, Un Año y Ayer. Estas tres novelas desafíaron los códigos de representación del realismo dominante, al soportarse en estructuras fragmentarias y alegóricas. Éstas incluyeron, además, principios propios del cubismo y del futurismo europeo que las acercaron decididamente tanto a los planteamientos constructivistas, como también al creacionismo de Vicente Huidobro. Asimismo, los temas se desplegaron en amplios espectros, colmados de humor negro, ocultismo, inconsciente y erotismo. Más tarde, en 1937, apareció Diez, libro que vino a confirmar la radicalidad de su propuesta artística.
Incomprendido por la crítica de ese entonces, no fue sino hasta las décadas de los setenta y ochenta cuando tímidamente comenzó su rescate. Su obra reapareció bajo el rótulo de surrealista, kafkiana o incluso proustiana. Sin embargo, la vaguedad que exhibieron estos adjetivos recién fue resuelta a partir de los años noventa, cuando la abundancia de estudios críticos y referencias a su obra hicieron que su figura ocupara un puesto destacado dentro del canon alternativo que se ha ido estableciendo en la historia de la literatura chilena. Finalmente, la publicación de Umbral por parte de la Dibam en 1996, abrió amplias posibilidades a las futuras generaciones para hacerse cargo de su extenso legado.
Una guía humorística de Santiago, escrita en 1966
Mie 7 Mar 2007
Escrito por Luciano Ojeda en Libros de la ciudad
[3] Comentarios
En una feria de libros usados en Villarrica, durante el verano, encontré el libro que Tito Mundt publicó en 1966 con el título de “Guía humorística de Santiago”, editado por Zig-Zag en su Colección Viajes y Panoramas y que cuenta con entretenidos dibujos del notable Jorge Dahm, en un pequeño formato de 10 por 17 cm. y 86 páginas
El texto es una guía que, según su autor, pretende ir más allá de los planos, mapas, cuadros y estadísticas porque una ciudad está más allá de eso:
“Una ciudad tiene un alma y un rostro secreto que está escondido en sus esquinas y que hay que captar cuidadosamente para presentárselo a los extranjeros y turistas de paso.
Es mentira que Santiago sea fósil y sin vida. Que no tenga historia ni personalidad. Que sea frío y gris. Que nos aburramos en él. Que no haya nunca nada en sus calles y plazas. Que no se recuerde con nostalgia cuando estamos lejos. Y que, finalmente, no le deje un recuerdo imborrable a la gente nacida en otras partes y que ancló alguna vez al pie del pequeño Santa Lucía.”
Como está escrito hace ya más de 40 años es notable encontrar en él los tópicos de la ciudad, los mismos temas que discutimos hoy, los mismos problemas de toda ciudad, que se pretenden resolver ahora…
Sobre la locomoción colectiva en la ciudad, dice Mundt:
“Santiago tiene troles, buses y liebres. Además debería tener taxis, pero nadie sabe por qué, y a pesar de que existen cinco mil inscritos oficialmente, no hay forma humana ni divina de encontrar uno después de las siete de la tarde.
Hay horas geniales en esta ciudad: entre ocho y nueve de la mañana, entre una y dos de la tarde y entre siete y nueve de la noche. En esos tres lapsos no hay como subirse a un micro o a un trole. No hablemos de las liebres porque, aparte de que no se ha inventado nada más chico ni más incómodo en el mundo, el chofer que las maneja va generalmente tan de mal genio que no para en las esquinas y se limita a hacer un movimiento despectivo con los hombros. Cuando va de buen humor (dos días al año), está escuchando un partido de Colo Colo por la radio, por lo cual la atención al público es igualmente deficiente.”
Amén de revisar crítica y someramente los puentes del río, las estatuas, los cerros, algunos parques, los centenares de cines de la época, museos, teatros y la bohemia con sus actividades conexas, tiene unos párrafos más bien apocalípticos para un proyecto que llegaría a ser una de las joyas del transporte público actual, pero que en 1966 no era más que otro sueño modernizador: el Metro.
Al respecto señala:
“El gran sueño de los santiaguinos es tener un Metro al estilo de los de Londres, Paris, Madrid o Nueva York. Desde hace sesenta y seis años se está hablando del Metro y periódicamente se comenta a varias columnas en los diarios y en las radios. Claro que sería lindo que hubiera uno que corriera de este a oeste y de norte a sur con sus combinaciones respectivas, pero existe una pequeña falla, un minúsculo inconveniente que hay que tener en cuenta: el día que haya Metro y venga un terremoto, vamos a tener medio millón de victimas por parte baja”.
Sobre el autor
Tito Mundt era el seudónimo de Santiago Mundt Fierro que nació en Santiago el 4 de marzo de 1916. Estudió en el Colegio Alemán y en el Liceo de Aplicación y luego en la Universidad de Chile.
Hacia finales de los años 30 comenzó una larga y productiva carrera de periodista, que se extendió por 33 años, escribiendo para publicaciones como: “Zigzag”, “Ecrán”, “Vea”,”Ercilla”, “Margarita”, “Eva”, “Vea”, “La Tercera”, “Las Últimas Noticias”; “Siete Días”, “Pobre Diablo”, “La Nación”, “Topaze”, “Extra”, “La Tarde” y una infinidad de otras revistas y diarios nacionales y extranjeros. Siempre se destacó por su pluma ágil, liviana y dinámica. Mundt, como si eso fuera poco, incursionó en la radio como reportero y años más tarde también en la televisión, dedicándose también a la actuación.
Viajó por una treintena de países y entrevistó a notables personajes de su tiempo, “con su pipa y cámara fotográfica tan pronto estaba en Chile como en Japón, Francia, España, Nicaragua, Italia o Vietnam. Entrevistó a Churchill, Nixon y De Gaulle; también a Franco, Perón y Mao Tse Tung; así como a Edith Piaf, Frank Sinatra, y Rooselvelt”.
Fue Agregado Cultural en París entre 1952 y 1954. En 1957 recibió el Premio Nacional de Periodismo en la mención crónica. A fines de los años sesenta se trasladó a España, lugar donde finalmente se estableció
Estando de paso en Santiago, en 1971, y mientras preparaba un libro sobre el asesinato del Ministro Edmundo Pérez Zujovic, muere sorpresivamente en un trágico accidente: había terminado de almorzar en el restaurante Sportsman, situado en el duodécimo piso de la calle Estado 215, casi esquina de Agustinas. Como muchas veces antes, empezó a hacer ejercicios en los fierros del toldo de la terraza y en un accidente, imprudencia o mala maniobra, perdió el equilibrio y cayó al vacío. Un accidente terminó con su vida en la tarde del jueves 10 de junio de 1971.
Un gran cronista muerto en un accidente que debió haber estado en la Crónica Roja pero que ha pasado a formar parte de la mítica presencia de los bohemios en el antiguo oficio periodístico. El texto es casi una pieza de museo pero mantiene, a pesar de los 40 años transcurridos, la frescura de la crónica aguda y rápida. Es, además, una muy buena imagen del Santiago de mediados del siglo XX.
Mie 31 Ene 2007
Sobre la loca geografía de Chile
Escrito por Luciano Ojeda en Libros de la ciudad
1 Comentario
Hay un libro que si bien no tiene por objeto la ciudad de Santiago, ha caracterizado, ha inundado, la imagen que tenemos de Chile, y es de aquellos textos que más se cita que se lee. Se trata de “Chile o una loca geografía“, de Benjamín Subercaseaux Zañartu, a medio camino de un libro de aventuras a lo Julio Verne y una serie de artículos de la National Geographic Magazine.
El texto, escrito entre 1938 y 1943, con sus diferentes apéndices y prólogos explicativos, que tiene ya más de 20 ediciones, primero por la editorial Ercilla y luego por Universitaria, siempre ha estado precedido por un notable prólogo de la mismísima Gabriela Mistral en el que destaca el valor del libro y del autor, diciendo “Los contadores de patria cumplen de veras un acto de amor”. Incluso Gabriela Mistral se permite afirmar: “El destino de su libro me parece tan donoso que se lo envidio buenamente. Él servirá de guía al viajero, que hoy se llama legión, al que corre el país sin saber manejar otra cosa que sus barcos y pierde cien puntos técnicos de las comarcas y de la costumbre. Yo pensé alguna vez hacerme en un libro parecido al suyo el perro de Tobías que condujese a los cegatones propios y extraños por la bien hallada tierra chilena; quise volverme lazarillo “ganoso” que trotase al lado de los indigentes de fervor, cuando ellos caminan sin hazaña interna, es decir, sin hallazgo. Ahora yo sobro, amigo mío, porque su libro es sencillamente magistral.”
Benjamín Subercaseaux es un autor que fue conocido por su polémico temperamento y contradictorias actuaciones que causaron innumerables discusiones y ácidas críticas por sus juicios audaces y su franqueza inhabitual, no pasó inadvertido. Es comparado, en perspectiva, con otro de los “exigidores de la chilenidad”, el otro tábano de los chilenos autocomplacientes, Joaquín Edwards Bello.
El propio autor señala que para escribir su “Loca geografía” eligió la cuarta dimensión de la geografía para “lanzarme más allá del hombre mismo. Algunos llamarán psicológico al estudio que busca la realidad humana por encima de estas bases fundamentales…, no habría inconveniente para llamarlo también metafísico si nos viniera en gana… Lo que hemos realizado aquí es algo mucho más modesto e importante: hemos puesto a la Geografía - nuestra geografía - dentro de la vida, que es grande, y al alcance de la medida humana, que es pequeña.”
El libro, dividido en siete partes y un apéndice comienza “describiendo” la loca geografía chilena desde el momento del descubrimiento para seguir luego con una descripción de norte a sur. En la Cuarta Parte, llamada “El país de la montaña nevada”, se ocupa de Santiago. En su sección III titulada “Donde Santiago lo embrolla todo, haciendo hablar al turista” sostiene algunas de las frases más conocidas:
Hay un Santiago que sólo ve el turista. (Es muy importante)
Hay un Santiago del que vive en él.
Hay un Santiago de los que frecuentan sus campos y sus cerros.
Hay un Santiago de los que llegan por el sur; otro, de los que llegan por el norte.
Hay, por fin, un Santiago propio según el barrio en que vivimos.
No estaría de más recordar, también, el Santiago de los amigos de la Historia. Para ellos, la ciudad se limita a su decorado permanente, porque lo que existe en la actualidad - lo hemos dicho - no calza en absoluto dentro de su ensueño. Sólo la cordillera ha tenido la bondad de permanecer ahí, eterna e inmutable.
Escrito por Luciano Ojeda en Libros de la ciudad
[3] Comentarios
En una feria de libros usados en Villarrica, durante el verano, encontré el libro que Tito Mundt publicó en 1966 con el título de “Guía humorística de Santiago”, editado por Zig-Zag en su Colección Viajes y Panoramas y que cuenta con entretenidos dibujos del notable Jorge Dahm, en un pequeño formato de 10 por 17 cm. y 86 páginas
El texto es una guía que, según su autor, pretende ir más allá de los planos, mapas, cuadros y estadísticas porque una ciudad está más allá de eso:
“Una ciudad tiene un alma y un rostro secreto que está escondido en sus esquinas y que hay que captar cuidadosamente para presentárselo a los extranjeros y turistas de paso.
Es mentira que Santiago sea fósil y sin vida. Que no tenga historia ni personalidad. Que sea frío y gris. Que nos aburramos en él. Que no haya nunca nada en sus calles y plazas. Que no se recuerde con nostalgia cuando estamos lejos. Y que, finalmente, no le deje un recuerdo imborrable a la gente nacida en otras partes y que ancló alguna vez al pie del pequeño Santa Lucía.”
Como está escrito hace ya más de 40 años es notable encontrar en él los tópicos de la ciudad, los mismos temas que discutimos hoy, los mismos problemas de toda ciudad, que se pretenden resolver ahora…
Sobre la locomoción colectiva en la ciudad, dice Mundt:
“Santiago tiene troles, buses y liebres. Además debería tener taxis, pero nadie sabe por qué, y a pesar de que existen cinco mil inscritos oficialmente, no hay forma humana ni divina de encontrar uno después de las siete de la tarde.
Hay horas geniales en esta ciudad: entre ocho y nueve de la mañana, entre una y dos de la tarde y entre siete y nueve de la noche. En esos tres lapsos no hay como subirse a un micro o a un trole. No hablemos de las liebres porque, aparte de que no se ha inventado nada más chico ni más incómodo en el mundo, el chofer que las maneja va generalmente tan de mal genio que no para en las esquinas y se limita a hacer un movimiento despectivo con los hombros. Cuando va de buen humor (dos días al año), está escuchando un partido de Colo Colo por la radio, por lo cual la atención al público es igualmente deficiente.”
Amén de revisar crítica y someramente los puentes del río, las estatuas, los cerros, algunos parques, los centenares de cines de la época, museos, teatros y la bohemia con sus actividades conexas, tiene unos párrafos más bien apocalípticos para un proyecto que llegaría a ser una de las joyas del transporte público actual, pero que en 1966 no era más que otro sueño modernizador: el Metro.
Al respecto señala:
“El gran sueño de los santiaguinos es tener un Metro al estilo de los de Londres, Paris, Madrid o Nueva York. Desde hace sesenta y seis años se está hablando del Metro y periódicamente se comenta a varias columnas en los diarios y en las radios. Claro que sería lindo que hubiera uno que corriera de este a oeste y de norte a sur con sus combinaciones respectivas, pero existe una pequeña falla, un minúsculo inconveniente que hay que tener en cuenta: el día que haya Metro y venga un terremoto, vamos a tener medio millón de victimas por parte baja”.
Sobre el autor
Tito Mundt era el seudónimo de Santiago Mundt Fierro que nació en Santiago el 4 de marzo de 1916. Estudió en el Colegio Alemán y en el Liceo de Aplicación y luego en la Universidad de Chile.
Hacia finales de los años 30 comenzó una larga y productiva carrera de periodista, que se extendió por 33 años, escribiendo para publicaciones como: “Zigzag”, “Ecrán”, “Vea”,”Ercilla”, “Margarita”, “Eva”, “Vea”, “La Tercera”, “Las Últimas Noticias”; “Siete Días”, “Pobre Diablo”, “La Nación”, “Topaze”, “Extra”, “La Tarde” y una infinidad de otras revistas y diarios nacionales y extranjeros. Siempre se destacó por su pluma ágil, liviana y dinámica. Mundt, como si eso fuera poco, incursionó en la radio como reportero y años más tarde también en la televisión, dedicándose también a la actuación.
Viajó por una treintena de países y entrevistó a notables personajes de su tiempo, “con su pipa y cámara fotográfica tan pronto estaba en Chile como en Japón, Francia, España, Nicaragua, Italia o Vietnam. Entrevistó a Churchill, Nixon y De Gaulle; también a Franco, Perón y Mao Tse Tung; así como a Edith Piaf, Frank Sinatra, y Rooselvelt”.
Fue Agregado Cultural en París entre 1952 y 1954. En 1957 recibió el Premio Nacional de Periodismo en la mención crónica. A fines de los años sesenta se trasladó a España, lugar donde finalmente se estableció
Estando de paso en Santiago, en 1971, y mientras preparaba un libro sobre el asesinato del Ministro Edmundo Pérez Zujovic, muere sorpresivamente en un trágico accidente: había terminado de almorzar en el restaurante Sportsman, situado en el duodécimo piso de la calle Estado 215, casi esquina de Agustinas. Como muchas veces antes, empezó a hacer ejercicios en los fierros del toldo de la terraza y en un accidente, imprudencia o mala maniobra, perdió el equilibrio y cayó al vacío. Un accidente terminó con su vida en la tarde del jueves 10 de junio de 1971.
Un gran cronista muerto en un accidente que debió haber estado en la Crónica Roja pero que ha pasado a formar parte de la mítica presencia de los bohemios en el antiguo oficio periodístico. El texto es casi una pieza de museo pero mantiene, a pesar de los 40 años transcurridos, la frescura de la crónica aguda y rápida. Es, además, una muy buena imagen del Santiago de mediados del siglo XX.
Mie 31 Ene 2007
Sobre la loca geografía de Chile
Escrito por Luciano Ojeda en Libros de la ciudad
1 Comentario
Hay un libro que si bien no tiene por objeto la ciudad de Santiago, ha caracterizado, ha inundado, la imagen que tenemos de Chile, y es de aquellos textos que más se cita que se lee. Se trata de “Chile o una loca geografía“, de Benjamín Subercaseaux Zañartu, a medio camino de un libro de aventuras a lo Julio Verne y una serie de artículos de la National Geographic Magazine.
El texto, escrito entre 1938 y 1943, con sus diferentes apéndices y prólogos explicativos, que tiene ya más de 20 ediciones, primero por la editorial Ercilla y luego por Universitaria, siempre ha estado precedido por un notable prólogo de la mismísima Gabriela Mistral en el que destaca el valor del libro y del autor, diciendo “Los contadores de patria cumplen de veras un acto de amor”. Incluso Gabriela Mistral se permite afirmar: “El destino de su libro me parece tan donoso que se lo envidio buenamente. Él servirá de guía al viajero, que hoy se llama legión, al que corre el país sin saber manejar otra cosa que sus barcos y pierde cien puntos técnicos de las comarcas y de la costumbre. Yo pensé alguna vez hacerme en un libro parecido al suyo el perro de Tobías que condujese a los cegatones propios y extraños por la bien hallada tierra chilena; quise volverme lazarillo “ganoso” que trotase al lado de los indigentes de fervor, cuando ellos caminan sin hazaña interna, es decir, sin hallazgo. Ahora yo sobro, amigo mío, porque su libro es sencillamente magistral.”
Benjamín Subercaseaux es un autor que fue conocido por su polémico temperamento y contradictorias actuaciones que causaron innumerables discusiones y ácidas críticas por sus juicios audaces y su franqueza inhabitual, no pasó inadvertido. Es comparado, en perspectiva, con otro de los “exigidores de la chilenidad”, el otro tábano de los chilenos autocomplacientes, Joaquín Edwards Bello.
El propio autor señala que para escribir su “Loca geografía” eligió la cuarta dimensión de la geografía para “lanzarme más allá del hombre mismo. Algunos llamarán psicológico al estudio que busca la realidad humana por encima de estas bases fundamentales…, no habría inconveniente para llamarlo también metafísico si nos viniera en gana… Lo que hemos realizado aquí es algo mucho más modesto e importante: hemos puesto a la Geografía - nuestra geografía - dentro de la vida, que es grande, y al alcance de la medida humana, que es pequeña.”
El libro, dividido en siete partes y un apéndice comienza “describiendo” la loca geografía chilena desde el momento del descubrimiento para seguir luego con una descripción de norte a sur. En la Cuarta Parte, llamada “El país de la montaña nevada”, se ocupa de Santiago. En su sección III titulada “Donde Santiago lo embrolla todo, haciendo hablar al turista” sostiene algunas de las frases más conocidas:
Hay un Santiago que sólo ve el turista. (Es muy importante)
Hay un Santiago del que vive en él.
Hay un Santiago de los que frecuentan sus campos y sus cerros.
Hay un Santiago de los que llegan por el sur; otro, de los que llegan por el norte.
Hay, por fin, un Santiago propio según el barrio en que vivimos.
No estaría de más recordar, también, el Santiago de los amigos de la Historia. Para ellos, la ciudad se limita a su decorado permanente, porque lo que existe en la actualidad - lo hemos dicho - no calza en absoluto dentro de su ensueño. Sólo la cordillera ha tenido la bondad de permanecer ahí, eterna e inmutable.
OFICIO DE VIVIR
Eugenia Brito
Editorial Cuarto Propio
2009
Por Raúl Hernández
Al adentrarme en este oficio de vivir, me encuentro con gestos que buscan un lugar, báquicas, convulsas, que contradictorias se ocultan y ruegan. Hay un demonio que mira con sorna y sin piedad. Hay locura y oraciones lóbregas como un cuarto sin ventanas ni puertas. La mujer cortesana y barroca, teme de su divinidad, cuando el perfume ya no es sabio ni calla lo que el cuerpo excede. La confirmación de su irrealidad la sepulta.
Esta convicta con los labios extremadamente finos, transitando las heridas y la sangre, pasea por la historia oscura. El habla es una cicatriz. Estar destronada como estar destrozada en la ciega noche. Delirando ante toda ceniza, cuando las calles son una fractura que hace de todo esto una declaración agonizante. Un lodazal cubriendo el mutismo secreto, ansiadas palabras que carcomen y tallan un cuerpo sin fe. La culpa, no la pena, la irremediable culpa.
Y cincelando los embates del dolor, se escoge de pronto, al unísono, el poema que nos arrastra hacia una muralla, como la amenaza de una estocada siempre profunda y fugaz, que logra una lágrima negra atrapada en el rostro del elegido. Los labios han sido profundamente dañados, como si este acto nos traspasara al fino evento del silencio. La carne de la boca es breve, pero los labios no forman silaba alguna. La ruta del deseo es un viaje letal, ambos signos han sido clavados en una piedra. La soga y el cadalso. La joven y el cautivo, son parte de todo este sacrificio.
Un cuchillo es parte del destino final de nuestro padecer. Así esparce las muecas elegidas por tantos caminos que son valles alucinados al despertar. De este modo, se inicia una acuarela funesta y certera, ante toda esta ceremonia del estremecimiento. Todo un poema que acaricia el césped doliente y bebe del agua de las lluvias. Hay un cuerpo que florece y refleja la sombra del recuerdo. Hay dos convulsas que retiran sus pañuelos. Es nuestro el desborde, dicen, y se disculpan. El habla cesa y hay una oración para la joven, una oración que dice: busca la deriva y decórate, el olvido no te excusará.
Todo un libro como una rosa negra que aparece tras los tibios soplos del pasado. Un libro trashumante que avizora el recuerdo de todo nuestro inicio y nos invita a la conmoción de un nacimiento. Un suceso que traspasa fronteras artificiales y que vorazmente, como una jaula, nos envuelve hacia el oficio de vivir. Es hermoso hundir el brazo en el acero, hasta encontrar el hueso violáceo. Observar nuestro rostro en el espejo, calcando la mirada, como una máscara sobre la piel.
Eugenia Brito
Editorial Cuarto Propio
2009
Por Raúl Hernández
Al adentrarme en este oficio de vivir, me encuentro con gestos que buscan un lugar, báquicas, convulsas, que contradictorias se ocultan y ruegan. Hay un demonio que mira con sorna y sin piedad. Hay locura y oraciones lóbregas como un cuarto sin ventanas ni puertas. La mujer cortesana y barroca, teme de su divinidad, cuando el perfume ya no es sabio ni calla lo que el cuerpo excede. La confirmación de su irrealidad la sepulta.
Esta convicta con los labios extremadamente finos, transitando las heridas y la sangre, pasea por la historia oscura. El habla es una cicatriz. Estar destronada como estar destrozada en la ciega noche. Delirando ante toda ceniza, cuando las calles son una fractura que hace de todo esto una declaración agonizante. Un lodazal cubriendo el mutismo secreto, ansiadas palabras que carcomen y tallan un cuerpo sin fe. La culpa, no la pena, la irremediable culpa.
Y cincelando los embates del dolor, se escoge de pronto, al unísono, el poema que nos arrastra hacia una muralla, como la amenaza de una estocada siempre profunda y fugaz, que logra una lágrima negra atrapada en el rostro del elegido. Los labios han sido profundamente dañados, como si este acto nos traspasara al fino evento del silencio. La carne de la boca es breve, pero los labios no forman silaba alguna. La ruta del deseo es un viaje letal, ambos signos han sido clavados en una piedra. La soga y el cadalso. La joven y el cautivo, son parte de todo este sacrificio.
Un cuchillo es parte del destino final de nuestro padecer. Así esparce las muecas elegidas por tantos caminos que son valles alucinados al despertar. De este modo, se inicia una acuarela funesta y certera, ante toda esta ceremonia del estremecimiento. Todo un poema que acaricia el césped doliente y bebe del agua de las lluvias. Hay un cuerpo que florece y refleja la sombra del recuerdo. Hay dos convulsas que retiran sus pañuelos. Es nuestro el desborde, dicen, y se disculpan. El habla cesa y hay una oración para la joven, una oración que dice: busca la deriva y decórate, el olvido no te excusará.
Todo un libro como una rosa negra que aparece tras los tibios soplos del pasado. Un libro trashumante que avizora el recuerdo de todo nuestro inicio y nos invita a la conmoción de un nacimiento. Un suceso que traspasa fronteras artificiales y que vorazmente, como una jaula, nos envuelve hacia el oficio de vivir. Es hermoso hundir el brazo en el acero, hasta encontrar el hueso violáceo. Observar nuestro rostro en el espejo, calcando la mirada, como una máscara sobre la piel.
MEMORIAS DEL NUEVO SIGLO: JÓVENES, TRABAJADORES Y ARTISTAS EN LA NOVELA CHILENA RECIENTE
Rubí Carreño Bolívar
Editorial Cuarto Propio
2009
172 páginas
Por Nicole Saffie
Un puente entre el rescate de la memoria y la globalización, es lo que construye el libro "Memorias del nuevo siglo: Jóvenes, trabajadores y artistas en la novela chilena reciente", de la profesora de la Facultad de Letras UC Rubí Carreño Bolívar. El texto es una invitación a leer nuestra historia literaria reciente, a partir de las novelas nacionales publicadas en la primera década del siglo XXI.
La autora analiza una buena cantidad de publicaciones, en las que surgen los personajes que durante el siglo pasado encarnaron los ideales de cambio social y revolución: los jóvenes, artistas y trabajadores. A partir de cada una de estas figuras, las que aportan sus evocaciones noveladas en la construcción literaria de las memorias del nuevo siglo, se ahonda en diferentes narrativas que responden a estas subjetividades.
De esta manera, Carreño revisa una diversidad de autores y textos, estructurados en tres series. La primera, que busca analizar a los jóvenes como personajes literarios, agrupa "Las películas de mi vida" (2003) de Alberto Fuguet, "La burla del tiempo" (2004) de Mauricio Electorat, "Diez de Julio Huamachuco" (2007) de Nona Fernández y "La vida privada de los árboles" (2007) de Alejandro Zambra, entre otros. Los trabajadores, por su parte, aparecen a través de títulos como "Santa María de las flores negras" (2002) de Hernán Riviera Letelier, "Sewell, luces y sombras" (2003) de María Eugenia Lorenzini y "Mano de obra" (2002) de Diamela Eltit. Los artistas, por su parte, están presentes en obras como "Tengo miedo Torero" (2001) de Pedro Lemebel, "Bonsái" (2007) de Alejandro Zambra" y "El inútil de la familia" (2004) de Jorge Edwards.
24/8/09
Fallece Matilde Ladrón de Guevara
Ago 23rd, 2009 | By Libros de Mentira | Category: Portada
Un nuevo deceso sacude al mundo de las letras, esta ocasión la poeta y novelista autora de “Y va a caer” (1986), falleció el sábado 22 de agosto a las 20hrs. Noticia vía: Milenio.com
La escritora chilena Matilde Ladrón de Guevara murió la noche de ayer en el Hospital Militar en Santiago, donde permaneció internada cerca de tres semanas, lapso en el que, a raíz de una fractura de cadera, se le detectó el cáncer que le costó la vida.
Los restos de la poeta, que cumplió 99 años el pasado 18 de agosto, serán velados este lunes en la sede de la Sociedad de Escritores de Chile (SECh), donde se le rendirá tributo a quien fuera una figura de la vida cultural del país desde mediados del siglo pasado.
Candidata al Premio Nacional de Literatura en 2006, Matilde fue cercana a Pablo Neruda, que le prologó uno de sus poemarios, fue amiga de Gabriela Mistral (madrina de su hija Sybila) y pariente de la madre de Ernesto “Che” Guevara, a quien conoció en Argentina.
Nacida el 18 de agosto de 1910, Matilde Ladrón de Guevara fue madre de Sybila Arredondo, antropóloga chilena, que estuvo detenida en Perú, por 14 años, en cárceles de alta seguridad por una supuesta relación con Sendero Luminoso.
En diciembre de 2002, cuando su hija salió en libertad en entrevista con La Nación declaró: “Estos catorce años de espera me han destrozado el alma. Yo ahora me quiero morir en cualquier momento”.
Además de poeta y novelista fue cronista, periodista, como corresponsal de la desaparecida revista chilena Ecrán en Hollywood y política, como una de las fundadoras del Partido Femenino a mediados de los años 40.
Luego de publicar en 1948 el poemario “Amarras de Luz”, su primer libro, se concentró en la literatura, rubro en el que destacan “Mi patria fue su música” (1953), novela inspirada en un romance que sostuvo con el pianista Walter Gieseking.
También “Adiós al cañaveral” (1962), crónica donde contrapone las figuras del “Che” Guevara y del líder cubano Fidel Castro, y “Madre soltera” (1966), donde aborda la maternidad fuera del matrimonio, un tema tabú para la época.
8/5/09
La cesantìa hecha Poesìa.
Poemas Cesantes
Cuatro años antes, Raúl publicó Poemas Cesantes, contando las historias de su búsqueda del empleo. En una itinerancia de entrevistas de trabajo y ocio, aparece esta obra, que también es publicada por la editorial La Calabaza del Diablo.
- ¿Por qué se te ocurrió plasmar esta etapa de la búsqueda de empleo?
- Era una época de cesantía, pero me había ganado la beca de la Fundación Neruda y tenía 60 mil pesos mensuales. A mí me interesaba mucho la imagen del cesante digno, de ese que no alega mucho y no es por tímido, sino porque no considera que ese estado vaya a afectar mucho su vida. Entonces ahí está ese cesante, que puedo ser yo y puede ser cualquiera. Y circula por la ciudad. En Poemas Cesantes traduzco una fotografía que transita al igual que en Paraderos Iniciales, en donde la poesía es un camino, una carretera.
- ¿Pareciera que el espacio de desplazamiento, de cambio de estado, de movimiento, es sello de tu poesía?
- Puede ser. Pero no es algo que esté pensado. Con estos dos libros me siento conforme, porque no tuve el apuro de escribir bajo esa ansiedad juvenil que todos tenemos en algún momento. Estos dos libros fueron trabajados, hubo talleres, experiencias de vida, altos y bajos. Les di muchas vueltas. No porque el poema sea un gran poema que vaya a cambiar algo, sino por que me interesa que el libro tenga una dignidad propia, que el poema pueda hablar. Fueron dos trabajos intensos y logrados para mí. Ahora viene otro libro, Huérfanos. Ese libro es un conjunto de poemas que vengo escribiendo desde 1999 hasta ahora y algunos poemas han aparecido en antologías. En este caso no hay un concepto central como en los otros dos libros. Son poemas huérfanos que se han escrito en la calle, quizás ese es el punto en común.
- ¿Te interesan los barrios?
- Si, en ese sentido los libros que he escrito han sido geográficos. De recorridos. Está la clara intención de apropiarse, de apoderarse del sentido del lugar. Por ejemplo, Poemas Cesantes es un libro sanmiguelino, escrito en la comuna de San Miguel. En cambio, Paraderos Iniciales es un libro de San José de Maipo. Ahora estoy escribiendo desde el Barrio Yungay y la calle Huérfanos ha sido un eje central de mi escritura en la ciudad.
Decir mucho en pocas palabras
- ¿Tu poesía es breve, por que?
- Siempre me ha interesado el poema breve, más bien como un trabajo interno, como un arte después del evento cotidiano, como una fractura momentánea que puede incluso dislocar un momento, una sensación. A veces escribo de manera más extensa y otras veces no. Y este poema breve va ligado con la imagen y la experiencia. De ahí sale todo. Aunque la experiencia pueda ser fatal y demoledora.
- ¿Finalmente quisiera saber cuáles son las inspiraciones y esperanzas que te mueven en la poesía?
- En esos términos me gustaría que la poesía la pueda leer cualquier persona común y corriente, en cualquier lugar, no sólo en ambientes académicos o en encuentros de poesía. Estoy consciente que la escritura poética no está supeditada a ser comprendida necesariamente, pero hay un problema de círculo cerrado que hay que despercudir. Ahí está la tradición oral de los taitas, por ejemplo, de la cual se puede aprender por generaciones. Habrá que esperar.
Esperando el autobùs
Paraderos Iniciales, paraderos de retorno, de las idas y las vueltas. Y las esperas. Y esperar que el tiempo quede, que las imágenes no se tuerzan. Raúl Hernández, un poeta de las calles y avenidas que se apropió de la realidad, de los finales y los comienzos, en viajes de microbús. Buscando las miradas para generar una arquitectura literaria hecha a mano. Esencialmente a mano, por la sencillez de su versos, por las imágenes de un presente sin tiempo.
En abril lanzó su último libro Paraderos Iniciales, editado por La Calabaza del Diablo, y escrito con una beca del Consejo Nacional del Libro, que le permitió recorrer en pasos y versos a San José de Maipo. Se detuvo en las imágenes de decenas de viajes que dieron vida a esta obra de sabores simples, pero duraderos.
Aquí comienza una conversación difícil de plasmar. Para mí, la más difícil.
- ¿Cuándo comienza esto de crear Paraderos Iniciales?
- El libro parte como una búsqueda de ser un forastero que recorre los rincones de un paisaje, con la clara idea de encontrar una sanación. Comencé a sentir este espíritu, esta necesidad de encontrar un lugar como escapatoria, luego de pasar instancias oscuras en la cual todo se había vuelto sucio y desprolijo en el demonio citadino. En San José de Maipo descubrí que podía escapar y, de pronto, comienzo a conocer gente y a descubrir que ese lugar había sido visitado por otros escritores, como Eduardo Barrios o Juan Emar. Y ahí parto con el viaje. Un viaje interior para estar bien, después de estar mal. Mirar desde el paradero, recibir esa sensación que sucede mientras esperas el bus. Y vivir esa espera.
- ¿Y llegaste a los Paraderos Iniciales?
- No sé si llegué, pero quería buscar en mi escritura esos paraderos, que fuera asumiendo esa búsqueda. Y también ver esa otra esfera. Yo sentía que lo lograba en ese lugar, que estaba lleno de mitos que me llevó a todo ese estado inicial.
-He escuchado a otros escritores que dicen, que cuando toman determinadas temáticas o se inspiran en ciertos espacios, tiene mucho que ver con su identidad, personalidad, con sus experiencias. Y tú mencionaste el tema de los mitos. ¿Cuál es la relación entre esos mitos y tu propia vida?
- Yo creo que ahí me entero del proceso del mito. Está ese rol del poeta, como decía Jorge Tellier, de “guardián del mito”, que es esta situación única que se hace necesaria de contarla y traspasarla a través del tiempo. El libro no habla sólo de esa naturaleza, habla de mi experiencia como autor, que quizás puede ser mi voz poética y también un asunto interno, de hacer lo mínimo con el confín.
- Tu obra no sólo abarca la dimensión literal, sino también gráfica. ¿Cómo es la lectura que le das al orden de tus versos? ¿Por qué dibujas con ellos?
- Con este libro ocupo particularmente distintos comienzos y cada partida la está haciendo otra voz. Son voces que están allí y lo plasmo. Paraderos Iniciales es una obra que se escribe en el camino, como libro de experiencias, y ahí parte la visualidad del paisaje y los espacios que ocupa el poema, desde esta experiencia de viaje, de forastero.
- Tu obra provoca nostalgia. De repente, el poema queda corto y el lector querría seguir interpretándolo. ¿Es lo que querías provocar, un paradero inicial para un viaje individual de lectores?
- Me interesa que el lector pueda continuar el poema. Porque de repente hay poemas que son muy breves y el lector claramente puede seguir interpretándolo. Me interesa las anotaciones al pasar, que es memoria y lente. Fotografía y experiencia. Olor y sonido. Paraderos Iniciales es un libro de tránsito y yo creo que esa es la temática del libro. Es un reencuentro conmigo mismo. Es un libro nostálgico, que no va dirigido a un amor romántico directamente o a una desilusión, sino que es un reencuentro como persona y como escritor. Y me interesa, sin duda, esa conexión con los lectores. Y si se quiebra un vaso, me gusta que se escuche, que se vea esa imagen, esa simpleza de la conmoción.
- ¿Cuándo supiste que se terminaron los Paraderos Iniciales? ¿Cuándo decidiste que ese poema sería el último del libro?
- Yo había comenzado tomando mate y jugando solitario en el paradero. El libro tiene varias partes y todo fue viajar. Cuando escribo el último poema del libro, lo escribo en ese mismo paradero. Y pasa que no quedó ningún poema fuera del libro y sucedieron justamente en orden cronológico. Lo más gratificante, sin duda, fue la escritura. Estar ahí, disfrutar esta soledad, que no mata, una soledad buscada. Estar más sano, más curado de todo este demonio, todo este padecer, toda esta rabia que veo en una botillería, cuando alguien se entromete y pide cigarros y te arrebatan un momento y se genera una pelea. La etapa de escribir el libro fue una etapa señera. Y una experiencia extraña al percatarme que después un sentimiento funesto pude escribir de forma más clara.
3/5/09
Amanecer después de la tormenta
Sobre Flamenco es un sueño, de Carlos Almonte
Por Lucía Cánobra
Este libro es una escena, tal vez diez, tal vez cientos, todas adheridas, inseparables, todas hechas trizas, mojadas por el agua de tormenta y los sudores fríos y opacos. Este libro es pesadumbre en vuelo. Tal como arrecia el ángulo perdido de un faro a la distancia. Entre olas furiosas, llenas de espuma -hecha de rabia- o sangre –a caudal-; llenas de ira, tristeza y resignación. La tormenta arrecia a ratos. El temblor es incesante, a través de inquietantes melodías, vuela el ave hacia su final, hacia su miseria. El ave (también lugar, pintura, baile y lenguaje) sabe dónde encontrar su más cruel destino, lo disfruta, lo rechaza, pero a pesar de todo, lo busca sin dudar. El espectador, vacío ya, no sabe si esconderse, huir o regresar; solidaridad, acaso, con la confusión vital del ser perplejo, ebrio de desierto, agotado de amar, enfermo y desahuciado. La ropa hecha jirones, emergiendo de entre remolinos gigantescos; camina en círculos, recrimina, grita al cielo, muestra el puño, cae, tropieza, vuelve a caer, se ensimisma, se ensaña en el discurso, también a través de acciones increíbles, pesadumbres, delirio entre las rocas, delirio sobre la arena, delirio al absorber el sabor cactáceo de tamices en llanuras gigantescas; acciones torpes, según el código incivil, acciones nimias o triviales, hasta detestables, pero nunca innobles.
Este libro es otra escena, una conocida, acaso demasiado, y sin embargo pocas veces enfrentada de manera tan feroz, tan espaciosa, oscura de nocturnidades, oscura de ignominias, el desencanto, la inacción, meditación terrible hacia el final de toda ciénaga. Cuesta el día, alguna tarde, una visita a aquel lugar enorme, deshabitado hasta el extremo, cargando un peso insoportable, aunque bello, claro, diáfano como un dolor que vive, o sobrevive, bajo la tormenta.
Este libro es la escena última, el necesario abismo y posterior reconstrucción, aunque, en realidad, no se trate más que de un atisbo, una visión lejana; a pesar de esto suena a sanación. No podemos terminar en medio de la nada -o sí- parece ser la conclusión. Un final entero, rígido y veraz como el desierto mismo. Una escena de gaviotas, de humedad limpia, de probar la arena y otear el horizonte mientras amanece un nuevo día, en que tal vez, sólo tal vez, comience una extraña vida nueva, inadvertido en el dolor, desengañado hasta del propio desengaño, asumido, atento; como si supiera que otro paso no resiste, como un recurso de defensa en el momento justo.
Nace un nuevo día; el horizonte se amanece entre gaviotas y una débil esperanza.
3/4/09
Reseña al último libro de Bertoni
El propósito o antipropósito que tiene Claudio Bertoni de publicar cada año al menos un libro, más que una pretensión editorial, a sus lectores atentos y desocupados, se nos presenta como una expectativa de lectura, de provocación y vouyerismo; condición que sólo sorteamos cada vez que nos hacemos de un nuevo ejemplar suyo, como algo casi natural dentro de las lecturas pendientes. Acaso reconociendo las mismas coordenadas que tiene diseñada la forma de su producción, en todas las variantes genéricas (poemas, crónicas, prosa, diario de vida, cartas, fotografías) con las que Bertoni ha desplegado/desintegrado su obra, por más de treinta años de un oficio ininterrumpido.
El ojo de Bertoni que no ha pestañado ante una realidad, que se decide a abarcar desde los más vastos campos de la visión, hasta la microscopía más cotidiana y vulgar. Ampliación y reducción. Entregado, uno, al principio redentor de toda poesía, lograr crear con las palabras; y, dos, también conseguir la anulación total de su objetivo, al traslucir y desnudar radicalmente el recurso de la intimidad. Bertoni sabe que la poesía no es personal, y con eso logra zanjar su exposición, dejando en claro que su poesía es (re)producida como una consecuencia natural de (todo) lo humano. El hombre es un animal que escribe, convengamos, es una bestia salvaje e indomable que desbordado en emociones, carnalidad y espiritualidad, no pone límites a ese flujo, impedido de abarcar dentro suyo aquello que urge por vaciarse. Como si los placeres culpables pudieran borrarse del mundo, al menos, mientras son descritos, Bertoni queda o sale redimido en su apuesta.
Y es que Bertoni no transita por los planos de lo etéreo, sino que resuelve encontrar en el aquí y en el ahora, bajo el temple contemplativo del zen, el valor –incluso– de las miserias posmodernas. Así, se impone transcribir el lenguaje cotidiano, los residuos del habla, como si en ese mismo registro muriera cualquier otra intención comunicativa. Decir es escribir, y poetizar cada minuto es una actividad posible, un ejercicio de estilo que define su proyecto, ya no sólo literario, sino que artístico-creativo.
En esta última entrega, Piden sangre por las puras, retoma el mismo pulso que ha venido desarrollando. Y hace de la razón una motivación más digna para detallar-desentrañar, sin temor ni mezquindad, el suspendido diario de vida que ha venido editando y publicando, impugnando la cita de Beckett: “Rápido, antes de llorar”, donde recogiera sus vivencias-escritas de mediados de los ’70. Este poemario actual, dividido parcialmente en segmentos, se hace más certero separarlo en cuatro momentos: los poemas de París en su época de viajero vagabundo; la continuación del diario de vida; algunos recocidos del bellísimo Harakiri y los libros posteriores; hasta una elegía a lo mundano, fisuras del tempus fugit, bañado por un monólogo interior que no se explicaría de otro modo que no fuera la representación de la vida misma, esta mise en scène bertoniana, con que cierra el libro, bajo el nombre críptico “Bach”, y que pareciera querer arrastrarnos con ella.
Es un hecho que Bertoni no para, y que cada libro es una ventana abierta por donde se cuela lo mejor de ese recorte del mundo que muchas veces no vemos. Un poeta que roba besos y torsos y rostros y piernas y senos con su cámara a la altura de la pelvis. Un lente que es extensión de su oído, de sus mejillas pecosas, su pelo encanecido por el descuido de vivir suspendido en el tiempo, por sobre la derrota, la ruina y la perdición.
Bertoni no lee en público, no asiste a lecturas poéticas, no presenta a nadie, ni mucho menos lanza sus propios libros. Es la consecuencia absoluta de la obra por sobre el autor, pese a lo contradictorio que pueda parecernos, la misma materialidad de su escritura.
Claudio Bertoni es, con sobradas razones, uno de los poetas vivos más interesantes y propositivos en Chile, ya que no sólo es capaz de satisfacer a sus seguidores, sino que también de convertir en fans a las generaciones más jóvenes que llegan a entender, de qué modo vivir más que un acto de fe, es una provocación a la muerte desde y por la poesía. La mejor forma de mirar tranquilos la catástrofe y aún seguir sonriendo.
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